Opinión

Limpiar la cancha sin remilgos

Por: Procopio 09 de Diciembre 2017

A estas alturas, es muy posible que se haya reducido ostensiblemente la lista de convencidos que somos los ingleses de Sudamérica, deseo arribista, que deja a los otros ocupantes de este rincón del planeta en condiciones más bien precarias de ciudadanía tristemente local, diferente a la nuestra, los más parecidos a los hijos de la rubia Albión.

Como ejemplo de cercanía, no del todo deseable, ha sido la influencia de los hooligans, una palabra para designar a un grupo de delincuentes disfrazados de deportistas que apareció por primera vez en un informe policial de 1898. Las primeras formaciones de hooligans se conocieron en los 60 y reinaron en los 80 durante casi toda la administración de Margaret Thatcher.

El 29 de mayo de 1985, una hora antes de que se jugara la final de la Copa de Campeones, los hooligans del Liverpool trasladaron al estadio Heysel la práctica habitual en las canchas inglesas: empujar a los hinchas rivales para desalojarlos y ganar la tribuna. Mataron a 39 personas.

Thatcher declaró que “hay que limpiar el fútbol inglés de los hooligans”, pero la solución definitiva se implementó cuatro años más tarde, al juntarse los tres factores letales para producir una masacre: mala organización, hooligans e infraestructura deficitaria. En la semifinal de la copa de 1989 entre Liverpool y Nottingham, hooligans e hinchas comunes pugnaron por entrar al estadio, burlaron el control policial insuficiente, derribaron vallados y aplastaron contra el alambrado olímpico a la gente que ya estaba en las tribunas, con el resultado de 93 muertos.

Menos mal que por estos lados no se ha llegado tan lejos, pero para evitar que pueda pasar, la mano dura debe ser empleada con la misma decisión que doña Margaret, que en paz descanse.

 

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