Opinión

La ciudad que invita a volver

Por: Procopio 18 de Diciembre 2017

Si existe una profecía que tenga casi asegurado su cumplimiento, a diferencia de maldiciones gitanas de dudoso efecto, es la rapidez con que transcurre el tiempo una vez dado por terminado el patriótico escándalo del 18 de septiembre.

Como una cascada de acontecimientos predecibles, se desencadenan las ceremonias del fin del año escolar, las licenciaturas y las correspondientes multitudes de padres y apoderados que esperan con flores la salida de sus flamantes egresados, la navidad, el año nuevo y el verano. Las vacaciones y el insondable misterio de qué hacer con ellas.

Las calles céntricas de ciudad serán objeto de uso intensivo y surgirá como es natural la queja reiterada del estado de las aceras, que guardan aún desniveles y sobresaltos generados por el terremoto, ya pasado, pero con sus secuelas en perfecta actualidad a la cuales se agregan nuevos desniveles, saltaduras y forados de origen desconocido, para amenizar.

El otro aspecto tiene que ver con el turismo y la necesidad de actuar temprano para que los sitios atractivos, playas, por ejemplo, tengan los estándares de calidad indispensables, si es que alguna vez la ciudad se pone en serio en modo turístico.

Para empezar, el aseo, lo que ve la suegra y lo que ésta deja de ver. Infraestructura de locales, que a veces están muy por debajo de lo satisfactorio. Tarea para quien corresponda, a partir de ahora. El turista espera y merece más, de otro modo no le podríamos pedir preferencia y fidelidad. Tiene que haber encuentros entre la autoridad y los dedicados al rubro, fijar estándares, acordar controles, ofrecer garantías. Hacer la necesaria reingeniería para conseguir justas relaciones de precio calidad, cambiar el paradigma de turismo precario por turismo robusto.

 

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