Opinión

El arreglín

Por: Diario Concepción 13 de Julio 2018
Fotografía: Diario Concepción

Jorge Condeza Neuber
@jorgecondezan

A diferencia del último capítulo de la serie El Mecanismo (Netflix) que describe el ya continental caso Lava Jato,  el capítulo final del caso Penta no mandó a nadie preso y finalmente, como teleserie de bajo presupuesto, dejo un sabor amargo a la mayoría de los ciudadanos que siguieron la serie.

Es verdad que para entender toda la historia uno debería escarbar más en el caso (que partió como un delito tributario de grueso calibre) y saber cuáles eran las opciones reales que había de lograr condenas; pero la mayoría somos inexpertos en temas legales y hacemos nuestra la opinión de muchos expertos que estiman que hubo un arreglín donde solo se beneficiaron los acusados, porque seamos honestos aquí no salió fortalecido el sistema judicial chileno y tampoco el fiscal Guerra  que terminó como campeón olímpico de las volteretas triples con salto mortal, ya que después de discursear de lo intransable que era el delito de cohecho, a 5 minutos del final cambió de opinión impidiendo, de paso, que los querellantes fueran por más.

Dos guindas para la torta nos entrega el juez de la causa. Las ridículas clases de ética que no dan cuenta del historial de los personajes involucrados, y la no condena en costas, un bonus track para los acusados que por aceptar un abreviado le han ahorrado recursos al fisco.

¿Alguien cree que este desenlace ayuda a la imagen de la política o del poder judicial? ¿A alguien le preocupa? Aquí radica la importancia de los casos como PENTA, SQM o Corpesca, ya que como se conduzcan cambiaría la imagen de cómo funcionan nuestras instituciones, ayudarían al prestigio del poder judicial y político y aumentaría notablemente la confianza en la justicia y las autoridades.

Nadie pide actos ilegales ni populismo judicial, pero que Guerra hubiese perseguido el cohecho en juicio público y transparente, aunque pierda, hubiese ayudado a construir una imagen país diferente y a subir con fuerza la moral de todos quienes trabajan en el sistema judicial chileno y especialmente de quienes persiguen los delitos funcionarios y la corrupción. Eso es lo relevante en casos como este y no toda esa leguleyada que nos cuentan para hacernos creer que todo lo obrado se ajusta a derecho, incluyendo el irrelevante ahorro por no seguir en juicio oral.

Cierto que se logró un castigo producto de delitos tributaros graves y muy demostrados, pero se dejó de lado el gran atentado a la fe pública y contra la democracia, ya que son indesmentibles el pago a autoridades en ejercicio y los aportes ilegales a la política que alteraron de mala manera los resultados de las elecciones impidiendo que todos compitieran con las mismas armas.

El final del caso Penta, y posiblemente de los casos que vienen, sumado a la pobre discusión en el parlamento de cómo enfrentar el problema, solo ratifican que tenemos un Estado débil y capturado por la corrupción.

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