Humanidades

Inés Enríquez: luchadora de los derechos de la mujer

Enfrentamos una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, con el desafío de consolidar las transformaciones que se han ido consiguiendo gracias al trabajo de movimientos feministas y lo que significa para nuestra sociedad la participación paritaria tanto en la convención constitucional como en el gobierno próximo a asumir. En este escenario, la figura pionera de Inés Enríquez Frödden adquiere protagonismo por lo que representa para nuestra sociedad.

Por: Diario Concepción 06 de Marzo 2022
Fotografía: Cedida

Ximena Cortés Oñate
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Ha pasado casi un siglo desde la obtención en Chile del sufragio femenino (1934 para las elecciones municipales y 1949 para las parlamentarias y presidenciales) pero, pese al importante cambio político cultural que este hecho marcó en nuestra sociedad, la presencia de las mujeres en diversas dimensiones del espacio público es aún un proceso en tránsito.

“El camino de las mujeres en la política no ha sido fácil. Por el contrario, ha sido una lucha constante de los movimientos de mujeres y, particularmente, los movimientos feministas, por ir corriendo los cercos que el sistema político ha instalado y que dificultan la participación femenina”, sostiene la historiadora y Doctora en Estudios Americanos, Alejandra Brito.

A su juicio, el siglo XX fue donde se alcanzaron logros significativos como el mayor ingreso de las mujeres en el campo educacional, laboral formal, cultural y de participación política en distintos sectores, incluso en ciertos momentos se crearon partidos políticos solo de mujeres.
Profesora titular de los departamentos de Sociología y de Historia de la Universidad de Concepción, e integrante de la Red de Historiadoras Feministas, Brito asegura que, pese a haber logrado, en 1949, el derecho a voto pleno y una participación política en todos los niveles, las dificultades socioculturales siguieron manteniéndose.

“La participación política de las mujeres ha sido un proceso lento, con ciertos momentos de mayor presencia, pero aún hoy hay muchos espacios donde estamos al debe. Por ejemplo, en la representación parlamentaria”, señala.

Alejandra Brito

La ley de cuota de género, aprobada en 2015, establece cuotas de entrada donde, en la presentación de las listas de candidaturas, un sexo no podía sobrepasar en más del 60% al otro. Eso, según Brito, fue leído por los partidos políticos como que las listas parlamentarias deberían llevar un 40% de candidatas mujeres. Las elecciones parlamentarias de 2017 fueron las primeras que se realizaron bajo esta norma y, dice, en esa ocasión hubo dificultades por parte de algunos partidos para llenar ese cupo. “Se llegó a plantear que no había suficientes mujeres”.

Sin embargo, la historiadora destaca que, en el proceso constituyente, la lógica fue distinta. “La elección de la convención constituyente del año pasado se construyó en un espacio de participación más igualitaria. La paridad en la Convención Constitucional no fue de entrada, sino de salida, lo que obligó a los distintos conglomerados y organizaciones que presentaron listas, a buscar candidatas que fueran competitivas y, el sistema que tanto se criticó – porque supuestamente iba a desfavorecer a hombres capaces que ganaran legítimamente para poner a una mujer -no fue así. De hecho, la corrección de la paridad funcionó más en beneficio de los hombres que de las mujeres”, dice.

“No lugar”

Para Brito, uno de los principales obstáculos que enfrentan las mujeres al momento de participar políticamente es una concepción del espacio de deliberación política como un espacio masculino, por lo tanto, dice, para las mujeres se constituye en un “no lugar”.

Eso sería como “un espacio que no nos pertenece y el cual se ha organizado en función de las demandas, los tiempos y las necesidades de un sujeto, llámese ciudadano, que se construye teóricamente y, se instala en el imaginario social como un sujeto varón. Por lo tanto, el primer obstáculo tiene que ver con romper esa mirada androcéntrica del poder y posicionarse en un espacio que de entrada se presenta hostil”.
Otro elemento relevante que menciona es el juicio que recae sobre las mujeres que transgreden los espacios que les han sido asignados y que se conciben como propios de acuerdo con el entramado social que se ha construido; es decir, el espacio doméstico reproductivo.

Eso, señala, implica dificultades para conciliar responsabilidades familiares y domésticas con el quehacer político y lleva consigo el estar sometida de manera permanente a un juicio de valor en torno a como su condición de mujer influye en sus decisiones políticas. Eso se convierte en un valor negativo solo para las mujeres, ya que “los hombres pareciera que no tienen género, por lo tanto su condición de varones no influiría en sus decisiones en el ámbito político. En cambio, en el caso de las mujeres, hay una delgada línea que es transgredida constantemente para observarla desde su condición de mujer primero y después como política”.

En términos más cotidianos, dice Brito, es “indudable que la forma de hacer política es muy masculina, muchas de las decisiones no se toman en los espacios políticos formales y tienden más bien a concentrarse en espacios de homosocialidad, llámese el bar, el club social, etc. Todos estos espacios que culturalmente le han sido vedados culturalmente a las mujeres”.

En ese escenario es destacable la presencia de mujeres, en distintas épocas, que han logrado sortear esa realidad e impactar el devenir femenino en el espacio público.

Inés Enríquez Frödden fue una de ellas; abogada, egresada de la Universidad de Concepción, en 1939, se transformó en la primera parlamentaria en la historia de Chile, además de ser la primera mujer a cargo de una Intendencia en nuestro país.

“Agradezco la designación con que me han honrado los honorables colegas, y la acepto como un homenaje a la mujer chilena”, afirmaba Inés Enríquez, al asumir en la Cámara de Diputados, en 1953. Se instalaba así en el Congreso, donde estuvo hasta el año 1969.

El doctor en Historia y profesor titular de la Universidad de Concepción, Armando Cartes, destaca los múltiples méritos de Inés Enríquez. “Más allá de los cargos políticos que ocupó por vez primera, en su condición de mujer, como la intendencia y la diputación, su trayectoria es larga como luchadora de los derechos de la mujer. Participó en la Federación Chilena de Instituciones Femeninas, donde colaboró con Amanda Labarca y Elena Caffarena; en la Asociación de Mujeres Universitarias de Chile, entre otras organizaciones que promovían el rol de la mujer en la sociedad y la vida pública. Su mayor mérito fue abrir espacios, desde provincia y mostrar que, más que posible, era necesaria y justa la incorporación de la mujer”, sostiene.

Armando Cartes

Adelantada a su época

La Doctora en Historia, Gina Inostroza, siente que la figura de Inés Enríquez ha sido poco visibilizada. “Como historiadora y además feminista me interesa visibilizar la genealogía de las mujeres en su generalidad”, señala la historiadora que destaca que, para que hoy las mujeres pudieran estar presentes en la vida política, la vida educacional, en todos los ámbitos de lo público, se necesitó una lucha anterior de otras muchas mujeres que, incluso hoy, permite que se esté hablando de una agenda feminista en el nuevo Gobierno o en la Convención Constituyente.

Gina Inostroza

Por eso lamenta que no se conozca tanto de la figura de Inés Enríquez, a quien considera una adelantada a su época, y que no solo tuvo que pelear contra el hecho de ser mujer, sino que además el estar fuera del centro de las fuerzas de poder.

“Inés Leonor Enríquez Frödden fue una mujer política, abogada luchadora de diversos derechos entre ellos de las mujeres, los niños y niñas. Como una mujer adelantada a sus tiempos, le tocó vivir las discriminaciones de género por su calidad de mujer al interior de los partidos políticos. Además, en la época donde ella comienza a militar, en los años 30, y posteriormente asumiendo su cargo, fue discriminada por su condición de divorciada”, recuerda Inostroza.

Enfrentar de esta manera a una comunidad conservadora en lo moral, a pesar de que se tratara de partidos políticos que podrían tildarse de liberales, más progresistas, marcó siempre a Inés Enríquez con esa rúbrica de ser una mujer que se divorcia; es decir, señala la historiadora, “deja la familia, que era el sostén de toda la sociedad, y representa un cargo público”.

“Ella nace a comienzos del siglo XX dentro de una familia de profesionales, lo que va marcando en el tiempo su adscripción al radicalismo y su pertenencia al mundo masónico. De ahí surgieron varias generaciones de los Enríquez y también los Frödden, de hombres y mujeres destacadas por su participación política en diferentes espacios, movimientos y partidos. Hay que recordar que Inés Enriquez fue tía de Miguel, uno de los fundadores del MIR, Movimiento de Izquierda Revolucionario”, señala Inostroza.

Inés Enríquez ejerció en política cuando ese espacio estaba prácticamente prohibido para las mujeres en Chile. Su ingreso al Partido Radical se produjo en 1935, cuando las mujeres en este país no tenían la ciudadanía completa. “Recién en ese año se permite que voten en las elecciones municipales. Faltarían 14 años para que, gracias a la lucha del movimiento feminista se obtuviera el derecho a ser elegida y elegir una ciudadanía plena en 1949. Entonces, ella comienza en una época en que era difícil estar en el mundo político para la mujer. No era parte de las invitadas”.
Sus intereses siempre transitaron entre los ámbitos social y político, participando en organizaciones sociales y sindicales. “Algo que no se menciona mucho es que Inés Enríquez fue destacada como directora honoraria de la Sociedad de Socorro Mutuo Ilustración de la Mujer, de Concepción. Una sociedad que data de finales del siglo XIX, donde las mujeres, esposas de miembros de otras sociedades de socorros mutuos, podían socializar y también velar por sus derechos”, señala la historiadora, entre otros muchos ejemplos.

Por todo este trabajo como abogada y como participante en estas organizaciones y movimientos, Inés Enríquez era una figura reconocida en la ciudad de Concepción e, incluso, más allá.

”En 1950 la tenemos en acción dentro de la provincia de Concepción, como la primera mujer nombrada Intendenta. Al año siguiente hubo una situación de coyuntura política: fallece el diputado radical por Concepción, Ángel Muñoz, y había que cubrir ese cargo. Esto significó que, dentro del mundo radical, apostaran por una mujer y, en especial, por Inés Enríquez. Ello no estuvo exento de problemas pues, desde las trincheras del Partido Conservador, la Falange Nacional y los Liberales pusieron en entredicho esa postulación, dada su condición de mujer divorciada. Hubo campañas de prensa aludiendo a lo impropio de que una mujer de estas características representará una ciudadanía eminentemente católica. En el diario La Patria, que era de gran circulación en la zona en 1951, ella tuvo que salir a responder cuáles eran sus valores y cómo iba a representar a una ciudadanía que era eminentemente católica. Dijo: `vengo de un hogar modelo donde el cariño, el afecto y la preocupación por servir a los semejantes, fue una norma´”, comenta Inostroza.

La historiadora menciona que ahí se puede ver cómo, aún a mediados del siglo XX, hablar de divorcio era algo bastante tabú. “De hecho, el Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH), había ya presentado el tema del divorcio y también del aborto como algunos de los derechos que permitían a la mujer tener autonomía”, dice.

Ley de divorcio

En 1952, cuando por primera vez las mujeres votaron en una elección presidencial en Chile, sólo el 30% del electorado estaba constituido por mujeres. Con esa minoritaria representación política, que se eligiera una diputada, era un gran logro.

Inés Enríquez cumplió hasta 1953 su período representando la 17ª agrupación departamental, que reunía a Concepción, Talcahuano, Tomé, Yumbel y Coronel. “Gracias a sus logros y a su afán, y también por su interés por seguir en este mundo de representación política, en 1957 va a elecciones y sale electa pero, en este caso, por la 22ª agrupación departamental de Valdivia, La Unión y Río Bueno. En 1965 nuevamente es elegida, hasta 1968”.

La historiadora destaca entre las acciones más relevantes de su labor como diputada, las mociones en pro de mejorar la condición y situación de la mujer chilena: la Ley 11.051 que estableció normas de pago de asignación familiar, algo vigente hasta el día de hoy; la ley 14687, sobre modificación de otra ley sobre la jubilación de la mujer de empleada particular. “Es decir, estuvo también preocupada de estas trabajadoras de casa particular y que tuvieran derecho a jubilarse, algo que no existía con anterioridad”.

La Ley de Divorcio, presentada en 1958, fue otro tema que impulsó. “Tuvieron que pasar muchas décadas para que llegara a ser una ley en Chile, pero ella ya en esa época estaba planteándolo. En 1958 entregó un proyecto redactado con la colaboración de un ex rector de la Universidad Concepción, David Stitchkin, y al hacer la presentación argumentó que esto era un paso moralizador y no desquiciador de la familia chilena”, señala.

Para Inostroza, sin lugar a duda “ella abrió el camino para que otras congéneres se integraran al mundo público, en el cual se han tomado siempre las decisiones vitales para el devenir de todas las mujeres. Ella nos demuestra que, a pesar de la pertenencia a un partido político, pudo realizar acciones a favor de las mujeres. Los partidos políticos siempre han sido organizaciones instaladas en un mundo público que, históricamente, ha pertenecido a instancias masculinas basadas en un referente filosófico de la ilustración y, en mayor medida, a los temas y los intereses en una modernidad. Esta idea que lleva en sí la modernidad, la autonomía, la libertad y la igualdad de derechos, no se concibe asociada a una práctica que permitiera, en los años 50, a las mujeres en Chile participar plenamente. De allí la importancia de la presencia de las mujeres en el mundo público y, en este caso, el mundo político”.

Cartes coincide en el sentido de que, para él, Inés Enríquez mostró con su ejemplo que el género no era tema para realizar campañas, asumir responsabilidades y ejercer un liderazgo. “Recorrió los caminos de barro de la provincia de Valdivia, manejando ella misma una camioneta, para ganar a pulso una diputación, que luego se repetiría. Encabezó las celebraciones del Cuarto Centenario de Concepción, en 1950, con gran brillo. Su mayor aporte, en mi opinión, es liberar, con su ejemplo, de prejuicios a la sociedad y mostrar, a las mujeres en particular, que tenían derecho, no solo a elegir, sino a ser elegidas y realizar su potencial, superando las trabas y el conformismo”.

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