Opinión

De justicia y olvido

Por: Diario Concepción 05 de Julio 2017
Fotografía: Diario Concepción

Por: Andrés Cruz
Abogado, magíster Filosofía Moral 

El 11 de septiembre de 1973 fueron detenidos en Curicó los militantes del Partido Socialista Wagner Herid Salinas Muñoz y Francisco Urcisinio Lara Salinas. El 30 de septiembre de 1973, tras ser interrogados y torturados, fueron entregados a una comitiva militar, para ser trasladados hasta el regimiento de Artillería Motorizada Tacna, en Santiago, donde permanecieron hasta el 5 de octubre del mismo año.

Ese día fueron trasladados a la comuna de San Bernardo, donde el oficial a cargo de la patrulla dispuso el fusilamiento de ambos por decreto de la autoridad militar, procediendo uno a insultarlo, dando la instrucción de que fueran vendados para no verlos a los ojos, para después él mismo dispararle con su fusil SIG al que lo encaraba. Al segundo también le dispararon, pero no murió, y el capitán le dio la orden a un teniente para que le diera, estando el ofendido en el suelo, tiritando, el tiro de gracia.

Una vez cumplida la “misión” arengó al resto de la patrulla, manifestándoles que esta acción se justificaba porque ambos individuos, previamente interrogados y torturados, habían sido ejecutados por ser enemigos de la patria. Los cuerpos llegaron al Servicio Médico Legal, asignándoseles los protocolos N°3160 y N°3161, terminando así el periplo de Wagner y Francisco.

No hubo proceso de ninguna naturaleza y los dos ciudadanos chilenos fueron asesinados por un grupo de militares que parapetados tras un uniforme, y el odio infundido por los que en esos días se hicieron del poder, muchos civiles que incluso se vanagloriaban de la nueva autoridad, enfundando sus atavíos castrenses, comenzaron a delatar a cuanto sujeto se le cruzara y pudiese constituir una amenaza personal a sus intereses. Hoy muchos orondos arrogándose el ser centinelas de la democracia.

Este tipo de espuria violencia podría en cualquier momento volver a sacudirnos. Somos seres humanos y solemos olvidar fácilmente las tragedias, más aun cuando nos aparecen como ajenas, en un sistema competitivo, sin una sólida formación cívica ni de respeto a los derechos humanos. Se pide justicia, destinada a que el día de mañana todos estos verdugos reprimidos, que podrían llegar a escudarse en cualquier fanática causa, sepan que, ojalá más temprano que tarde, podrán llegar a ser juzgados, respetándose todos sus derechos, y condenados. Todos estos individuos sabían y querían que se consumaran las muertes de todos aquellos que fueron considerados en esos tiempos, como los “diferentes”, los “enemigos”.

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