Opinión

Convivencia en las universidades chilenas

Las universidades ven muy afectada su convivencia interna y sus posibilidades de entregar formación de calidad.

Por: Diario Concepción 16 de Agosto 2018
Fotografía: UdeC

Félix Cova 
Docente Psicología UdeC

“Paros” y “tomas” son parte de la vida cotidiana de las universidades chilenas en los últimos años, en particular, en casas de estudio públicas, estatales y no estatales. La movilización del 2011 por una educación pública, y la de este año, contra el sexismo y acoso sexuales, son hitos que han tenido particular repercusión pero que son parte de un contexto mayor. Nuestras universidades viven con regularidad movilizaciones estudiantiles donde un componente central, y con frecuencia único, es que grupos de estudiantes organizan paralizaciones prolongadísimas y se apropian de los edificios con las más diversas razones.

Sin ninguna duda, hay aspectos valiosísimos en estas movilizaciones: el movimiento del 2011 amplió los estrechos límites en que se debatía la política chilena tras la dictadura. El movimiento feminista será un hito fundamental en procesos de cambio cultural y el acoso sexual no será más naturalizado. Sin embargo, estos aspectos positivos no deben impedir reconocer que estas acciones estudiantiles están dominadas por formas de organización y de liderazgo con rasgos autoritarios, que buscan crear y prolongar conflictos artificialmente.

Nuestras universidades están viendo severamente afectada su convivencia interna y sus posibilidades de responder a su obligación de entregar formación de calidad. Una minoría de estudiantes se apropia de los procesos de toma de decisiones y confunde el derecho a movilizarse con la idea de que toda forma de movilización es un derecho legítimo. Excepto los grupos que las lideran, la comunidad universitaria se ve excluida y violentada.

La respuesta a esta realidad ha sido siempre el intento de dialogar, pese a las acciones de fuerza. Sin embargo, es solo el desgaste que produce la larga duración de cada movilización lo que permite que se depongan, habiéndose ya producido inmensos daños materiales y no materiales.

Es necesario un nuevo enfoque. Nuestras universidades, como toda comunidad humana, requieren marcos respetados que les permitan convivir y realizar sus funciones propias, y donde discutir propuestas y resolver conflictos. Nuestras universidades requieren atreverse a generar esos marcos y a hacerlos respetar. Si no es el caso, su progresivo deterioro es anticipable. Ojalá la reciente creación de una Comisión por parte del Consejo de Rectores sea un primer paso para que se analice esta necesidad de cambio de enfoque.

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