Se calcula que fue sólo hace 400 mil años que el hombre, más organizado y un tanto más astuto, empezó a emprender cacerías de animales mayores, y sólo en los últimos 100 mil, ubicarse en la cúspide de la cadena alimentaria.
Se calcula que fue sólo hace 400 mil años que el hombre, más organizado y un tanto más astuto, empezó a emprender cacerías de animales mayores, y sólo en los últimos 100 mil, ubicarse en la cúspide de la cadena alimentaria.
Para nuestra especie los cambios evolutivos ocurrieron en velocidades sorprendentes, de espanto relativo, un salto espectacular desde el montón, a la cúspide, un cambio tan notable que ha tenido y tiene consecuencias enormes.
Los otros animales que se encaraman al tope de la cadena de depredación, como los leones, por citar uno de los más publicitados, evolucionaron hasta quedar en esa respetable posición de manera gradual, paso a paso, a lo largo de millones de años, eso permitió una adaptación igualmente gradual, de otros de la cadena, lo que impide que causen destrozos excesivos, por ejemplo, en la medida que los leones se hacían más mortíferos, las gacelas se hacían más saltarinas y huidizas.
En cambio, la humanidad alcanzó tan rápidamente la cima que su ecosistema no tuvo tiempo para adaptarse a su propio y espectacular éxito. La mayoría de los depredadores mayores son ejemplares majestuosos, sin complejos ni inseguridades, millones de años los han repletado de confianza en sí mismos, no tienen nada que probar, su supremacía es indiscutida.
En cambio el hombre se comporta como un dictador de república bananera, al haber sido hasta hace relativamente poco sólo uno más en la selva y más encima, uno de los más insignificantes. Estamos llenos de miedos e incertezas, ansiedades en relación a nuestro lugar en este mundo cruel, una inseguridad y temor, lo que nos hace mucho más peligrosos y crueles, como los nuevos ricos, irrespetuosos y sin cultura frente a la naturaleza que nos rodea.
PROCOPIO