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Opinión: "De traidores y envidiosos", por Andrés Cruz

Por: Diario Concepción 03 de Mayo 2017
Fotografía: imagen_Principal-329.jpg

Andrés Cruz Carrasco  
Abogado/magíster Filosofía Moral

Traidores han habido y seguirán habiendo siempre. La hipocresía y el oportunismo son esencia de los individuos que para sobrevivir justifican cualquier conducta que les sea útil para adaptarse a los cambios.

Algunos son capaces de renunciar a sus convicciones religiosas o políticas por conveniencia. Se les dice los sobrevivientes, los que olvidan fácil o bien simulan olvidar por asimilarse a los nuevos tiempos. No sienten compromiso con nada ni con nadie y se sirven de discursos construidos sobre falsas premisas como que las decisiones se adoptan  “por el bien de la institución” o de cualquier otro fin mayor del que se dicen formar parte. 

El traidor es envidioso de quien amenaza su posición con trabajo, más allá de las influencias a las recurre y todos los favores que adeuda para mantener su estatus. Cuando tiene la oportunidad le generará un daño con impunidad al que constituye una amenaza, para hacerlo a un lado.

Esto es lo que lo hace más desgraciado, ya que debe recurrir a siniestras confabulaciones para sus objetivos. Al no ser capaz de asumir las responsabilidades de sus acciones, ante sus posibles consecuencias, suele aducir que a quienes traiciona son traidores, por cuanto se han negado a ocultar, cerrar los ojos y no develar sus vicios y corruptelas. 

El traidor se valdrá de la mentira y de la amabilidad para no levantar sospechas e impedir la reacción de su víctima, a quien utilizará por el tiempo que sea necesario, explotando su confianza, y peor para éste último si es ingenuo.

Para Dante, es tal la perfidia y repelencia de los traidores, que los condena al círculo inferior del infierno. Para Nietzsche, el traidor es el hombre del resentimiento que “no es ni recto ni ingenuo ni honesto y franco consigo mismo. Su alma mira de soslayo; su espíritu ama los escondites, los senderos secretos y las puertas traseras; todo lo oculto le apetece como su mundo, su seguridad, su solaz”.

Puede llegar a ser considerado como astuto, porque a través de esta baja estatura moral alcanza sus objetivos. Es la mala conciencia y el miedo a perder lo que tiene o no satisfacer sus ambiciosos deseos lo que lo hace peligroso, porque enfrenta todo desafío con desesperación, al ser inepto, superficial y fatuo.

Por ello debe subsistir así, valiéndose de la mala memoria del resto para hacer sus zancadillas mientras pueda, ya que al ser descubierto, ya sus vicios han producido consecuencias y se ha beneficiado de sus deslealtades, gestando una corte de discípulos, dispuestos a seguir sus pasos. 

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