Opinión

Asuntos demasiado apestosos

Por: Procopio 27 de Junio 2018

Da la impresión que casi todos sabemos de la peste bubónica en 1348, la que azoló el continente europeo, llevándose por delante a pueblos enteros, marcando el siglo XIV y parte importante de los siguientes, de la llamada, a lo mejor sin completa razón, la Edad Oscura.

No tan famoso es el otro capítulo, el regreso de la peste, esta vez a Londres en 1665, con una fuerza jamás vista en esa capital, empezó en el verano de Europa, Junio y Julio, y continuó sin piedad alguna hasta Noviembre, volviendo al año siguiente para atacar el resto del país. En Londres pereció la quinta parte de la población, a razón de 3 mil a 5 mil muertes por semana.

El rey y la corte se refugiaron en Salisbury y de allí a Oxford, exclusiva villa sin indeseables enclaves de pobres, siempre inconvenientes. Efectivamente, los pobres, sin higiene, sin recursos, sin cultura y sin opción, morían como moscas, fue precisamente la epidemia de los pobres, arreció en las poblaciones más miserables, muchas casas fueros sencillamente aisladas, con sus habitantes dentro, clausuradas con un letrero piadoso, “que Dios tenga piedad de nosotros”. Para no dejar nada en suspenso, no la tuvo.

Salvo que aparezca un germen enteramente desconocido y enormemente letal, no es dable esperar que se repitan, con iguales características capítulos como ese, sabemos que de vez en cuando hay epidemias, se menciona de vez en cuando, y no siempre con razón, de eventuales pandemias, pero hay medidas que logran poner las cosas en su sitio y reducir notablemente los costos en vidas. Salvo que la peste haya tomado otro carácter, que se exprese de una manera solapada e hipócrita, que nos enferme sin que tengamos conciencia y provoque bajas enormes, a lo mejor estamos contagiados y no nos hemos dado cuenta.

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