Opinión

Entre paralíticos y epilépticos

Por: Procopio 22 de Junio 2018

La revolución técnica tiene mucho que ver en este fuerte viraje hacia el mundo de las prisas y los apuros. Tradicionalmente, el conocimiento y las destrezas se trasmitían en un proceso que transitaba por la infancia, adolescencia y madurez, el progreso corría por el mismo camino, con una velocidad similar. Ahora, las principales herramientas tecnológicas son del dominio casi exclusivo de la juventud, que las disfruta como flamantes Adanes en un paraíso recién patentado, sin necesidad de culebras tentadoras, eficazmente eliminadas y sacadas de concurso por tentaciones cambiantes mucho más veloces y llamativas que sus silbidos de persuasión obsoleta.

Nuevos artefactos van descartando, por incompatibles, a los emperadores tecnológicos de la semana pasada, los que son arrojados a la basura sin misericordia, con displicente indiferencia.

Sin embargo, como factor de moderación, puede observarse que esa misma indiferencia por lo que ocurre en el pasado próximo, para no poner en la balanza el desconocimiento del pasado lejano, deja a nuestros jóvenes con iniciativas de rápido olvido y con defectos en la coherencia interpares, lo cual no pocas veces les impide continuar sostenidamente con un impulso, de ahí que los manipuladores expertos suelen esperar que se agoten o se distraigan.

En ese punto aparecen los más cargados de años, pero no renunciados a ponerle el hombro, aquellos que han valorado la experiencia que indica, con implacable claridad, que otra cosa es con instrumento de cuerdas, que se puede cambiar las prisas, por planes, por logros sucesivos, o sea, se acercarse a los modos de los mayores. Los jóvenes de mayo del 68, en París, escribían en los muros “No estamos contra los viejos, sino contra lo que les hace envejecer”.

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