Opinión

Opinión: "Prisioneros de nosotros", por Andrés Cruz

Por: Diario Concepción 14 de Diciembre 2016
Fotografía: imagenPrincipal-464.jpg

Andrés Cruz
Abogado, Magíster Filosofía Moral

 

Hans Magnus Enzensberger acuñó la idea de “guerra civil molecular”. Una confrontación que se desenvuelve en un grupo social sin que se sepa muy bien cómo se inicia, pero cuyos indicios podrían ser considerados por los más autocomplacientes o ingenuos como inofensivos.

“Poco a poco, en la calle se van acumulando basuras. En el parque sube el número de jeringuillas y de botellas de cerveza destrozadas. Por doquier las paredes se cubren de grafitis monótonos cuyo único mensaje es el autismo: evocan un Yo que ya no existe. Colegios aparecen con el mobiliario destrozado, los patios apestan a fecas y orina. Nos hallamos ante unas declaraciones de guerras; aunque pequeñas, mudas, el urbanita experimentado sabe interpretarlas”. 

Seguimos con la destrucción de semáforos y teléfonos públicos, con los humeantes neumáticos de barricadas que se levantan sin saber su motivo. Es una rabia espontánea contra todo lo que parece aún funcionar, derivada de todo lo que ha dejado de funcionar o que nunca ha funcionado, y de lo que unos pocos privilegiados han podido servirse. 

Un proceso que se da como protesta de masas fragmentadas y que van más allá de las formas socialmente aceptadas que se traducen en “la obcecación por el automóvil, la obsesión por el trabajo, la voracidad, el alcoholismo, la codicia, los deseos de pleitear, el racismo y la violencia familiar”. Manifestaciones de descontento que funcionan como válvulas de escape para la frustración ante la impotencia de sentirse como parte de algo que no puede transformarse por la inercia ciega de cómo funciona el sistema.

Huimos hacia nosotros mismos, ponemos murallas y cerramos los guetos sociales y raciales para no mezclarnos con el otro. Ante la inoperancia de las autoridades optamos por la autoprotección y el enclaustramiento. Vivimos con miedo al asalto y nos cerramos al mundo exterior, transformándonos en prisioneros de nuestras propias medidas de seguridad.

Para Hobbes: “Las obligaciones de los súbditos para con el soberano sólo tienen vigencia mientras éste pueda protegerlos por razón de su poder. Porque ninguna ley puede derogar el derecho natural del hombre a defenderse a sí mismo cuando nadie más es capaz de hacerlo”.

Cuando existe esta sensación de estar a la deriva, ya sea por cobardía, ya sea por ineficacia o ineficiencia del Estado, por cálculo político o falta de legitimidad de las autoridades, dejamos que avance silenciosamente esta guerra civil molecular.       

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