Opinión

Las espadas colgadas de un hilo

Por: Procopio 21 de Abril 2018

Nos encontramos asistiendo al siempre renovado espectáculo de la ambición, siendo ésta de dos tipos, la de aspirar con justicia a un lugar merecido y la otra de quien quiere estar allí por las ganas, más que por los méritos, por los pitutos más que por los antecedentes, se trata de nombramientos para cargos que dependen directamente de una autoridad elegida, en varios ámbitos, de esos que duran mientras cuenten con la confianza de quien los otorga.

Serán designados a corto plazo, sin saber a cabalidad el escenario que les espera, algunos de estos cargos son de alta demanda, muy bien remunerados, ojalá sin demasiada pega, algo así como una sinecura, si no fuera mucha la molestia. Otros de notable exigencia por sus dificultades, por la magnitud de sus compromisos, por la urgencia de las demandas, por lo complejo de las gestiones requeridas para su desempeño, en fin las maniobras para conseguirlos son muchas y no todas a plena luz del día.

Damocles podría hacer comentarios muy pertinentes, el adulador y ambicioso cortesano del rey de Siracusa en el siglo IV a.C., Dionisio II, que no cesaba de envidiar la posición de su majestad y las infinitas ventajas que éste tenía. El rey le dejó estar en el trono donde se sentaba, Damocles descubre aterrado que, todo el tiempo, pendía sobre su cabeza una pesada espada suspendida de un cabello, ilustrando el peligro que representa la situación del poder.

Hay pesadas espadas esperando en los tronos que quedarán disponibles, suspendidas tenuemente, algunas más prontas a caer que otras. Como nadie espera ser la próxima víctima, se llega a ocupar estos tronos, con la mejor pinta para la foto, algunos seguirán haciéndolo bien, otros tendrán prontas noticias y advertencias del Sr. Damocles.

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