Al conmemorarse, este 25 de abril, 10 años de la muerte del poeta lebulense, cinco especialistas analizan la vigencia de la obra de este poeta de lo numinoso y lo sagrado, lo oscuro, y lo erótico.
Ximena Cortés Oñate
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El amor por el verbo que relampaguea en la palabra, confirió al poeta Gonzalo Rojas Pizarro muchos premios y reconocimientos. Poeta caudaloso, como lo llamara el periodista Sergio Ramón Fuentealba, siempre el rigor verbal se le hizo necesario y en él cifró gran parte de su valor y esencia.
Evidente e innegable considera la vigencia de la poesía de Gonzalo Rojas, el académico Mauricio Ostria. “Sobre todo, porque los temas sobre los que gira su escritura poética son cuestiones fundamentales y permanentes no sólo de la poesía, sino también del arte, el pensamiento y la existencia del ser humano a través de la historia”, señala.
Profesor Emérito de la Universidad de Concepción y Miembro de la Academia Chilena de la Lengua, Ostria sostiene que tres parecen ser las vertientes temáticas dominantes en la poesía de Rojas: la reflexión sobre el quehacer poético, la dialéctica amorosa y el testimonio histórico, con tonalidades éticas y proyección social.
“Estos tres haces se imbrican a menudo en pos de visiones totalizadoras o se dispersan en multitud de fragmentos expresivos de las preocupaciones del poeta. Pero no son los temas en sí los que valorizan el trabajo escritural de nuestro autor, de ningún autor, sino la forma material que ellos asumen en el oficio creador que transforma el instrumento verbal en objeto imaginario. En poesía el sentido es inseparable de la palabra: `Te nombro, Realidad, / y renace en tu nombre lo profundo / del abismo del Génesis, / como un pájaro / de la corteza de mis secos labios´”, dice el académico citando el poema Salmo Real.
Con él concuerda la Directora de Revista Atenea, Cecilia Rubio, para quien Gonzalo Rojas es un contemporáneo, así que su particular habla poética todavía tiene mucho que decir, tanto a los nuevos lectores como a aquellos que conocen su obra.
“Por un lado, está el aspecto temático, que es el más evidente, y que en su caso se abordó en términos de cuáles y cuántas eran las cuerdas de su poesía. Primero se dijo que eran tres, después se pasó a cinco: la numinosa, la tanática, la erótica, la elegíaca y la histórico-contingente. Pero Hilda May amplió el repertorio a diez, listado en el que se integra, por ejemplo, la conciencia del oficio e, incluso, el humor y el desenfado, que son ante todo actitudes del hablante poético”, señala.
Académica del Departamento de Español de la Universidad de Concepción, Rubio sostiene que “todavía en este plano temático, los habitantes de Concepción reencuentran en la poesía de Rojas lugares y situaciones, como la calle Orompello o la muerte trágica de Sebastián Acevedo, y otros hechos tan radicalmente inscritos en la memoria colectiva penquista y chilena. En esta poesía se han plasmado geografías, territorios e identidades que, como en todo arte, tienen el poder de volver a crearse a sí mismas en el lenguaje poético”.
Considerando que toda relectura es una reconsideración, una recreación, que genera un imaginario diferente de los anteriores respecto del texto, enmarcado en la situación del momento en donde se hace la lectura, la escritora y ensayista Ana Pizarro señala que, al mismo tiempo, hay valores estéticos que permanecen y se irradian en el tiempo. Sobre todo, cuando se trata de un clásico. Es en esta encrucijada, dice, en donde situamos hoy la poesía, y la prosa, de Gonzalo Rojas.
“En primer lugar, y situados en pleno siglo XXI, tenemos la evidencia de su solidez estética, de la fortaleza de poemas que están vivos en los jóvenes de hoy. Esto, porque la poesía de verdad es fundación del ser por la palabra, nos decía citando a Heidegger. Los jóvenes, por lo demás, fueron quienes más lo acompañaron y llenaban los espacios en los recitales de sus últimos años. `Me basta – escribía él – con ese joven – único tal vez – que siempre estará descifrando mis líneas en lo más alto de la noche´”, señala la investigadora del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile.
Para ella, Rojas se ha situado, sin duda, “en el linaje de los grandes de la poesía latinoamericana, en la generación que hereda a Mistral y Huidobro”.
También para el poeta y académico del departamento de Artes y Letras de la Universidad del Biobío, Juan Gabriel Araya, la trascendencia de Gonzalo Rojas, desde el punto de vista de su calidad poética, es indudable.
En especial, señala, “porque deja una herencia poética que servirá como faro para las nuevas generaciones. Libros fundamentales de Rojas son `Antología de aire´ y `Réquiem de la mariposa´. Sus características apuntan a la expresión de lo numinoso, de lo misterioso del ser; de lo erótico, léase `A unas muchachas que hacen eso en lo oscuro´, `La palabra place´, `Aiuleia por la resurrección de George Bataille´ y el clásico poema `¿Qué se ama cuando se ama?´; al mismo tiempo, que de lo político, tal como lo expresa en `Cifrado en octubre´, `Liberación de Galo Gómez´ o `Escrito con L´”.
A juicio de Adriana Valdés, el “parentesco de todas las cosas (propuesto por la magia, negado por la lógica y la pragmática) espejea, fugaz, en los versos de Gonzalo Rojas y espera allí nuestro pulso. Lo numinoso es la inminencia de ese encuentro: la vibración. Y el amor, en sus palabras, `la última utopía que nos queda´”.
Y continúa: “Decía Julio Cortázar -y lo cita Pedro Lastra – que Gonzalo Rojas `le devuelve a la poesía tantas cosas que le han quitado´. Se puede pensar en varias de esas cosas. Le devuelve a la poesía el pulso, el ritmo, un ritmo que tiene poco que ver con las métricas, aunque las aproveche sabiamente cuando le conviene. Se aprecia en el siguiente poema: Nace de nada el ritmo, lo echan desnudo y llorando / como el mar, lo mecen las estrellas, se adelgaza / para pasar por el latido precioso / de la sangre, fluye, fulgura / en el mármol de las muchachas, sube /en la majestad de los templos, arde en el número / aciago de las agujas, dice noviembre / detrás de las cortinas, parpadea / en esta página”, sostiene citando el poema “Acorde clásico”.
Directora de la Academia Chilena de la Lengua, Valdés señala que “toda la poesía de Rojas, tenga o no ese tema, es profundamente erótica: erótica en el sentido de tender a la fusión, a la unión, al paroxismo unitivo, a provocar así nuestro propio pulso hacia eso mismo y eso, para el lector de poesía, se llama gozo”, dice.
Rubio ahonda algo más: “Desde este punto de vista, y de cómo miramos hoy el pasado y la vida del pensamiento, de las ideas y de las estéticas, pienso que, en el caso de la veta erótica, ésta tiene un acento marcadamente masculino que puede que a las mujeres nos resulte algo ajena o incluso incómoda, en algunos casos. Quizá sea este el único aspecto en que Gonzalo Rojas deja de leerse como un poeta totalmente actual. Pero el desafío de leer todos los textos con perspectiva histórica, nos obliga justamente a hacer esas contextualizaciones”.
No obstante, Pizarro considera que parte de la vigencia y actualidad de la poesía de Rojas radica en esa apreciación del ser humano como cuerpo, como imaginario, como proyecto, sobre todo hoy cuando, dice, el valor central es el económico. “En donde el ser humano y la naturaleza pasan a tener la mínima importancia frente a la acumulación creciente”, señala.
Y en momentos de perplejidad como el que vive hoy la humanidad, la ensayista destaca la fuerte valoración del ser humano en la poesía de Rojas. “¿Qué son sus interrogantes sino la expresión de las incertidumbres que nos invaden en nuestros días de encierro y esperas interminables?”, dice Pizarro.
A su juicio, esa valoración del ser humano es, en realidad, de la vida en todas sus dimensiones. “En esta valoración no hay corrección política que valga. Su postura es la de un Baudelaire, un Rimbaud. Es fundamental la fuerza de su erotismo, que palpa, olfatea, escucha, de su desborde sensorial, con el que rompe el lenguaje en donde Joan Crawford es `la sensuala´, en donde esa mujer tiene `axilas de perra´, en donde en aquella aprecia `el ocio/ animal que anda en ella´. Aquí Rojas es un desborde de vida, una valoración de la existencia en todas sus dimensiones. Valoración tan necesaria hoy en medio del desistimiento que invade a la sociedad. En medio de la pesadumbre y la desazón, la lectura de Gonzalo Rojas es una elegía de la vida. Por todas estas razones pienso que hoy es necesario continuar leyéndolo”.
Por su parte, Valdés se pregunta por la fascinación de esta poesía. “Su parpadeo mismo me habla de la fugacidad, su intensidad misma me habla de la fugacidad, su verdad misma es una verdad que se me escapará apenas termine el poema. Tal vez esté allí lo que Gonzalo Rojas llama `la amarra entre la erótica y la mística´”.
Rojas proviene de una importante promoción literaria, la del 1938, entre los cuales se cuentan Nicanor Parra, Eduardo Anguita, Rosamel del Valle, Humberto Díaz Casanueva, entre otros, recuerda Araya.
“El poeta, además, siempre tuvo una gran capacidad de comunicación y diálogo con los discursos poéticos más actuales: sus predilectos fueron Raúl Zurita, Oscar Hahn, Elicura Chihuailaf, Manuel Silva Acevedo, todos Premio Nacionales de Literatura. Este diálogo de Rojas con la poesía actual fue de estricto oficio, en la que predominan los diálogos intertextuales y las recurrencias a los modos escriturales del habla. La poesía de Rojas juega con el contraste entre lo cotidiano, lo prosaico, la alta poesía y su legítima dignidad”, sostiene el académico y poeta.
Ostria, en tanto, señala que “descontando la parte importante e inexplicable que corresponde al talento, creo que la actualidad y la vigencia, tan viva, de la poesía de Gonzalo Rojas, en el ámbito nacional e hispanoamericano, se vincula, por una parte, a las altísimas exigencias autoimpuestas en el ejercicio riguroso y estricto, en pos de la perfección artística y en defensa del oficio poético serio frente a la improvisación y al facilismo; y, por otra, al diálogo vivo que su escritura mantiene con las tendencias poéticas de todos los tiempos, clásicas y modernas”.
Para el académico, el rigor condiciona, sin duda, “la aparente exigüidad de su producción y también el alto grado de riqueza significativa, sin altibajos, la cohesión semántica de alta densidad que concentra su palabra”.
Rubio rescata también esa rigurosidad en el uso de una lengua poética hispánica, que le dio esa envergadura que España ha resaltado al otorgarle el Premio Cervantes. Está también, agrega, “el asunto del ritmo poético, que tanto han celebrado los críticos y los lingüistas”.
Gonzalo Rojas tenía una manera muy internacional de ser nuestro, dice la Directora de Atenea. “Rojas era un poeta que venía de las vanguardias, y eso quizá fue lo que lo hizo poco dado a la solemnidad. De alguna manera nos pone en afinidad, nos sintoniza con lo numinoso, lo oscuro y lo tanático sin ser solemne. Y en eso se distancia de Neruda y de la tremendez de De Rokha, pudiendo haber pulsado esas cuerdas”, señala.
Evidenciar, con una gran capacidad simbólica, la situación de los sectores populares en un universo de diferencias sociales brutales es otro de los aspectos que corrobora la vigencia de la poesía de Rojas.
Así lo asegura Pizarro, y lo ejemplifica con los poemas “Carbón” y “Crecimiento de Rodrigo Tomás”: “Su padre viene de la mina `embarrado, enrabiado contra la desventura, furioso/ contra la explotación, muerto de hambre´. Así como en el poema al hijo apunta a su nacimiento y dice: `traías tu cabeza como un minero ensangrentado/ -harto ya de la oscuridad y la ignominia -:/reclamabas a grandes voces un horizonte de justicia´. Rojas, Gonzalo, originario de Lebu en el siglo XX, adquiere entonces la contemporaneidad del reclamo hoy multitudinario en el siglo XXI, como lo mostró el 19 de octubre del 2019, por un horizonte social que rompa las ostentosas diferencias sociales y económicas de nuestro país, que en ese tiempo se pensaba insoportables y hoy se revelan aún más siniestras porque no siempre aparecen a la vista”, señala.
Respecto de “Crecimiento de Rodrigo Tomás”, Rubio destaca la solemnidad de ese poema “que tiene algo de himno y, sin embargo, trata de algo íntimo y personal, como es el nacimiento del hijo mayor. Ese movimiento anímico de hacer solemne el nacimiento del hijo, y, en contraparte, hacer poesía más conversacional y cotidiana de los temas solemnes, como en el caso de algunas muertes, o en el caso del poema a Rimbaud, es un movimiento que está en los y las grandes poetas de trascendencia mundial. En ese sentido, Rojas es como el último poeta antiguo de los modernos, y es por eso que su poesía es propicia para el diálogo de las generaciones”.
Por otra parte, valora la capacidad de la poesía de Rojas de generar reacciones creativas que son respuestas dialógicas por parte de los demás poetas. Al menos en Concepción, dice, ha sido y sigue siendo un referente para los poetas penquistas.
“Alguna vez estudié el trayecto que podía trazarse entre algunos textos de Gonzalo Rojas y otros de Tomás Harris, especialmente de `Zonas de peligro´, donde hay un diálogo claro con la poesía que lo precede. En ese trayecto entre un Concepción rojiano, degradado por la pobreza y la soledad, y un Concepción como un baldío prostibulario que se recorre incesantemente, hay también trayectos del lenguaje poético y del imaginario que son eminentemente masculinos. Y ese es un tópico de época, al que no es ajeno la mayoría de los escritores”, dice.
La muerte de Gonzalo Rojas, sostiene Rubio, ha dejado un vacío, “un espacio inocupado en la cultura poética de nuestra región, porque él era el último poeta vivo que siempre parecía venir de afuera, y que nos visitaba de vez en cuando. A quienes no lo conocieron habría que contarles eso: hubo un poeta de los grandes que salió de aquí mismo, de estos `tercos adoquines´ y cada tanto venía a conversar con nosotros, como quien viene a darse una vuelta a su barrio de antaño. Esa ausencia toca suplirla con su obra como uno hace con todos los poetas, como si Rojas no hubiera estado siempre vivo entre nosotros. Escuchándolo hablar se aprendía sobre su poesía y sobre su pensamiento tanto como leyéndolo. Su palabra estaba muy viva y convocaba. En ese sentido, por cierto, que esa palabra y esa presencia son irreemplazables, pero su poesía y sus ensayos también son palabra viva que sigue convocando”.
Como lo han advertido algunos críticos, los libros de Gonzalo Rojas son, en realidad, un solo gran libro que se hace y se transforma. “Que se dispersa y se reagrupa una y otra vez, en continua lucha por lograr la visión unitaria de lo fragmentario, tentativa, a la vez, lograda y frustrada de totalidad, como lo ha indicado él mismo: `voy y vengo en el vaivén infinito de un mismísimo grande o parco u hondo libro´”, sostiene Ostria.
Para el académico, “la escritura de Gonzalo Rojas se exhibe como un proceso constructivo en continua mudanza y, en consecuencia, como una obra abierta, inacabada, jamás conclusa del todo. Gonzalo Rojas no se resigna a abandonar definitivamente ninguno de sus libros, ninguno de sus poemas, porque sabe que cada uno de ellos tiene su función en el mecanismo vivo de una escritura mudable por definición y por necesidad”.
Teniendo eso presente, los especialistas sugieren algunos libros fundamentales para acercarse a su obra.
De Gonzalo Rojas:
Contra la muerte, 1964.
Antología de aire, 1991
Oscuro y otros textos, 1999.
Réquiem de la mariposa, 2001.
De otros autores:
Poética de la poesía activa, Marcelo Coddou. Ediciones Literatura Americana Reunida, 1984.
La poesía de Gonzalo Rojas, Hilda May. Hiperión, 1991.
Gonzalo Rojas. Poesía esencial, Pedro Lastra. Editorial Andrés Bello, 2001.
Crecimiento de Gonzalo Rojas, Fabienne Bradu. Universidad Nacional Autónoma de México, 2021.