Humanidades

Buscar la felicidad nos puede hacer infelices

Frente a lo que algunos califican de tiranía de la felicidad y a la ausencia de una definición universal del concepto, especialistas reflexionan sobre la felicidad como objetivo en nuestras vidas y explican hasta qué punto ello puede ser perverso y contrario a lo deseado.

Por: Diario Concepción 27 de Junio 2021
Fotografía: Archivo

Por Ximena Cortés Oñate

Mientras para el poeta Jorge Teillier, la felicidad “no es sino un leve deslizarse de remos en el agua/(…) breve como el sueño del aromo derribado,/ o el baile de la solterona loca frente al espejo roto”, el filósofo actual Byung-Chul Han denuncia al imperativo “sé feliz” como “la nueva fórmula de dominación” y sostiene que “la positividad de la felicidad desbanca a la negatividad del dolor”.

Definir felicidad es una tarea compleja y profunda. Además, como sostiene el filósofo Ignacio Miralbell, “las personas somos muy distintas, de manera que lo que nos hace felices es diferente en cada caso, y no es fácilmente universalizable”.

Profesor de filosofía de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, Miralbell señala compartir con Aristóteles la tesis de que todo ser humano aspira legítimamente a ser feliz, a la “eudaimonia” (buen espíritu, el espíritu pleno). “Todos los seres humanos queremos sentirnos satisfechos, realizados, contentos con la vida que tenemos. El punto es cómo lograrlo”, señala.

Ignacio Miralbell: “Ser positivo, tratar de enfocar la mente en las experiencias, situaciones y personas que a uno le hacen sentir bien y no darles tanta atención a las otras, me parece sano y conveniente. Incluso es una práctica espiritual milenaria del budismo, llamada `mente selectiva´”.

Al respecto, menciona a Lou Marinof quien, en su libro “El ABC de la felicidad“, señala cómo coincidieron Aristóteles, Buda y Confucio “en sugerir que el camino para alcanzar ese estado era el `término medio´, el `camino medio´ o el `punto de equilibrio´ en todas las dimensiones y actividades de la vida: por ejemplo, entre libertad individual y compromiso social, entre trabajo y ocio, entre sentir y pensar, entre derechos y deberes, entre el yin y el yan, etc.”.

El sicólogo Félix Cova concuerda con que se trata de un término que tiene muy diferentes significados en distintos contextos culturales y para cada persona. No obstante, se manifiesta convencido de “que el interés por la felicidad es consustancial a los seres humanos”.

“El ser humano, al ser consciente de sí mismo, está obligado a darle un sentido a su vida y a preguntarse cómo quiere que ella sea. En ese contexto, aparece el anhelo de una vida plena, satisfactoria, recompensante, feliz. La felicidad es un anhelo intangible y casi imposible de definir, pero que, de alguna manera, está presente siempre en toda vida humana. Otra cosa es que este anhelo se ha hipertrofiado y distorsionado en la sociedad actual”, señala el director del Doctorado en Sicología.

Félix Cova: “La felicidad es un anhelo intangible y casi imposible de definir, pero que, de alguna manera, está presente siempre en toda vida humana. Otra cosa es que este anhelo se ha hipertrofiado y distorsionado en la sociedad actual”.

Desde la sicología, siempre la felicidad se conecta con el concepto de bienestar. La sicóloga Loreto Villagrán explica que se debe distinguir entre el bienestar hedónico y el bienestar eudaimónico.

“El primero de ellos está vinculado con el `placer´ en la vida, por lo que se habla de satisfacción vital; es decir, si me gusta la vida que llevo y la presencia de emociones positivas asociadas. Esa es la definición más convencional o compartida de la felicidad”, señala la profesora del departamento de Sicología de la Universidad de Concepción.

Loreto Villagrán: “Existe una idea de que la felicidad se basa en el cumplimiento de modelos con ciertos atributos de éxito o atractivo definidos por la cultura o sociedad donde nos desenvolvemos, y nos sentimos presionados a ir hacia allá”.

La también coordinadora de la Unidad de Apoyo a Personal Universitario, UdeC, agrega que el bienestar eudaimónico “es más sicológico y en él se plantea que la vida sea desafiante y que las personas puedan lograr autorrealizarse, porque tienen metas que alcanzar”.

En síntesis, sostiene, “desde la eudaimonia, lo que se propone es que se debería alcanzar el máximo potencial personal mediante la realización de las personas. En cambio, desde el hedonismo, el bienestar es más desde el placer, con un predominio de emociones positivas desde donde las personas satisfagan sus necesidades y eviten las experiencias que podrían ser más dolorosas”

Ese estado de plenitud o satisfacción que, en el lenguaje corriente, entendemos como felicidad es, a juicio de Diana Aurenque, muy subjetivo. “La filosofía, por su parte, que intenta ofrecer conocimientos fundados y no simples opiniones particulares, ha ofrecido diversas formas de comprender la felicidad, pero casi todas en el contexto de una reflexión parte de la filosofía moral”, señala la directora del Departamento de Filosofía de la Universidad de Santiago.

Un ejemplo que propone dice relación también con Aristóteles, para quien la ética tiene por objeto guiarnos para alcanzar una buena vida; una vida feliz. “Y esa felicidad (eudaimonia), nos dice Aristóteles, es posible de lograr si conducimos nuestras vidas conforme al cultivo y desarrollo de nuestras potencialidades más nobles en tanto animales racionales. Es decir, quien viva una vida filosófica no solo será más sabio, sino también más feliz”.

Diana Aurenque: “Quizás, para ser felices, lo más importante es conocerse en los propios límites y posibilidades, y desde ellos construir las propias fortalezas y abrazar con coraje las carencias”.

Legítima aspiración

Estas visiones de bienestar tienen impacto en las personas a nivel individual y también social, incluso de instituciones y de gobierno. Villagrán explica que la visión hedónica, que busca alcanzar el placer a través de la emocionalidad positiva, y la visión eudaimónica, que busca una trascendencia a través de las acciones que voy a realizar y las metas que me pongo, de alguna manera, “también tiñe las concepciones de felicidad y bienestar que se tienen desde los gobiernos, pensando en si el bienestar y la felicidad son llevados desde la lógica de suplir las necesidades básicas, o se debería entender desde la lógica eudaimónica, de que las personas pudieran alcanzar el máximo de sus potencialidades y qué rol podrían tener las instituciones en esto”.

Para Cova, sin duda la sociedad y cultura neoliberal tiene que ver con la obsesión actual por la felicidad. “En nuestra época, en estos tiempos hipermodernos, como los llama Lypovetsky, este anhelo de felicidad se ha, por una parte, hipertrofiado y, por otra, distorsionado”, señala.

El sicólogo explica que la hipertrofia se debe a que, de ser un anhelo humano entre otros, se ha transformado a la felicidad en el valor central, como si fuera lo único importante en la vida humana.

Sobre eso, detecta tres problemas: “por una parte, no es el único valor relevante de la vida. El esfuerzo, la justicia, la persecución de ideales, el compromiso, son ejemplos de otros tantos valores que son tan importantes como la felicidad y que pueden resultar opacados por ella. Por otro lado, la atención desmedida a la felicidad, puede contribuir a negar o a considerar intolerables otras dimensiones de la vida que son inevitables, y que son también fuente de valor y significado: el sufrimiento, el dolor, el malestar, las pérdidas son también parte de nuestra existencia y parte de lo que le da sentido a ella”.

En tercer lugar, señala, “la atención a la felicidad es la atención a uno mismo, al individuo rey, de allí la relación que se puede hacer con el individualismo exacerbado de nuestras sociedades de capitalismo avanzado”.

En tanto, agrega, la distorsión es que estamos dominados “por una idea de felicidad muy simplista, asociada a logros materiales y a placeres. Sin embargo, la búsqueda de esos logros y de esos placeres muchas veces conspira contra el propio bienestar anhelado, porque no necesariamente es por allí que se encuentra. Pareciera que la felicidad también fuera un bien de mercado, y no lo es. Así, no es extraño que la búsqueda ansiosa de la felicidad pueda hacernos más infelices”.

En ese sentido, Villagrán sostiene que “veces se ve, sobre todo a través de la meritocracia, que poder alcanzar este estado de satisfacción o afectividad positiva, solo responde a habilidades y cualidades personales de perseverancia, de esfuerzo; algunas personas incluso hablan de `resiliencia´ (en la concepción popular que se tiene de este concepto); es decir, de resistir un poco el contexto, que es algo que también se ha visto ahora durante la pandemia”.

A su juicio, eso va en contraposición con la lógica que plantea que “los gobiernos y las instituciones deberían propiciar, de manera equitativa, que todas las personas tuvieran igualdad de oportunidades para poder desarrollarse”.

Esa es también, dice, “la lógica de los modelos cuando se habla del estado de bienestar de los países más desarrollados o cuando se habla del derecho al desarrollo, donde se plantea que se debería ir en pos de que las personas pudieran desarrollar todas sus potencialidades. Eso debería ser garantizado por los gobiernos”.

La sicóloga señala que ahora último “se ha posicionado la idea de que, muchas veces, la positividad puede llegar a ser tóxica. De eso por ejemplo habla el libro `Happycracia´, donde se plantea cómo se ha impuesto la idea de la felicidad como un estado a alcanzar de cualquier modo, lo que implica que debemos resistir cualquier cosa que nos pase”.

También, agrega, “hay una idea de que la felicidad se basa en el cumplimiento de modelos con ciertos atributos de éxito o atractivo definidos por la cultura o sociedad donde nos desenvolvemos, y nos sentimos presionados a ir hacia allá. Para ello, se nos motiva con todo este tipo de frases que circulan por internet, de que hay que insistir pasa lo que pase, cumplir todos los sueños, de que hay que volver posible lo imposible, etc., lo que tiende a culpabilizar más a las personas cuando no pueden dar el ancho a este tipo de modelos”.

En ese sentido, si bien valora el avance de la sicología positiva en términos de poder posicionar éstos como tema de investigación, condena lo que califica de “lógica de positividad mal entendida, por ejemplo, desde la autoayuda, que podría culpabilizar a las personas. Hay que estar atento a

esos consejos que podrían venir, quizá, desde una buena intención pero que desconocen que dentro de los determinantes del bienestar hay determinantes sociales y esos deben ser considerados y visibilizados”.

Para Miralbell, si bien la felicidad es una aspiración natural y legítima, y todo ser humano debiera enfocarse en ser feliz tratando de contribuir a la felicidad de sus semejantes, al bienestar social, se puede ver que el neoliberalismo “sesga” esta legítima y sana aspiración humana, “con un enfoque obsesivo en el `individualismo metodológico´ neoliberal (Von Hayeck), que exacerba y profundiza lo que Macpherson denomina `individualismo posesivo´ del liberalismo clásico”.

Este individualismo, dice, “descuida, olvida o relega a un puro barniz retórico la dimensión social, relacional, comunitaria de las personas, y lanza a cada uno a su `self-interest´ y a la búsqueda de `beneficios´, éxito y status económico, sin consideración al bien común o bienestar general, ni a la justicia distributiva, ni al equilibrio ecológico, ni siquiera a su propio equilibrio sicológico”.

Esa exacerbación del individualismo es identificada por Cova como la causante de lo que califica de hipertrofia del legítimo interés por la felicidad en nuestras sociedades. “El individuo rey, desconectado de los demás y flotando sobre el mundo en que vive, y no inmerso en él, hace de sí mismo el objeto principal de interés y, por tanto, hace de su propio bienestar el objetivo central, encerrándose más aún en sí mismo. Esto comulga con una ideología neoliberal: la felicidad de cada cual es responsabilidad de uno mismo. O, en otra versión de ese neoliberalismo, pensar que la sociedad es la responsable de darme a mí felicidad”, señala.

La felicidad, un aderezo

Aurenque no está tan convencida acerca de que se pueda hablar de una obsesión por ser felices, sobre todo considerando las múltiples definiciones de felicidad, algunas de ellas vinculadas a otros conceptos como plenitud, bienestar, placer, entre otros. “Pienso que, en la actualidad, un porcentaje importante de la población quizás más que ser feliz -que tiene algo maximalista-, busca más bien no sufrir, no estar pasándolo muy mal, no estar desempleados, enfermos, etc”, dice.

Ahora bien, citando a Schopenhauer, la filósofa señala que, quizás, “una de las claves para evitar ser muy infelices, es no pretender ser felices. O, dicho de otra forma, si la felicidad está puesta en una expectativa externa, que no está en mis manos, lo más probable es que no tenga incidencia en ello y me frustre si no se cumple”.

Ahí, sostiene, se sufre más de las propias expectativas no satisfechas, que de la realidad misma. “Quizás, para ser felices, lo más importante es conocerse en los propios límites y posibilidades, y desde ellos construir las propias fortalezas y abrazar con coraje las carencias”.

En su libro “La sociedad del cansancio” Byun-Chul Han realiza una crítica al capitalismo tardío de hoy día, en el que muchos viviríamos en una suerte de autoexplotación, porque hemos internalizado la exigencia de “más productividad” y “más rendimiento”.

Miralbell se manifiesta de acuerdo con ello; no obstante, dice, “no estoy de acuerdo con que la causa sea un exceso de positividad. No lo creo. Ser positivo, tratar de enfocar la mente en las experiencias, situaciones y personas que a uno le hacen sentir bien y no darles tanta atención a las otras, me parece muy sano y conveniente. Incluso es una práctica espiritual milenaria del budismo que se llama `mente selectiva´”.

A su entender, “la causa de esta autoexplotación voluntarista hasta el cansancio es el énfasis que -por razones histórico-filosóficas y culturales bastante complejas- la sociedad `moderna´ pone en la `vida activa´, y específicamente en la acción como producción. Se descuida la `actividad inmanente´, interior, el enriquecimiento subjetivo mediante las experiencias de la vida, o se convierte todo eso a su vez en objeto de producción y consumo”.

Para Aurenque, habría que preguntarnos, y fundamentar, si hoy las personas de verdad sienten una “necesidad” de ser felices. “Quizás, muchos concuerdan con que quisieran serlo, pero hablar de necesidad es distinto. Es cierto que al ser humano no le basta el mero respirar o sobrevivir para ser pleno; pero también es posible que haya personas que, sin vivir en plenitud, desarrollando sus capacidades, estén conformes porque encuentran un sentido a su vida. Creo que esto último es lo realmente necesario; la felicidad, por su parte, es un aderezo a esto último”.

Libros recomendados

-La Felicidad de los chilenos: estudios sobre bienestar (Vol 1 y 2), varios autores. RIL Editores.

-Happycracia, Edgar Cabanas y Eva Illouz. Editorial Planeta, 2019.

-El ABC de la Felicidad, Lou Marinof. B De Bolsillo, 2017

-La Teoría Política del Individualismo Posesivo: de Hobbes a Locke, Crawford Macpherson. Trotta, España, 2005

-Conversaciones con Dios, Neale Donald Walsch. Cegal, España, 2020.

Etiquetas