Este domingo, con el 76,41% de los votos, Vladimir Putin se adjudicó su cuarto mandato al frente del Kremlin. Una vez más, el líder ruso afirmó su poder y su legitimidad a escala mundial.
Desafíos que continúan y otros que aparecen por primera vez, deberán enfrentarse en la nueva administración, de aquí hasta 2024. A nivel interno, por ejemplo, lo más urgente consiste en mejorar la economía rusa.
El precio del petróleo y las sanciones de Occidente —producto de la crisis en el este de Ucrania— han golpeado la situación económica del país. En sí, este punto es una de las mayores preocupaciones de los rusos.
Según un análisis de centro de estudios Stratfor, de las más de 1.100 protestas que se produjeron en 2017, dos tercios estaban relacionadas con el tema anterior.
Cabe ejemplificar que, en julio del año pasado, los carteles que portaban los manifestantes de una marcha instaban al Kremlin a pagar por pan y no por bombas. En relación a lo mencionado, es que los analistas destacan que uno de sus retos será llevar adelante una estrategia para diversificar la economía que depende del petróleo y del gas.
En agosto de 2017, el centro de estudios Peterburgskaya Politika estimó cuáles eran los posibles candidatos a sucederlo, pues la definición de un sucesor corresponde a otra de las que tiene que llevar adelante el gobernante ruso.
Los nombres que resuenan son los de el alcalde de Moscú, Sergei Sobyanin; el líder checheno, Ramzan Kadyrov, junto a la cabeza de la oposición, el abogado líder opositor, el abogado y activista Alexei Navalny.
A Navalny no se le permitió presentarse en las elecciones, tras se condenado —a inicios de febrero— por malversación en un tribunal de Kirov, según lo informó la BBC.
Según el diario The Washington Post, es probable que Putin reafirme aún más su poder a nivel de política exterior. Prueba de ésto es el desarrollo de armas nucleares avanzadas, capaces de evadir los sistemas de misiles, que el mandatario anunció semanas antes de la elección.
En ese sentido, el periódico señaló que la campaña militar de Rusia tiene cumple con el objetivo de respaldar al gobierno sirio y fortalecer el rol del país en Medio Oriente.
En un clima que algunos comparan con el de la Guerra Fría, las relaciones de Occidente con Rusia —como potencia mundial— se encuentran tensas, a partir de la crisis en el este de Ucrania y, posteriormente, por la supuesta intervención de Moscú en las elecciones de Estados Unidos.
El Kremlin es acusado no solamente de intervenir en el proceso electoral estadounidense, sino también en algunos dentro de Europa. Por igual, la tensión internacional aumentó luego del envenenamiento de un exespía ruso en Reino Unido.
Eso sí, los analistas estiman que la relación comercial entre Rusia y continente europeo continuará, a pesar de que la tensión podría continuar. De hecho, el país es uno de los principales proveedores de gas.
En 2017, Gazprom incrementó las exportaciones de gas a Europa hasta un nivel récord de 193.000 millones de metros cúbicos, pese a que países como Polonia y Letonia quieren reducir su dependencia.
Por otro lado, una posible amenaza para Putin es el probable fortalecimiento del bloque europeo, gracias al nuevo proyecto europeo que relanzará el presidente de Francia, Emmanuel Macron, junto a la canciller alemana Angela Merkel, quien fuera investida para un cuarto mandato.
La relación con la China de Xi Jinping, también supone un reto para Rusia y el mundo. En sí, según lo detallado en un informe de la Otan, la fuerza militar creciente de China y Rusia planteará desafíos para la alianza transatlántica en los próximos años.
En un primer pronóstico, las medidas de la Otan —para reforzar sus capacidades— podrían desencadenar una nueva carrera armamentista al estilo de la Guerra Fría.