Opinión

Dolor crónico… ¿Lesión crónica?

Por: Diario Concepción 06 de Agosto 2018
Fotografía: Contexto

Claudio Carvajal Parodi
Académico de Kinesiología y Director de
diplomados de Intervención Kinésica
Musculoesquelética Universidad San Sebastián

Por estos días hemos sabido del caso de Arturo Vidal, declarado ‘transferible’ en Bayern Munich. Dentro de las posibles causas, se ha mencionado la lesión crónica de su rodilla derecha que data de su acelerada recuperación por llegar al Mundial 2014. Y es que la posibilidad de que las lesiones deportivas persistan y cursen con dolor crónico (mayor a tres meses) no es infrecuente.

Sin embargo, existen personas con dolor persistente y no es posible determinar una lesión al realizar los exámenes de rigor, así como también existen estudios que han demostrado que personas sin ningún síntoma pueden presentar imágenes con deterioro o daño en sus tejidos. ¿Cómo se explica esta contradicción?

Debemos partir aclarando que dolor y lesión no son sinónimos ni necesariamente se presentan en conjunto. El dolor se describe como una alarma que gatilla nuestro sistema nervioso (SN) para volvernos conscientes que existe una estructura corporal con algún daño o deterioro funcional considerado relevante (peligroso). Pero también puede surgir cuando el SN nota el riesgo potencial o la inminencia de que se produzca un daño. Por lo tanto, si bien esta alarma busca protegernos, no es imprescindible que exista deterioro físico o funcional para que se active.

¿Por qué un dolor se puede volver crónico? Cuando el estímulo originario de la sensación de dolor (por ejemplo, el daño tisular) persiste, se genera una percepción de riesgo permanente de nuestros sistemas de protección, lo que facilita que el cuadro doloroso pueda seguir, incluso cuando la lesión original cicatriza por completo. Así, entendemos que el dolor crónico involucra cambios en el SN y a su vez, pierde esa función protectora.

Existen algunos factores de riesgo que favorecen esta condición. Por ejemplo, deportistas con trastornos del sueño -dormir menos de siete horas- presentan mayor riesgo que el dolor se cronifique. Algo parecido ocurre con la historia de estrés neonatal o consultas médicas frecuentes de los padres, la muerte parental y la existencia de una lesión previa que haya sido de difícil resolución o emocionalmente demandante.

También hay factores circunstanciales que pueden hacer que esta alarma esté activa o sensible por un tiempo prolongado, sin que necesariamente exista deterioro tisular o más allá del tiempo necesario para que cicatrice el daño original. Por ejemplo, que la lesión ocurra en un contexto de ansiedad previo a un evento deportivo de gran relevancia o significativo para el deportista, como una final de un campeonato.

En los periodos previos a las maratones nacionales, muchos deportistas aumentan la frecuencia e intensidad de su entrenamiento, exponiéndose a lesiones por sobrecarga. Si se produce una cercana a la competencia, muchos entran en fases de angustia y estrés que favorecen la cronificación del cuadro, a pesar que sean lesiones menores. En ese sentido, un ambiente de alto estrés competitivo e inminencia de un evento puede ser determinante para la cronificación.

En resumen, si bien una lesión mal manejada puede volverse crónica producto de la persistencia del daño inicial, los factores contextuales pueden jugar un rol relevante en el proceso de cronificación del dolor, incluso cuando los exámenes de imágenes hayan demostrado la completa resolución de la lesión original.

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