Opinión

La ordalía de la reparación casera

Por: Procopio 06 de Mayo 2018

El miedo, el temor y la desconfianza son emociones traumáticas, además de extremadamente desagradables, a nadie le gusta sufrirlas, sobre todo si puede haber la posibilidad de evitárselas y si no se puede, al menos lograr que éstas que sean mínimas.

Habiendo introducido este interesante tópico, es comprensible que se quiera eliminar los agentes atemorizantes, por ejemplo, los maestros que acuden al hogar cuando hay algunas fallas en los sistemas, puede ser el timbre de la puerta, la llave de paso, el calefón, algo que esté fuera de las competencias de quien oficie de dueño de casa.

La llegada de este personaje de mirada escrutadora, es un poderoso estimulante del temor, en relación directa con el tiempo que transcurre mientras dura la inspección del defecto. Suele haber un prólogo, una suerte de anamnesis que consiste en averiguar quién ha sido el último  participante en el hecho, el cual pasa a ser inquietantemente descalificado, por inepto y por dejar daños colaterales.

Tras el diagnóstico, no todas las veces convincente, que añade al temor la desconfianza,  viene la descripción de la tarea, casi siempre de extrema complejidad, con algunas advertencias del posible descubrimiento de complicaciones, por el momento indetectables, se presenta un listado de materiales necesarios y un presupuesto por mano de obra, que suele estar bastante por encima de lo estimado por el solicitante del servicio.

El resto es cíclico, ya que rara vez hay resultados estables, habrá que vivir esta atemorizante experiencia más de una vez, mientras no se asuma a cabalidad que en Chile hace desesperada falta una masa crítica de enseñanza técnico profesional, que nos libre de este folclórico y siempre renovado contingente de maestros chasquillas.

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