Opinión

Con mucho respeto, para César Valenzuela

El volante de Huachipato sufrió la pena más grande que puede vivir un hombre: la pérdida de su hijo. El más talentoso del acero, el que siempre regala una sonrisa. Para él, estas humildes líneas.

Por: Paulo Inostroza 21 de Mayo 2018
Fotografía: Agencia UNO

los 16 años ya había debutado en Primera. Era el nuevo David Pizarro, tenía ese pase tipo “Mago” Valdivia. Destacó largamente en las series menores, tanto así que lo compró Udinese. Mide un metro con 65. ¿Sabes lo difícil que es doblarle la mano a los técnicos con 1,65? Porque les gusta el biotipo europeo, porque creen que el “chico bueno pa’ la pelota” está para el barrio, pero nunca para el alto nivel. “Ahí se lo comen vivo”.

Y César les tapó la boca a todos. Igual era joven –demasiado joven- y en el Calcio no tenía lugar. Lo mandaron a clubes chicos de España, a pulirse, pero tampoco le dieron bola. Jugó en puras filiales del amateur y él mismo pidió salir. El chico con cara de niño daba vueltas por el mundo, mientras sus amigos preparaban el certamen del lunes y otros ya buscaban pega de lo que sea. Empaquetando, vendiendo celulares. En Pudahuel no te regalan nada. Ser futbolista seguía siendo un privilegio y el “Gato” volvió a Chile mirando de frente, nada del rabo entre las piernas. Con poco más de veinte había vivido unas cuantas. Se puso otra vez la tricolor, con la misma cara soñadora de los 9 años y, de pronto, empezó a despegar. Lo llamó Sampaoli y esa semana imaginó cómo sería entrar, aunque sean cinco minutos de rojo. No sucedió. Brilló con Guede y sonó en clubes grandes, pero terminó en Talcahuano. El proyecto sonaba serio, Huachipato siempre es buena vitrina. Su talento estaba intacto y con Soteldo la dejaban chiquitita. A principios de año lo quiso Colo Colo, pero se llevaron a Pinares. La “U” también lo tenía en sus planes, pero se quedó con las ganas. De aquí habían salido Martín, Sagal, Véjar, Ramírez y Dávila, por mucho menos. ¿Por qué a algunos les toca el camino fácil y a otros pelearla siempre? César siguió entrenando, Larcamón le dijo que era su “10”, el más importante del equipo. Con lo que sabe hacer, ganó algunos partidos y en otros no alcanzó, pero siempre fue el tipo distinto. El que justifica las lucas de la entrada, que en el CAP no son pocas, y ese chico de risa fácil y amable que el camarín agradece.

Con apenas 25 años luchó por la vida de su hijo y otra vez lo dio todo. Encaró a la medicina, siempre de frente, pero la vida tiene esas cosas que dan rabia. Udinese, los grandes de Santiago y todo eso importa un carajo. Se supone que los hijos deben despedirte y no al revés. No existe tristeza más grande y no podría ponerme en la piel de César, aunque me duele y nos duele a todos. Solo quería decirle que sabemos que es un hombre fuerte. Un muchacho que aprendió todo antes y a los golpes. Y decirle que no está solo, que la pelota sonríe si está en sus pies y también Joaquín desde allá arriba. Porque el “10” es su papi y a ese todos lo queremos en el equipo. Ese siempre va para adelante.

Etiquetas