Editorial

El amenazador horizonte del adulto mayor chileno

Un estudio universitario concluye que el mayor miedo de los adultos mayores no es la proximidad de la muerte, sino al tramo que les queda de vida y perder en este su identidad, a no ser escuchados, a quedarse solos, sentirse una carga, ser incapaces de valerse por sí mismos.

Por: Editorial Diario Concepción 28 de Abril 2019
Fotografía: Pexels

Es muy posible que la gran mayoría, en número creciente de adultos mayores, permanezca en silencio, por su condición de alejados del mundo laboral y muchos de ellos con un reducido círculo de contactos, lo suficientemente silencioso como para esperar que otras voces se hagan cargo de su situación, la actual, con limitaciones y la futura, con amenazas severas para su bienestar. Por otra parte, los adultos mayores son cada día más longevos comparado a un par de décadas pasadas, lo que se ve reflejado en el aumento de las personas mayores a 80 años. Una situación que muchas veces conlleva al riesgo del aumento de las enfermedades crónicas, alteraciones sensoriales, discapacidad funcional y aislamiento social, los que predisponen también a enfermedades sicológicas.

A pesar de todas esas duras circunstancias, las noticias sobre el adulto mayor no ocupan, por lo general, grandes espacios periodísticos, aunque sí y bastante, en todo programa electoral que se precie de tener un mínimo de sensibilidad social, en sentido estricto. Sin embargo, la realidad de los adultos mayores en Chile ha sido invisibilizada, se ha publicado cientos de estadísticas, pero estas resultan siendo leídas como datos curiosos por una ciudanía atareada en sus propios afanes. Tres cifras resumidas podrían servir para poner este asunto en contexto; los mayores de 80 años tienen la tasa más alta de suicidios del continente. Reciben en promedio 150 mil pesos de pensión. 419 mil ancianos deben seguir trabajando para vivir.

En una situación particular estos hechos están detrás de la decisión, el año recién pasado y ya en el olvido, de Jorge Olivares y Elsa Ayala, un matrimonio de ancianos que vivía en Conchalí. Él le disparó a su mujer y luego se suicidó. En una sociedad como la nuestra, en un país ordenado y con una democracia de plena vigencia y una economía, sino floreciente, en estado de régimen para hacerlo funcionar, se esperaría que la vejez fuera una época tranquila, donde las personas contemplen su vida con agradecimiento, viendo satisfechas sus necesidades más austeramente básicas, no ocurrió con ese matrimonio, optaron por quitarse la vida al verse solos, viejos, cansados, enfermos e incapaces de cuidarse mutuamente.

Un estudio del Centro de Estudios de Vejez y Envejecimiento de la PUC, concluye que el mayor miedo de los adultos mayores no es la proximidad de la muerte, sino al tramo que les queda de vida y perder en el su identidad, a no ser escuchados, a quedarse solos, sentirse una carga, ser incapaces de valerse por sí mismos.

En un acto masivo, a finales del año pasado, el Presidente Piñera entregó más informaciones relativas a su programa de campaña asegurando que “con el Programa Adulto Mejor todos los adultos mayores tendrán la oportunidad y tranquilidad de poder disfrutar la tercera etapa dorada de nuestras vidas en plenitud, porque lo pueden hacer, porque lo quieren hacer y porque merecen tener esa oportunidad”.

Se ha calculado que el costo directo de cuidar a un adulto mayor con dependencia severa es de aproximadamente $600.000 mensuales, es decir, $7,8 millones anuales, lejos de las posibilidades de la gran mayoría de los ancianos chilenos. Muchas veces las familias se hacen cargo, con evidentes dificultades, no solo económicas, es entonces esperable la acción del Estado, las propuestas conocidas hasta aquí no bastan, hay que volver a pensar.

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