Opinión

El Triunfo del Sí

Por: Diario Concepción 05 de Octubre 2018
Fotografía: Cedida

El 5 de octubre de 1988 el régimen militar y las fuerzas sociales y políticas que lo sostenían fueron derrotados en las urnas, aunque en el nuevo tablero de juego el modelo social y económico neoliberal siguieron la partida con la ventaja del que juega primero. Esto no significa que los demócratas del Plebiscito de 1988 no hayan criticado la versión más radical del juego neoliberal, aquélla que predica la confianza ciega en las virtudes del libre mercado y culpa al Estado de los problemas sociales y económicos.

Pero lo cierto es que la virtù política, hecha destreza e inteligencia en el triunfo de 1988, fue insuficiente al no acompañarse de voluntad para conducir cambios que transformen la promesa de alegría, en risas en los patios de las escuelas, en las plazoletas de las poblaciones y en los hogares a la hora de la once.

El Plebiscito no diluyó el contorno entre el modelo neoliberal y su sucedáneo, a pesar de los arreglos que le hicieron en democracia. Bien al contrario, en Chile se ha seguido hablando con acento de Chicago desde que los boys pusieron el primer ladrillo y hasta que las organizaciones sociales, en especial las estudiantiles, ocuparon las calles y comenzaron a nombrar lo que en el país se había perdido, antes y después del plebiscito de 1988. A pesar de las políticas por superar la pobreza y los déficit en educación, desde temprano aparece una disonancia entre la retórica política, sobre la alegría por venir, y la triste experiencia cotidiana de miles de chilenos, en particular la clase media. Ésta, abandonada a su propia suerte, en manos de su propio esfuerzo, sufre la precarización del nivel de bienestar, la privatización del destino y el miedo al futuro.

El Plebiscito del cambio de ciclo tampoco transformó la aspiración al éxito de los chilenos ni la ambición de las elites de ser país partner en los círculos selectos de países ricos, como la Ocde. Y es que la democracia, como dijo Tocqueville, no es sólo un conjunto de instituciones y de principios políticos, sino una forma de sociedad.

La inocencia del Plebiscito de 1988 fue traicionada al poco andar: construir un país entre todos y para todos. Desde entonces, la sociedad chilena sigue mirándose a un espejo trizado, como titula el sobresaliente ensayo de Brunner, pues el resiliente neoliberalismo y las herencias de la dictadura han dejado una sociedad incapaz de pensarse a sí misma colectivamente.

Hoy tenemos mucho que celebrar, pero también que reflexionar. El espíritu de 1988 no ha impregnado a la mayoría de la juventud chilena. Ésta no cree, como en 1988, que la fuerza del cambio venga de las urnas. La convicción es que la acción ciudadana ha logrado devolver la alegría a los chilenos y la ilusión de que otro mundo, diferente al vaticinado por Fukuyama, es posible.

De modo que sí, el SÍ también triunfó aquél 5 de octubre de 1988. Pues los valores y desvalores del modelo político y social que parió aquel histórico Plebiscito han minado la vida en común, los sueños colectivos y los han pulverizado en millones de proyectos individuales que compiten entre sí, generando lo que Walzer denomina la sociedad del distanciamiento. Y de esto, como diría Sartre, cada uno de nosotros, es responsable como individuo.

 M. Inés Picazo Verdejo
Directora de Vinculación Social UdeC

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