Es este un lindo país con vista al mar y, al mismo tiempo, con vista a lo que está haciendo el prójimo, se nos contagian los modos y los dichos, sobre todo estos últimos, una palabra que no estaba en parte alguna, de pronto es la palabra que hay que usar, la gente muere, no a causa de enfermedad o a consecuencia de un accidente, sino que fallece producto de la enfermedad o producto del atropellamiento, en fin, largo prólogo para detenerse en otra palabra de colección; sustentable, en este caso, la ciudad sustentable.
Como sin una definición decente de ese concepto es mejor ni asomarse a la calle, se puede abreviar diciendo que una ciudad así es aquella donde la gente disfruta vivir. Engañosa simplicidad, ya que para que nos guste vivir tiene que haber un cúmulo de situaciones; como por ejemplo, buena vivienda, fácil movilidad, atractivos espacios públicos verdes y una comunidad vibrante, con instalaciones culturales adecuadas y oportunidades económicas.
Si ese listado pareciera insuficiente se puede agregar otras pocas condiciones, total, en el pedir no hay engaño; buenos servicios públicos, agua, energía y demases, seguridad, salud, educación, nada desconocido y nada del todo ausente en las preocupaciones cotidianas, una ciudad sustentable, debe además, está preparada para los cambios tanto los predecibles como los impredecibles.
Para todo ese listado no bastan las autoridades de los municipios, ni todos los ministerios juntos, ni el cónclave de arquitectos, además de la extensa gama de la gente que sabe, está el factor dejado de lado; los habitantes de la ciudad no siempre consultados, la humanidad de la ciudad, sin la cual tanta piedra junta no es suficiente.
PROCOPIO