Opinión

De rabia y esperanza

Nos llamaron a creer y soñar, a comprometernos y correr juntos por una patria mejor… pero eran sólo embustes.

Por: Diario Concepción 13 de Julio 2016
Fotografía: imagenPrincipal-4680.jpg

Nos llamaron a creer y soñar, a comprometernos y correr juntos por una patria mejor… pero eran sólo embustes.
 

 

Se ha transformado en una práctica institucionalizada desvincular el discurso de la acción. Es decir, la palabra de la conducta. Un tajante desacoplamiento entre lo que se dice y lo que se hace, en todo ámbito, con el objeto de satisfacer lo que se quiere oír por parte de las personas, pero, eso sí, sin perder rentabilidad o beneficio por parte de quien aparece expresándose. Esto permite generar que vivamos sobre una plataforma de ficciones, de meras apariencias, que, de levantarse el velo, permitiría darnos cuenta lo equivocábamos que estábamos. 

Por mero conductismo, nos limitamos a escuchar sin reflexionar sobre la efectividad del contenido de los dichos del interlocutor, representándonos que la altura de su cargo o clase social lo hace infalible o que sus afirmaciones son irrebatibles. 

La desconfianza no es buena para nadie, más aun cuando se lleva al extremo y provoca una huida hacia el interior de cada uno, buscando un refugio en los más próximos, desligándonos de toda estructura grupal. Pero vaya que se hace difícil seguir creyendo cuando una y otra vez son los mismos que, sabiéndose parte de las clases dirigentes, se sirven de nuestra apatía, ignorancia o más bien de nuestra narcotizada actitud hacia lo que ocurre, para beneficiarse de los modos más espurios. 

Ante el reclamo por una mejor educación y mayor igualdad de condiciones, por una reforma al sistema laboral, por una institucionalidad efectivamente democrática, nos adormecieron con muchas palabras, mientras que tras el escenario se forjaba un libreto absolutamente distinto del que se había ofrecido, con el objetivo de mantenernos aletargados, satisfechos al haber creado una apariencia de que nos habían considerado, escuchado y que de una vez por todas todos éramos gobierno. Nos llamaron a creer y soñar, a comprometernos y correr juntos por una patria mejor… pero eran sólo embustes. Todo sigue igual o tal vez peor, por cuanto no sólo se encargaron de sacarnos el piso de la confianza, sino que se hicieron cargo de quitarnos la esperanza. 

Tal vez sea momento de hacer de la justificada indignación algo útil por nosotros y que esta rabia hacia quienes se dicen nuestros gobernantes no la traduzcamos en violencia vacía e inconexas, que justifica la reacción conservadora también violenta, sino que genere organización y participación, y dejar de ser sólo palabras de rencor y resentimiento, pasando a ser un verbo que se materialice en compromiso, trabajo y asociación alternativa. 

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