Editorial

Lo pegajoso de las malas costumbres

Siempre es bueno, ante realidades duras y cercanas, empezar por establecer que en esto de tener corruptos no estamos solos, no es ninguna justificación, salvo que por nuestro lado se decida seguir intentando poner la basura debajo de la alfombra.

Por: Diario Concepción 16 de Mayo 2017

Siempre es bueno, ante realidades duras y cercanas, empezar por establecer que en esto de tener corruptos no estamos solos, no es ninguna justificación, salvo que por nuestro lado se decida seguir intentando poner la basura debajo de la alfombra.

En nuestro vecino del norte, la década de gobierno fujimorista dejó una altísima marca de corrupción. Alfonso Quiroz, en su libro "Historia de la Corrupción en el Perú", y en base a los informes de la Comisión Investigadora de los Delitos Económicos del Congreso de la República y otros documentos, ha estimado que el costo de la corrupción en esa administración fue de 14,087 millones de dólares, que corresponde al 50% del presupuesto anual y al 4.5% del PIB de ese periodo. 

El Parlamento cumplió en su momento con aprobar antejuicios, acusaciones e inhabilitaciones y la justicia ordinaria impuso condenas a más de 100 políticos, militares y policías, entre ellos ministros, viceministros, congresistas, generales, periodistas y empresarios. 

Nunca antes una democracia había procesado de manera tan amplia y consistente un poder esencialmente corrupto, una organización formada para el delito. Mientras tanto crecimos creyendo que éramos diferentes, que ese tipo de conducta dolosa a gran escala no se podía dar en nuestro país. Que por estos lados no suceden cosas así de tenebrosas, que nuestra clase dirigente, sin distinción alguna relativa a color político y confesional, se caracterizaba por su conducta incorruptible. 

También creímos que en el caso, altamente improbable, que los chilenos observaran un asunto así, asistía la confianza que se actuaría contundentemente, para que este tipo de situaciones no vuelvan a repetirse. Total, de ilusión también se vive.

PROCOPIO

Etiquetas