Humanidades

Dolor y arte, narrar lo inenarrable

No existe un lenguaje artístico más adecuado para expresar el dolor, ya sea físico o malestar social. A través de conversaciones con especialistas se aborda aquí cómo la música y las artes plásticas permiten, de alguna manera, enfrentar la realidad del dolor, del sufrimiento.

Por: Diario Concepción 30 de Mayo 2021
Fotografía: Cedida

Por Ximena Cortés Oñate
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Gran parte de la existencia humana se sustenta sobre evitar el dolor, el propio y el de los demás. Evitar el dolor a los hijos, a los hermanos, a los padres. Huir del dolor, evadirlo, dejarlo a oscuras, escondido.

Sostienen algunos que nuestra sociedad padece de algofobia, un temor irracional al dolor. Según Byung-Chul Han, el popular filósofo surcoreano radicado en Berlín, la algofobia actual se basa en un cambio de paradigma. “Vivimos en una sociedad de la positividad que trata de librarse de toda forma de negatividad. El dolor es la negatividad por excelencia. Incluso la psicología obedece a este cambio de paradigma y pasa de la psicología negativa como `psicología del sufrimiento´ a una `psicología positiva´ que se ocupa del bienestar, la felicidad y el optimismo”, ha dicho el filósofo.

La crisis sanitaria nos ha enfrentado más visiblemente, como sociedad, al dolor, no solo físico por la enfermedad, sino emocional producto del encierro y la soledad. Pero antes el malestar social nos había enfrentado a otro dolor que, al mismo tiempo, provocó una reacción en la sociedad cuyos efectos aún estamos conociendo.

El filósofo Felipe Fuentealba concuerda con que cada vez más buscamos evitar el dolor. “Byung-Chul Han lo vincula con lo que él llama la sociedad del rendimiento, en la que el dolor no tendría cabida puesto que nos impide `rendir´. Si bien esto me parece cierto, creo que hay otras causas, quizás más importantes. Las redes sociales imponen también un estilo de vida en el que todos deberíamos ser siempre felices, vistiendo la mejor ropa, comiendo alimentos bellos y llevando una vida interesante”, sostiene.

Fuentealba es académico del departamento de Filosofía de la Universidad de Concepción y para él resulta curiosa esta situación porque, dice: “si llegara un ser de otro planeta y quisiera hacerse una idea de la humanidad a partir de las redes sociales, creería que somos todos felices. De modo que el dolor se oculta, no tiene cabida, no es atractivo visualmente”.

Felipe Fuentealba: “Hoy no es fácil darle un sentido al dolor, a diferencia de épocas dominadas por la religiosidad, donde el dolor tenía justificación, como ocurre en el cristianismo, que dice que si sufres en este mundo serás recompensado en el otro reino, tras la muerte”.

A su juicio, esto se enmarca en proyectos de vida en los que “no es fácil darle un sentido al dolor, a diferencia de épocas dominadas por la religiosidad, donde el dolor tenía justificación, como ocurre en el cristianismo, que dice que si sufres en este mundo serás recompensado en el otro reino, tras la muerte. El coronavirus lo que ha hecho es hacer más visibles estos rasgos que, de todos modos, no eran muy difíciles de detectar”.

Inenarrable

La expresión del dolor, del malestar, tiene en las artes visuales una manera de manifestarse más pública y directamente. El artista visual Claudio Romo ve eso también en sus alumnos quienes, frente a la crisis sanitaria, expresan el dolor a través de la sensación de empequeñecimiento de su contexto vital.

Romo, académico del Departamento de Artes Plásticas de la Universidad de Concepción, destaca la mirada que, sobre ese tema, desarrollaron los artistas que vivieron la Primera Guerra Mundial, produciendo un vuelco en la definición de la objetividad.

Claudio Romo: “El problema del dolor o de la agonía es que es inenarrable. ¿Cómo narras lo terrible?”.

Generando un cambio radical en la manera de mirar el mundo, la nueva objetividad nace en los años 20, en Alemania como arte provocativo, satírico, que enfatiza lo feo para exponer duramente la realidad impuesta por la guerra, la crisis económica alemana y la sociedad colapsada.

A juicio de Romo, el que mejor retrató el dolor en ese período es Otto Dix. “Su versión de la Primera Guerra Mundial en pintura y grabado es potente. Su obra La Guerra es un ejemplo de ello. Tampoco podemos olvidar a Picasso, con su Guernica”, dice.

El problema del dolor o de la agonía es que es inenarrable, sostiene el artista. “¿Cómo narras lo terrible?”.

La creatividad, la expresión artística, ayuda a satisfacer la antigua necesidad de dar sentido a la vida, a enfrentar el dolor y transformarlo en experiencia de crecimiento. La música también se esfuerza por dar forma y sentido a la experiencia de la realidad, aunque su comprensión es inherente a la estructura de cada obra.

“El dolor, como algo subjetivo, es interpretado por cada cual de maneras distintas. Al carecer de significado literal, en el caso de la música clásica, podemos asociar la música que escuchamos a dolores físicos corporales, o internos. Por una sensación mental llegamos a percibir musicalmente un sentimiento angustioso; el dolor interno del alma”, señala la flautista de la Orquesta Sinfónica de la UdeC, Gabriela Godoy.

Gabriela Godoy: “El dolor, como algo subjetivo, es interpretado por cada cual de maneras distintas. Al carecer de significado literal, en el caso de la música clásica, podemos asociar la música que escuchamos a dolores físicos corporales o internos”.

Para Carola Bravo, cada época y compositor habla desde sus posibilidades, sobre todo dentro de la estética y contexto en que se desarrolla. “Cada período se plantea en una realidad y recursos específicos, ya sea por las escalas utilizadas, el tipo de armonía, la relación con la tonalidad, además de los tipos de textura, agrupaciones musicales y el tipo de estructuras empleadas”, dice la académica del Departamento de Música de la Universidad de Concepción.

Carola Bravo: “El dolor nos aleja de la zona de confort, lo que generalmente se va a expresar también musicalmente saliendo de la zona de control y comodidad que se presentan en otras emociones”.

Bravo señala que “existen obras cumbres de la historia de la música que tocan o transmutan el dolor individual y nos guían a un estado de consciencia colectiva que puede llegar a ser muy espiritual y/o sanador. Lo mismo sucede en ritos o actos colectivos como la revolución cantada que pueden ayudar a generar vínculos humanos y una consciencia y tejido social con un poder energético importante y sanador”.

Con ella concuerda Godoy. “Al escuchar, por ejemplo, Lacrimosa de Mozart, o algunas operas de Puccini, como Madama Butterfly, o La Traviata, de Verdi, puede ser que te causen dolor por la relación que existe entre melodía y texto; pero todo ello es muy relativo dependiendo de las vivencias de cada uno. Hay compositores que te pueden hacer más o menos feliz”, señala la académica del Departamento de Música de la Universidad de Concepción.

Bravo, por su parte, explica que la interpretación del dolor, del malestar, desde la misma música, se grafica con gestos musicales que se asemejan a los orgánicos cuando nos aqueja el dolor. Es decir, “movimientos de contracción, descendentes en el caso que el tipo de dolor sea sicológico o interno, con gran uso de movimiento gradual descendente y ritmo lento y, con uso de agudos, saltos melódicos y dinámicas fuertes de manera de liberación explosiva frente a una expresión enérgica y extrovertida”, explica la académica.

A su juicio, el dolor nos aleja de la zona de confort, lo que generalmente se va a expresar también musicalmente saliendo de la zona de control y comodidad que se presentan en otras emociones. “La tensión expresiva, generalmente, se va a desarrollar a través del uso de disonancias armónicas o melódicas, tratando de producir inquietud en el espectador contemporáneo. Es por lo mismo que las estructuras, formas, colores, timbres y sonidos que se utilizan, de alguna manera rompen el equilibrio de su época, generando tensión y conmoción al auditor. Otro elemento a desarrollar son los efectos tímbricos en instrumentos o en voces cantadas”.

Territorios complejos

Cada época ha interpretado el dolor de modo distinto. Fuentealba recuerda que, “para los griegos antiguos (pensemos en la Ilíada), la muerte dolorosa, pero heroica, era digna de glorificación y se dice que los héroes preferían eso a vivir en la humillación”.

Por otra parte, continúa, “el cristianismo puso mucho énfasis en el dolor (la figura del Cristo crucificado es el emblema del dolor), pero en un sentido distinto. El arte cristiano refleja ese, diríamos, culto al dolor, con sus representaciones de mártires y místicos. Sobre cuál manifestación refleja mejor el dolor, yo me inclino por el expresionismo, porque puso énfasis en un hecho básico y que todos hemos experimentado alguna vez: que, en las experiencias dolorosas subjetivas, simultáneamente, todo lo que nos rodea adquiere una nueva `tonalidad´. No es que el dolor se quede encerrado en mí, sino que lo encuentro en cada cosa que miro, que toco, en cada persona con la que hablo”.

Desde el grabado, Romo ha transitado hacia la narrativa gráfica, donde actualmente tiene puesto su interés y su mirada. En ese lenguaje, destaca a varios autores que van más allá del dolor, hacia un territorio más complejo. “El dolor es la expresión de algo más profundo, que es la idea, por ejemplo, del acto de inhumanidad. Un autor que describe muy bien eso es Joe Sacco; él representa una mezcla interesante, es periodista y dibujante, e inaugura un concepto de narrativa gráfica en base a territorios y problemáticas donde ha habido conflictos de lesa humanidad”, explica.

Sacco hace relatos gráficos, donde aparece él mismo como cronista de guerra. “Trata el tema de migraciones, a principios del siglo XXI; visitó los juicios sobre la limpieza étnica en Yugoslavia, la guerra de los Balcanes, fue a Gaza y, desde todos esos sitios, contó la historia desde los perdedores. Relata ese dolor en imágenes y texto”, señala Romo.

“Él trabaja en un medio como la Novela Gráfica, que se caracteriza porque no es altamente expresivo; el guión es profundo, denso y el dibujo sirve para el relato”, dice el artista.

Otro personaje importante, también en narrativa gráfica, agrega Romo, es Art Spiegelman, autor de Maus. “También se puede decir que trabaja el dolor, pero la palabra queda chica, porque él relata la condición humana en una situación donde estás reducido a lo más mínimo. Eres una rata frente a una trampa. Es buen narrador”, señala.

Finalmente, menciona a Marjane Satrapi, autora de Persépolis, novela gráfica autobiográfica ilustrada en blanco y negro, y que luego fue adaptada al cine. “Ella habla del dolor del desgarro. De una chica que vivía en un Irán bajo la dictadura del Sha, y que debe desgarrase, salir de su familia, y convertirse en europea, pero nunca termina siendo europea ni tampoco iraní, porque es imposible para ella someterse al sistema teocrático de su país. Es dolor de desgarro”, dice Romo.

Todo esto desde la mirada personal del artista visual porque, como señala Bravo, “si abrimos un debate y le solicitamos a 100 personas que elijan una obra artística que para ellos sea la más relacionada con el dolor, encontraríamos respuestas muy diferentes”.

Para la académica de Música esa relación le surge con personajes como Miguel Hernández, Antonie Tapies, Carlo Gesualdo, “artistas de tan diferentes estilos, períodos, como de diferentes disciplinas. Ellos, sin duda, son reconocidos por su producción artística muy relacionada con el dolor, ya sea por factores histórico sociales, sicológicos, familiares, etc,. Pero también podemos relacionar el concepto con obras específicas como La Pietá, de Miguel Angel; el Laocoonte de Rodas; el Guernica, de Picasso. o Threnody for the victims of Hiroshima, de K. Penderecky. Cada una de ella representa diferentes posibilidades de sufrimiento y dolor”.

Coincidendo con Fuentealba, Bravo señala que, “en el mismo ritual católico, podemos ver un gran engranaje de las diferentes manifestaciones artísticas que apoyan y remarcan sus hitos trascendentes. Por lo tanto, creo que toda manifestación artística de dolor es diferente y creo que está en el observador la posibilidad de descubrir y resonar con diversas manifestaciones que le ayuden a ver y trascender su propias experiencias y existencia”.

Presión neoliberal

Ahora, si se piensa en el dolor como malestar social, en Chile se pudo observar directamente desde octubre de 2019 un afloramiento de la gráfica, del dibujo, como expresión de la rabia. Romo destaca que el dibujo es rápido y con él se puede reaccionar rápidamente. “Las imágenes fluyen, se entregan, no tienen el peso de ser obras de arte, con mayúsculas. Nunca me ha interesado el alto arte ni el bajo arte y veo que los artistas más jóvenes están desprejuiciados respecto a esa definición”.

Y, en esa línea, recuerda a Emory Douglas, el artista más reconocible del movimiento Panteras negras. “Es más que arte, es parte de un ideario y entrega a la obra de arte algo que no siempre tiene: épica. Es una especie de acelerador, fortalecedor de la obra, hace que esa obra sea parte de algo más grande. La obra se carga de épica cuando participa del megarrelato que se genera cuando se produce un encuentro de fuerzas”, señala Romo.

Fuentealba complementa: “Tengo la impresión de que, en la actualidad, un tipo de arte se manifiesta contra el modelo neoliberal porque lo considera, con justicia a mi parecer, como la causa estructural de diversas situaciones dolorosas: pobreza, precarización laboral, autoexplotación, etc. “, sostiene.

Por supuesto, agrega, no se lo puede juzgar por querer luchar contra las causas del dolor. De hecho, dice, sería ridículo no hacerlo y aceptar el dolor como una fatalidad.

“Otro asunto es el dolor, diríamos, inherente al ser humano, al margen de tal o cual sistema económico, que es el dolor por la enfermedad, por la muerte, por la incertidumbre del futuro. Mi impresión es que el arte actual, o cierto arte actual, está menos preocupado por enfrentarse a este dolor, porque la presión del sistema neoliberal es más urgente”, concluye el filósofo.

Libros recomendados

Felipe Fuentealba recomienda los siguientes libros relativos a la temática:

“Ser y tiempo”, de Heidegger, quien en sus famosos análisis sobre la angustia muestra muy bien cómo los humanos tendemos a evitar las situaciones que nos obliguen a examinar nuestras vidas.

“El origen de la tragedia”, de Nietzsche, pues es una excelente muestra de cómo otras culturas, en este caso os griegos antiguos, interpretaban el dolor y la muerte.

Cuentos “Ante la ley” y “En la colonia penitenciaria”, de Kafka. Hasta donde logro interpretarlos, ambos relatos, a su modo, quieren exhibir cierto absurdo intrínseco a la humanidad.

Claudio Romo agrega, a los libros ya mencionados:

“Cuadernos Ucranianos” y “Cuadernos Rusos”, de Igort. Se trata de reportajes gráficos sobre el régimen de la antigua Unión Soviética y de la Rusia de nuestros días.

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