Opinión

Estar bien para estudiar mejor

Por: Diario Concepción 05 de Junio 2017
Fotografía: Romilio Pasmiño G.

Pamela Órdenes
Sicóloga, programa Punto de Encuentro
Universidad Técnica Federico Santa María en Concepción

Ni el frío de estos días detiene a quienes tenemos la costumbre de practicar deporte desde pequeños. Esta decisión se basa no solo en el hábito, sino en la certeza que la actividad física permanente es un factor protector de la salud. Lamentablemente, este mensaje no siempre es bien transmitido. Las clases de “educación física”, en el ciclo básico, en algunos casos puede ser un verdadero tormento. Aunque se explique la importancia del deporte para mantener en equilibrio el sistema circulatorio, el sistema óseo, el nivel hormonal, o que ayuda a “descargar” las preocupaciones, sucede que en algunos casos lleve implícita la “competencia” y/o la necesidad de destacar, quitándole el valor que en sí tiene.

Sin embargo, siempre se está a tiempo de retomarlo, más aún cuando uno ingresa a la educación superior, donde el nivel de estrés en muchos casos es mayor al habitual. Solo media hora diaria de ejercicio intenso es suficiente para beneficiar nuestro cuerpo; media hora que implique que nuestra respiración aumente y, por lo general sudemos. Ese tiempo, al menos tres veces por semana, ayudará a mantener la presión estable, a estar más receptivo en las clases, a mejorar la memoria, a estar menos cansado cuando la jornada comienza a las 08:00 horas, aunque algunos piensen lo contrario.

El tiempo practicando un deporte nos vincula a otros y otras estudiantes, con quienes se pueden generar lazos de amistad, preparar certámenes, conversar temas similares o, mejor aún, debatir en torno a dudas u opiniones distintas que surjan sobre la materia o el acontecer diario.

Más allá de los beneficios físicos, tener el hábito también ayuda a la salud mental, para el estado anímico.Si no, pregúntenle a los deportistas en época de exámenes, quienes mantienen sus rutinas casi intactas, porque es la mejor manera de eliminar el estrés de aquellos periodos.

Pero hay, además, otro elemento que entrega el deporte y que es muchísimo más significativo, que no se aprende en clase alguna: nos hace responsables de nuestra salud y por tanto de nuestra vida. Cuando practicamos deporte, estamos asumiendo que sabemos lo que haremos y por cuánto tiempo. Decidiendo tareas con responsabilidad, compatibilizándolas con el tiempo que dedicaremos a cuidar el cuerpo. Es decir, estamos llevando a la práctica la base de aquello que llamamos “actitud emprendedora” y que muchos lo asocian sólo a generar proyectos.

Por ello es cierto el dicho “mente sana en cuerpo sano”. Somos un todo y aunque a veces nos empeñamos en disociar ambas esferas, vernos de manera integral permite explicar por qué el ejercicio físico ayuda a mantener sana nuestra mente.

Una vida física activa, además, permite ser más positivo y feliz. El deporte libera endorfinas, las que movilizan sentimientos de alegría y mejoran el ánimo. Ante situaciones de estrés o ansiedad, el ejercicio ayuda a liberar la tensión acumulada, permitiendo que nos relajemos, durmamos mejor seamos más productivos en lo cotidiano.

También favorece la percepción de nosotros mismos, pues incentiva a vernos mejor y a comer más sano. Esto contribuye a mejorar el autoestima y la valoración de metas y objetivos que nos proponemos.

Igualmente, el ejercicio físico beneficia las relaciones sociales. Al vernos y apreciarnos más saludables, proyectamos una imagen positiva; cultivar una mayor autoconfianza facilita el desenvolvimiento y seguridad en la interacción que tenemos con otros.

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