Opinión

El sembradío de humo

Por: Procopio 18 de Abril 2018

Se tiende a olvidar que hay ciertas leyes, no necesariamente escritas, que incluso pueden ser desconocidas, pero que operan con inescapable exactitud, como aquella de la gravitación universal. Otra puede ser la de acción y reacción, que describe cómo una sigue a la otra, consecuentemente, de igual o mayor intensidad, pero en sentido opuesto, es esta última ley universal la que ha escapado, aparentemente, a los grandes diseñadores de reformas, no calcular apropiadamente la reacción de aquellos que tenían que recibir la mayor parte del impacto.

Lo anterior, si se elige la vía del razonamiento sin dobleces, porque también puede ser que deliberadamente se quiera generar una acción de tal fuerza, tanta, que no sea posible detenerla, empoderar a sus potenciales beneficiarios de tal manera que nada de este mundo o del otro logre que las dinámicas impulsadas se detengan, sin considerar ni costos ni factibilidades. Un razonamiento propio de “después de mi el diluvio” de robusta y desafortunada fama.

Cuando aparecen las dificultades materiales, ante la irritante presencia de la realidad, que no alcance la plata, que los impuestos no han rendido lo que se esperaba, que se hunda la economía mundial o se separe Europa, lo que prevalece, es la idea de la promesa, no importa las explicaciones que se intenten a la luz de los fríos hechos. Es una situación mil veces vividas y otras tantas olvidadas, ya que regalar ilusiones es tan fácil como redituable, sobre todo si uno no estará por allí a la hora de cumplir.

A lo mejor terminamos por separar la venta de sueños de las promesa aterrizadas, aprender a sacar a las cuentas, un requisito indispensable si no se quiere llegar a ser expertos en la comunión con ruedas de carreta.

PROCOPIO

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