Humanidades

La vigencia de los valores que fundaron el Mutualismo

A través del proyecto Fondecyt Mutualismo en Chile, 1925-1990, se busca dilucidar las causas de la persistencia y vigencia de las sociedades de socorros mutuos en Chile, luego de superada la Gran Depresión de la primera mitad de la década de 1930. Esa experiencia sirve para mirar, de cierta manera, la sociedad actual.

Por: Diario Concepción 11 de Abril 2021
Fotografía: Mutualismo

En tiempos de crisis sociales y, más aún, sanitarias, se ha visibilizado una suerte de despertar asociativo que se traduce en ollas comunes, fundaciones, ONG’s o corporaciones, entre otros ejemplos. En este contexto, es interesante recordar experiencias asociativas del pasado, como el Mutualismo, surgido en Europa en el siglo XIX, y que se difundió a América Latina y Chile, junto con la expansión capitalista.

“El mutualismo, como concepto, implica la ayuda mutua, la solidaridad. En la actual crisis que estamos viviendo, se ha visto reemerger ese espíritu, especialmente por quienes han sido más golpeados por la pandemia”, señala el historiador Fernando Venegas. No obstante, agrega, estamos lejos del grado de espesor asociativo y solidaridad que alcanzó nuestra sociedad en el pasado.

Venegas es director del Departamento de Ciencias Históricas y Sociales de la Universidad de Concepción e investigador principal del proyecto Fondecyt Mutualismo en Chile, 1925-1990, que busca dilucidar las causas de la persistencia y vigencia de las sociedades de socorros mutuos en Chile, luego de superada la Gran Depresión de la primera mitad de la década de 1930.

FERNANDO VENEGAS: “Las sociedades de socorros mutuos surgen como respuesta a una necesidad de previsión social, cuando en el siglo XIX los trabajadores migran a centros urbanos o mineros, y se encuentran en total indefensión”.

A su juicio, el mutualismo sigue vigente hoy y ha tomado fuerza, especialmente en regiones. “Aunque estamos en otro tiempo, no es una simple coincidencia que, en la actualidad, cuando el neoliberalismo predomina absolutamente, y con un estado cada vez más asocial, lo que se ha evidenciado durante la actual pandemia, el mutualismo resurja como una alternativa ante la adversidad”, señala.

Por mucho tiempo, el desarrollo histórico de las sociedades de socorros mutuos fue visto desde una perspectiva política e inscrito dentro de los márgenes republicanos de la historia nacional. Así lo explica Wilson Lermanda, para quien “la experiencia del mutualismo era observada como una antesala o prehistoria del sindicalismo que se desarrolló con fuerza en el siglo XX; así como también se situó su desarrollo desde la segunda mitad del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX. De hecho, la historiografía ha denominado como la época de oro del mutualismo al período comprendido entre 1880 y 1920”.

Lermanda es candidato a doctor del programa de Doctorado en Historia de la Universidad de Concepción y tesista del proyecto Fondecyt encabezado por Venegas. A su juicio, la noción de socorro mutuo se inscribe dentro de una problemática histórica mayor, relacionada con la idea de asociacionismo: impulso humano de las personas a organizar colectivamente su vida en sociedad.

WILSON LERMANDA: “El gran valor que tiene el mutualismo y la noción de socorro mutuo es la solidaridad. Son organizaciones que llevan la solidaridad por delante, en todas sus actividades”.

“Los antecedentes de las sociedades de socorros mutuos se pueden comprender llegando hasta las experiencias de organización que tuvieron los gremios de artesanos y cofradías religiosas en la época Colonial, así como también en la Europa medieval”, dice el colaborador académico de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.

Por su parte, Venegas explica que las sociedades de socorros mutuos surgen como una respuesta a una necesidad vital, de previsión social, cuando en el siglo XIX los trabajadores migran a centros urbanos o mineros, y se encuentran en total indefensión contra las enfermedades, los accidentes, la vejez y la muerte. “A la sazón, no existía contrato del trabajo, ni leyes que los protegieran de los accidentes. En consecuencia, los trabajadores estaban en una situación de vulnerabilidad social enorme”, señala.

El historiador explica que “durante la Colonia existían hermandades y cofradías, con fines religiosos, pero que también pudieron cumplir una función solidaria. No obstante, el éxodo rural, las altas concentraciones de trabajadores que exigieron los centros industriales y los yacimientos mineros, como ocurrió en Chile con la minería del salitre, hicieron urgente la generación de mecanismos de ayuda mutua más amplios”.

Con todo, señala, la previsión social no fue una necesidad exclusiva de los sectores populares. Los grupos intermedios en expansión, estaban en la misma situación de desprotección. “Además, el mutualismo también fue un importante espacio de politización de los obreros”, dice Venegas.

Lermanda concuerda y dice que la noción de socorro mutuo es depositaria de una trayectoria que es mucho más antigua que la misma Revolución Industrial, hito que ha sido visto de manera clásica como el causante de diversas formas de organización obrera.

Crisis del mutualismo

En Chile el mutualismo se genera como parte de la difusión de ideas y estrategias del proletariado frente al avance del “capitalismo salvaje”. Por ello, dice Venegas, la mayoría de las primeras organizaciones que surgieron, especialmente en regiones, fueron fundadas por inmigrantes alemanes, suizos, italianos y españoles. “Destacaron, además, trabajadores como los tipógrafos o los sastres, que tenían una mayor instrucción”, señala.

Lermanda agrega que “los primeros antecedentes sobre una sociedad de socorros mutuos, en su forma moderna, se registra hacia 1853, cuando se fundó la Sociedad Tipográfica de Santiago, dirigida por el tipógrafo peruano Victorino Lainez”.

Este tipo de organizaciones fue parte de un tejido social muy complejo. “Se era parte de una mutual, como también de un club deportivo, de una junta de vecinos, de una compañía de bomberos, la Cruz Roja, etc. Entre los años 30 y 70, se conformó un capital social muy interesante, y enormemente proactivo; si bien había Estado Bienestar, éste era muy pequeño e insuficiente para responder a las necesidades sociales de esos años; periodo que es además de explosión demográfica, en que las familias crecieron y se multiplicaron las necesidades, principalmente de vivienda, educación y salud”, señala Venegas.

El historiador chileno Sergio Grez cifra la edad de oro del mutualismo entre 1850 y 1920, cuando estas sociedades fueron las principales organizaciones del tejido social. En esa época, dice Lermanda, existió un crecimiento explosivo de sociedades mutualistas a lo largo del territorio nacional.

Por otra parte, la creación del Seguro Obrero, en 1924 -primer gobierno de Arturo Alessandri-, es el hecho planteado por la historiografía como el que hace entrar en crisis al mutualismo. No obstante, Venegas señala que, “en nuestro proyecto, pretendemos demostrar que, si bien hubo una crisis en esa década, ello se debió más bien a los efectos económicos de la post Primera Guerra Mundial, que tocó fondo con la Gran Depresión de 1929, aunque sus efectos en Chile no fueron inmediatos”.

Con la dictadura y el modelo neoliberal que se implantó, sostiene el historiador, hubo un enorme impacto en la cultura. “La solidaridad fue desplazada por el individualismo, y organizaciones como las mutuales dejaron de tener el sentido de antaño, porque no solamente eran espacios de previsión social, sino también de sociabilidad”, dice.

Lorenzo Arenas Olivos

Las sociedades mutualistas han constituido un aporte a la creación y resignificación de espacios sociales en las ciudades chilenas, sostiene Natalia Baeza.

“Las mutualidades, en sus inicios, se conformaron como sociabilidades de tipógrafos y artesanos, sin embargo, con el tiempo, fueron incrementando su espesor asociativo integrando a diversos oficios y profesiones”, dice la coordinadora del Museo de Arte Religioso de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.

NATALIA BAEZA: “Las sociedades mutualistas han constituido un aporte a la creación y resignificación de espacios sociales en las ciudades chilenas”.

Por su parte, Rubén Elgueta explica que “La sociabilidad mutualista constituye una organización que posee dimensiones que trascienden en la cotidianidad de Concepción”.
Dentro de los prohombres que contribuyeron a este motor de cambio para el mutualismo penquista, Elgueta destaca al sastre y masón, Lorenzo Arenas Olivos. “Su liderazgo, visión asociativa y los fundamentos del pensamiento laico, posicionaron una visión moral e histórica gravitante en las prácticas y valores del mutualismo penquista contemporáneo”, sostiene el académico del Departamento de Historia y Geografía de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.

Tanto Baeza como Elgueta son candidatos a doctor/a del programa de Doctorado en Historia de la UdeC y tesistas del mencionado proyecto Fondecyt liderado por Venegas.
En 1876, Lorenzo Arenas Olivos fundó en Concepción la “llamada ‘Sociedad de Socorros Mutuos de Obreros’, actual ‘Sociedad Mutualista Lorenzo Arenas’, que tenía sus bases en el trabajo en fraternidad y caridad recíproca”, señala Baeza. Estas sociedades, dice, “son destacadas por su organización que aún conservan, pues presentan una estructura definida administrativamente”.

RUBÉN ELGUETA: “La sociabilidad mutualista constituye una organización que posee dimensiones que trascienden en la cotidianidad de Concepción”.

Además del mutualismo, Arenas Olivos se integró como miembro fundador de la logia masónica Paz y Concordia de Concepción. “Desde este espacio de sociabilidad masculina se generaron coincidencias valóricas y prácticas filantrópicas dialogantes con el mutualismo, aportando, como un objetivo central, a un destino manifiesto compartido por las formas de sociabilidades laicas de finales del siglo XIX y principios del XX en occidente: El Progreso”, explica Elgueta y agrega que ambas organizaciones sustentaron prácticas filantrópicas comunes en tiempos de crisis.

“El despertar del mutualismo en nuestra ciudad se inició por las precarias condiciones laborales que debieron enfrentar los obreros, quienes no contaban con políticas estatales eficientes. Paralelamente, desde la masonería, se fueron impulsando obras de trascendencia para Concepción y las comunas cercanas, las que, en sus inicios, carecieron de un compromiso estatal, destacándose entre ellas a la Universidad de Concepción y el Hospital Clínico”, señala.

En ese contexto, asegura que los problemas de los penquistas lograban visibilizarse con más prontitud en los espacios de socialización de las mutuales, en los salones del Club Concepción y en la casa masónica penquista.

Por ello, Baeza destaca la importancia de investigar estos espacios sociales, “pues han constituido desde sus tiempos fundacionales un aporte a la vida cotidiana de la urbe penquista. La sociabilidad mutualista, sin lugar a duda, ha sido forjadora de la construcción socio-urbana de nuestra ciudad”.

La investigadora aclara que estas sociabilidades no son solo masculinas, pues el mutualismo también abrió espacios para el asociacionismo femenino. “Las primeras organizaciones implicaron un impacto al mundo laboral para el siglo XIX en materia de bienestar, educación, progreso y cultura para las asociadas. En Concepción tenemos la Sociedad de Socorros Mutuos “Ilustración de la Mujer” creada en el año 1889, proyectando influencias en el mutualismo femenino en la urbe penquista”.

Asociacionismo femenino

Considerando que, tradicionalmente, el rol de la mujer se ha valorado desde la esfera emocional, alejada del mundo y acciones políticas, María Ignacia Seguel destaca la Sociedad de Socorro Mutuo fundada por un grupo de mujeres de Limache, el 25 de noviembre de 1948, y que nace como un mecanismo a partir el cual las mujeres buscaron ser incluidas en un sistema social patriarcal que imponía dichos modelos socioculturales de madre-esposa.

“A raíz de esto, la agrupación se constituyó con mujeres de distintos oficios u ocupaciones, incluidas las llamadas ‘dueñas de casa’, de trabajo no remunerado. La organización se levantó como un espacio que permitió a las socias vincular esferas de lo público y privado, de lo individual con lo personal, en un ejercicio de sociabilidad y confraternidad femenina”, señala la profesora de Historia y Geografía, y tesista del Programa de Magister en Historia de la UdeC.

MARÍA IGNACIA SEGUEL: “La Sociedad de Socorro Mutuo fundada por un grupo de mujeres de Limache, en 1948, nace como un mecanismo a partir el cual las mujeres buscaron ser incluidas en un sistema social patriarcal que imponía dichos modelos socioculturales de madre-esposa”.

Las mujeres que fundaron y conformaron la sociedad con sede en Limache, buscaron un mecanismo por el cual pudieran sustituir los vacíos que presentaba el sistema social de la época que las excluía de las medidas estatales presentes en el periodo, explica Seguel.

“No sería hasta el primer gobierno de Michelle Bachelet que las dueñas de casa serían incluidas en el sistema recibiendo una ‘pensión solidaria’, creada en 2008. El modelo social patriarcal de la época imponía una estructura sociocultural de madre-esposa para las mujeres pero que, en contradicción, dejaba fuera del escenario social y político a las ‘dueñas de casa’. La organización, continúa, permitió un vínculo asociativo entre mujeres de distintas esferas laborales”, señala.

El valor de la solidaridad

Si bien durante el siglo XX y hasta la actualidad hay sociedades mutualistas que siguen existiendo y que se encuentran organizadas en federaciones provinciales y una federación nacional, Lermanda sostiene que hoy su papel ha mutado para convertirse en lugares de memoria y patrimonios urbanos que es necesario rescatar y poner en valor.
“El gran valor que tiene el mutualismo y la noción de socorro mutuo es la solidaridad. Son organizaciones que llevan la solidaridad por delante, en todas sus actividades. Su estudio nos enseña parte de otro Chile, donde la colaboración colectiva era llevada a cabo en términos materiales concretos y no solamente en un discurso”, dice.

A su juicio, la principal enseñanza que nos deja el estudio y la investigación sobre el mutualismo en Chile, es poder dimensionar el valor de las redes de solidaridad colectiva que se han desarrollado en el país, poniendo en énfasis en la resolución de problemáticas sociales que aquejan a la población.

“Por otro lado, el factor económico de la seguridad social aquí es relevante, ya que nos permite reflexionar desde una lógica colectiva y no individualista. Justamente en la actualidad, en pleno proceso de discusión constitucional y de una posible reforma al sistema de pensiones, bien valdría la pena revisar las experiencias del pasado y sacar lecciones de ello. Un sistema de previsión social que considere la solidaridad como valor esencial, lo convertiría en un sistema más humano. Quizás esa sea la principal enseñanza del mutualismo como fenómeno histórico”, dice.

Por su parte, en el marco del actual debate sobre el sistema de pensiones chilenos, Venegas señala que “en esa discusión, no ha estado presente la historia. No se ha considerado una evaluación de las experiencias de previsión social que hubo en el pasado, y creo que en cualquier discusión seria se debería tener presente no solo la variable económica o política, o las experiencias de otras sociedades en este sentido”.

Por ello, recuerda que “la historiografía se trata de cómo somos capaces de pensar sobre problemas actuales, considerando un análisis profundo del pasado, y no de desarrollar una lectura anecdótica, que es lo que se piensa que es la historia. Por ello es necesario resituarla como disciplina que contribuya a resolver los problemas del presente”, dice el investigador.

Investigación, fuentes y archivo

En el marco del Proyecto Fondecyt Mutualismo en Chile, 1925-1990, se han establecido lazos de cooperación con la Federación Mutualista de Concepción. De esa manera, se ha podido acceder a documentación de las mutuales de Concepción, Talcahuano y Tomé, consistente en libros de actas, registros de cuentas, listas de socios y memorias.

En esa línea, se realizó un interesante trabajo de rescate patrimonial, junto a un equipo conformado por personal del Archivo Fotográfico de la Universidad de Concepción (Afudec) con quienes se realizó un proceso de digitalización del material facilitado por las sociedades mutualistas de la zona, donde destacan la Sociedad Francisco Bilbao, Sociedad Juan Martínez de Rozas, Sociedad de Empleados de Comercio de Concepción, Sociedad de Empleados de Comercio de Talcahuano, Sociedad Galvarino de San Pedro de La Paz y Sociedad Unión y Progreso de Tomé.

Libros recomendados

– De la “Regeneración del Pueblo” a la Huelga General,
Sergio Grez. RIL Editores, 2007.
– Estado y Sociedad. Construcción de espacios en
contextos locales. Vol. 1 y 2.,
Fernando Venegas Espinoza. Ediciones Universitarias
de Valparaíso, 2019.

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