Opinión

Opinión: "De risa, rabia y oportunidades", por Andrés Cruz

Por: Diario Concepción 21 de Diciembre 2016
Fotografía: imagenPrincipal-268.jpg

Andrés Cruz
Abogado, Magíster Filosofía Moral

Nos habituamos a mentirnos y a mentirle a todos. Fue la asunción de lo “políticamente correcto”. De decir algo diferente a lo que se piensa, para ganar oportunidades o no perder adeptos. El cinismo y la hipocresía en su máxima expresión y en todo ámbito. Vivir erigiendo, adobando, remozando fachadas sin importar el contenido. Demostrar lo que no se es y argumentando en base a lo que en realidad no se piensa. Crear una imagen de que se “compite” pero en realidad está todo acordado, dar la impresión de que se “debate”, pero se trata todo sólo de una alegoría. 

Así la confianza se va escamoteando, profundizándose esa sensación de rabia, resentimiento e impotencia. Esa que surge con fuerza cada vez que constatamos como los beneficiados, los que explotan a otros, que apelan a la igualdad de oportunidades, a la libre competencia, al respeto de las reglas democráticas, a la construcción de un Chile equitativo y donde se respete cabalmente la iniciativa privada, hacen algo totalmente distinto. 

Parece que no estamos tan preparados para respetarnos y respetar al otro, para convivir mirando al prójimo a los ojos sin tener que mentirle para sacar algún provecho, más aun cuando esta ventaja consista en ganar un par de monedas, lo que justificaría pasar por sobre toda norma ya no sólo legal, sino también sobre los imperativos éticos mínimos que pueden exigírsele a cualquier individuo que vive en comunidad. Y allí están, los que piden que se respete a la mujer pero que la castigan por llegar a embarazarse y se mofan de su sexualidad, allí están los que quieren ser respetados, pero no son capaces de aceptar la diversidad, aquella que permite ampliar los horizontes de la cultura. 

Los que se reparten cargos en razón de las banderas políticas con las que se envuelven o por los favores que han obtenido, los que se ríen de las orientaciones sexuales diferentes y matan a quienes consideran distintos, persiguen al que es extranjero y son indolentes respecto de los marginados y, compartiendo orígenes, espacios, clubes, centros culturales, colegios, universidades, etc., se reproducen una y otra vez para continuar mirándose los unos a los otros, cerrando puertas al que no es del estándar en apariencia del sujeto que se merece estar en la mesa en la que se sirven los privilegios, escupiendo alguna migaja a muchos que, arrodillados y segregados a su alrededor, esperan que algo les llegue de esa elite, no importando de lo que ocurre en el mundo total, como diría Quino, “¡el mundo está tan, tan lejos!”. 

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