Humanidades

El cine de Raúl Ruiz y su particular lenguaje

El cine de Raúl Ruiz es uno de los más originales en la cinematografía nacional e internacional. Filmada en 1967 por el mismo Ruiz, pero inconclusa por falta de financiamiento, El tango del viudo y su espejo deformante fue su primera película, la que pudo ser terminada recientemente gracias a la cineasta Valeria Sarmiento, la productora de cine Poetastros, con el financiamiento del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, y la Universidad de Concepción. Su estreno se realizará el 29 de noviembre en el Teatro Universidad de Concepción. Cuatro especialistas hablan aquí de la vigencia de la obra de Ruiz y el proceso de recuperación del filme.

Por: Diario Concepción 31 de Octubre 2021
Fotografía: Captura

Ximena Cortés Oñate
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El cine experimental de Raúl Ruiz nace de una incesante reflexión sobre los modos narrativos cinematográficos. Con más de 100 obras de teatro, otras tantas películas de su autoría o a pedido de familias, poemas y ensayos, era un autor prolífico que exploraba una polisemia visual que le otorgó un sello propio y potente en la historia fílmica nacional.

Para la actriz y cineasta Chamila Rodríguez, Raúl Ruiz es el realizador chileno con mayor reconocimiento en el cine mundial. Es destacado, dice, entre los creadores que más han aportado al pensamiento y la experimentación del cine de todos los tiempos. “Filmó más de 120 películas, iniciando las fundamentales aquí en Chile; películas que marcaron su extraordinaria filmografía, como El tango del viudo y su espejo deformante, Tres Tristes Tigres, Palomita Blanca, Ahora te vamos a llamar hermano, entre otras”, sostiene Rodríguez.

“Raúl Ruiz es el realizador chileno con mayor reconocimiento en el cine mundial, destacado entre los cineastas que más han aportado al pensamiento y la experimentación del cine de todos los tiempos”. Chamila Rodríguez

Hasta el momento se han encontrado y resguardado más de 100 obras de teatro escritas por Raúl Ruiz, más de 200 poemas y cuentos, y varios libros. Rodríguez señala que en su proceso creativo fue clave su experiencia artística en Concepción junto al TUC. “Es la esencia del teatro hacia su cine de vanguardia, e independiente”, dice la actriz.

Raúl Ruiz llegó a Concepción a principios de 1960. La académica Patricia Henríquez recuerda que ese fue un “período de diálogo y crecimiento exponencial de las artes teatrales, musicales y literarias, como resultado de una política institucional universitaria que trazaba los primeros lineamientos para generar en este territorio un polo de desarrollo cultural que repercutiera en la comunidad local, nacional e internacional”.

Patricia Henríquez: “Raúl Ruiz fue seleccionado el año 1961 para participar de la segunda versión del Taller de los diez. Fue ese año en que, junto con dedicarse exclusivamente a la escritura, participó de los talleres de dramaturgia organizados por Pedro de la Barra, considerado hasta el día de hoy el padre del teatro chileno”.

La Dra. Henríquez es directora del Departamento de Español de la Universidad de Concepción, coordinadora del Grupo Lenguajes Escénicos/Teatro, y docente e Investigadora en teatro chileno y latinoamericano. Según ella, en Concepción Raúl Ruiz experimentó la ciudad, sus lugares y afanes en un tiempo en que los y las artistas del área de la visualidad y de la musicalidad se encontraban interactuando intensamente a propósito del quehacer del Teatro de la Universidad de Concepción, TUC.

“Ese es el tiempo en que, por ejemplo, Julio Escámez es invitado a crear el diseño escénico de la obra El pájaro azul, de Maurice Maeterlinck, montada por el TUC y dirigida por Nelson Villagra en 1960; en que Albino Echeverría es invitado a diseñar y confeccionar el mobiliario de 2 obras escenificadas por el elenco universitario en 1958: La voz de la tórtola, de John van Druten, y Una mirada desde el puente, de Arthur Miller, ambas dirigidas por Gustavo Meza”, dice Henríquez.

En este contexto de acercamientos armónicos y fructíferos de los lenguajes visuales, musicales y escénicos, la literatura también se dio cita en el campus de la Universidad de Concepción. “Cuando Raúl Ruiz llegó a la ciudad, en 1960, aquí ya habían tenido lugar tres encuentros de escritores, auspiciados y patrocinados por la institución”, recuerda.

Con ella concuerda Rodríguez, para quien la cercanía con actores como Luis Alarcón o Delfina Guzmán, inciden en el lenguaje escénico y, posteriormente, en la cinematografía de Raúl Ruiz.

Del teatro al cine

Si bien el terremoto de 1960 generó una catástrofe de proporciones en gran parte del sur del país, también contribuyó a que instituciones nacionales y extranjeras apoyaran con recursos el desarrollo cultural que se había iniciado avanzada la década de 1950. Henríquez menciona, por ejemplo, la inauguración de actividades del Taller de los diez, patrocinado y auspiciado por la Fundación Rockefeller y el Directorio de la Universidad de Concepción y diseñado por Fernando Alegría, Braulio Arenas, Alfredo Lefebvre, Gonzalo Rojas y Sergio Vodanovic.

Raúl Ruiz fue seleccionado el año 1961 para participar de la segunda versión del Taller de los diez, junto a Luis Vuilliamy, Efraín Barquero, Jaime Valdivieso y Juan Guzmán Améstica. Fue precisamente ese año en que, junto con dedicarse exclusivamente a la escritura, participó de los talleres de dramaturgia organizados por Pedro de la Barra, considerado hasta el día de hoy el padre del teatro chileno”, dice la académica.

A su juicio, ese fue también el momento inaugural de una larga amistad con quienes lideraban el Teatro Independiente Caracol, fundado en 1960 por José Chesta. “Dúo fue la obra que Raúl Ruiz escribió en el marco del Taller de los diez, obra que posteriormente fue puesta en escena en Santiago por la Compañía de Los Cuatro, integrada por Humberto, Hugo y Héctor Duvauchelle, y Orietta Escámez”, señala Henríquez.

En 1962 Ruiz entregó la obra El niño que quiere hacer las tareas al Teatro Caracol; en la obra, dice Henríquez citando a la investigadora Claudia Darrigrandi, se aborda “la realidad social chilena urbana de ese momento…(especialmente) la intimidad del hogar”.

“En esta obra, la vida familiar se ve deteriorada producto de la incomunicación, la pérdida de sentido y la soledad llevadas al extremo, condiciones que llevan al protagonista de la historia, el Niño, a pasar de la búsqueda de ayuda para `hacer las tareas´ a declarar que `no quiere hacer las tareas´. La trama, aparentemente sencilla, oculta una devastadora crítica al sistema educativo y, fundamentalmente, al sistema familiar burgués en el que, como en parte importante de la dramaturgia del período, se hace visible la crisis de la familia producto de la preocupación por el éxito económico”, explica Henríquez.

La historia, agrega la investigadora, no deja de mostrar con el rabo del ojo acciones de fondo, anticipando la técnica del desencuadre, que desarrolla magníficamente en gran parte de su propuesta cinematográfica.

“En esta obra, el espectador es conducido a prestar atención a las acciones centrales como a lo que está pasando en el fondo. Así, tal como lo plantea el mismo cineasta, `esto de que los elementos accesorios pasen a ser importantes, produce la sensación de que todo es lo mismo´. En la obra, las escenas críticas de las relaciones familiares disputan la atención con otras en las que los personajes transitan por el escenario ocupados/as de asuntos sin importancia”, dice Henríquez.

En ese sentido, sostiene que las elipsis que marcan poéticamente la obra de Ruiz están también aquí presentes “para desencadenar una serie de situaciones extrañas, en las que las imágenes verbales son centrales para definir la intimidad de esta familia de clase media”.

El espejo deformante

El cine de Ruiz debe ser uno de los más originales en la historia del arte, señala Fernando Venegas, master en Cine Documental y subdirector de Comunicaciones UdeC. A su juicio, uno de los aspectos más relevantes de su cine es que se resiste al conflicto central, a esa idea que instala la mayoría de las cintas de que el mundo existe en una armonía, hasta que aparece una fuerza opositora que lo desestabiliza y una o un protagonista luchará para re-armonizarlo.

Fernando Venegas: “Ruiz creaba películas que son un constante descubrimiento, al mismo tiempo que abandona la figura paternalista del director de cine que toma de la mano a la audiencia, ya que sus narrativas son más abiertas, necesitan mayor interpretación, por tanto, necesitan de un público activo”.

“En el caso de Ruiz, él desafía esta impronta, tal vez porque ve al mundo no como un espacio de armonía o bien porque es un rebelde. Podrían ser ambas razones o ninguna, pero lo cierto es que su cine se desmarca de esta máxima, lo que abre infinitas posibilidades de esta forma, creando películas que son un constante descubrimiento, al mismo tiempo que abandona la figura paternalista del director de cine que toma de la mano a la audiencia, ya que sus narrativas son más abiertas, necesitan mayor interpretación, por tanto, necesitan de un público activo”, dice.

Cuando la cineasta Valeria Sarmiento conoció a Raúl Ruiz, él acababa de terminar su primer largometraje Tres Tristes Tigres. Sin embargo, había un filme anterior que, le contó, habría quedado inconcluso por falta de medios.

“Nunca llegué a ver su Tango del viudo sino hasta después de su muerte”, dice Sarmiento. Ello ocurrió cuando hallaron, en las bodegas de un cine antiguo de Santiago, los copiones perdidos; es decir, el material revelado y copiado, sin editar.

Fueron sólo siete rollos los encontrados. Faltaba el primero y se disponía nada más que de la imagen, pero sin el sonido. “Mi primera impresión ante aquellas imágenes fue la de ver sólo fantasmas: gran parte de aquellos actores habían fallecido”, dice Sarmiento y asegura que fue esa la sensación que, pensó, se debía privilegiar en la película.

Fue así como comenzó a abordar la tarea de recuperar el filme. “Eso me sugería que no sería cuestión de hacer de todo ese material un filme realista. La música debía ser contemporánea y dejar así en evidencia, por contraste, el descalce con la época de su filmación”, dice Sarmiento.

Para resolver el tema del sonido y poder descubrir qué decían los actores en sus diálogos, pidieron colaboración a especialistas que sabían leer los labios: un grupo de mujeres sordas.

No era el único desafío que debía enfrentar la cineasta. Con el material encontrado debía saber cómo abordar la historia, ¿qué habría hecho Raúl? Ahí surge el “espejo deformante”.

“Recordé que él siempre quiso hacer un filme que, por un lado, presentara las imágenes en sentido normal y que, por otro, éstas pudieran ser vistas en sentido contrario”, dice. Eso solo lo había podido hacer en un pequeño ejercicio para un programa experimental efectuado en el INA, Institut national de l’audiovisuel, donde trabajó durante su exilio en Francia.

“Es el momento, me dije entonces, de poner en obra el espejo deformante que Raúl quería realizar, a través de una historia contada al derecho y con el esbozo de una segunda historia consistente en dejar la impresión que es aquella primera que se mira a través de un espejo deformante. Tal es la aventura de este filme”, explica Sarmiento.

Filme construido en dos épocas

Ruiz definió la trama de la película con las siguientes palabras: “La historia gira en torno a un hombre cuya mujer se suicida, y después se le aparece como un fantasma. El fantasma lo sigue por todas partes, debajo de la cama, debajo de las mesas… A fuerza de frecuentar al fantasma, el hombre comienza a parecerse a él, en un espiral en el que descubrimos que nunca estuvo casado, y que se trata simplemente de un desdoblamiento de personalidad y un juego esquizofrénico”.

Esta película inconclusa del cineasta, filmada en Santiago en 1967, fue entonces retomada por Sarmiento y, para poder terminarla, se contó con el financiamiento del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, la Universidad de Concepción y la productora de cine Poetastros. Se convierte así en un filme de dos épocas, con dos directores, y todo el mundo de Ruiz por mostrar.

Luego de un arduo trabajo de años, Poetastros, junto a Valeria Sarmiento, han repatriado, rescatado, reconstruido y finalizado dos importantes películas de la etapa chilena de Raúl Ruiz, las que quedaron huérfanas en su tiempo por falta de recursos. Ambas se estrenaron mundialmente en Festivales Internacionales, clase A, en Europa: La telenovela errante, en Locarno 70º y El tango del viudo y su espejo deformante, en Berlinale 70º. El tráiler de la película puede verse en https://youtu.be/Parwui4QMnw.

“Hoy nos encontramos trabajando para finalizar la tercera película de esta Trilogía Ruiz-Sarmiento: El realismo socialista, filme que quedó inconcluso también por falta de dineros. Llevamos unos años postulando la película al Fondo Audiovisual del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y han rechazado, más de cuatro veces, el rescate y finalización de este film fundamental. Pese a que este 2021 tampoco conseguimos fondos para su post producción, ya teniendo un corte de montaje, diseño sonoro y música original, todo dirigido por la cineasta Valeria Sarmiento, seguimos…. porque hemos decretado finalizarla”, dice Rodríguez quien, junto a Galut Alarcón (montajista y director), están detrás de Poetastros.

Valeria Sarmiento: “Mi primera impresión ante aquellas imágenes fue la de ver sólo fantasmas: gran parte de aquellos actores habían fallecido. Fue esa misma sensación, me dije entonces, lo que en adelante había que privilegiar”.

En su tarea por terminar El tango del viudo y su espejo deformante, la productora de cine se acercó a la Universidad de Concepción en la búsqueda de apoyo. “Ahí conversamos que fue el primer largo que filma Ruiz, que estuvo perdido décadas hasta que se encontraron las latas con el material en un cine en Santiago. Solicitaban apoyo económico para poder terminarla y la película tenía la particularidad que su elenco estaba compuesto, mayoritariamente, por actores que fueron parte del TUC, como Delfina Guzmán, Luis Alarcón y Shenda Román”, recuerda Venegas.

Ese importante vínculo con la Universidad de Concepción, sumado a la importancia de Ruiz en la escena del cine mundial, “impulsó a aportar y así la UdeC se hizo parte de este proyecto”, dice el subdirector de Comunicaciones.

El mismo Ruiz alguna vez se refirió a las vicisitudes que lo llevaron a no tener financiamiento para realizar el doblaje del film: “Será el mañana quien se ocupe de hacer sonar esta película que hoy se guarda muda”, dijo, adelantándose a lo que ocurriría medio siglo más tarde.

Innegablemente chileno

A juicio de Venegas, además de títulos como Palomita Blanca o Tres Tristes Tigres, que son recurrentes en listas de lo más relevante de nuestro cine, la exploración de la chilenidad que realiza Ruiz es muy destacable.

“Primero, porque se aleja de la mirada costumbrista que muchas veces cae en la caricatura folclórica, pero además es una exploración a nuestra idiosincrasia profunda, a la forma en que operamos como sociedad y como nos comunicamos, a través de una puesta en escena caótica y a ratos absurda”, sostiene.

En ese sentido, dice Venegas, lo que más llama la atención es su retrato del lenguaje. “Los diálogos de Ruiz, a veces inconexos, otras veces inconclusos, son innegablemente chilenos y reflejan también nuestra realidad. Esa constante incertidumbre en la que vivimos, como habitantes de este rincón del planeta. Es algo muy presente en cintas como la ya mencionada Tres Tristes Tigres, donde los diálogos son reflejo de la exploración de los espacios urbanos que realizan los tres personajes, oscuros, de una lógica desestructurada, atemporales, precarios, pero siempre interesantes”.

Venegas menciona además La Telenovela Errante, donde un taller de actuación de Ruiz lo transforman en un relato unificado, “gracias al genio también de su editora, Valeria Sarmiento, que juega con esta suerte de irrealidad, de espacio melodramático que es muchas veces nuestro país. Sin ir más lejos, luego de un estallido social, hoy Chile tiene a una persona de ultraderecha encabezando las encuestas para presidente, que más absurdo e irreal que eso, cuánta razón tenía Raúl Ruiz”.

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