Editorial

El impacto de la pérdida del empleo

Junto con el progreso económico, el ejercicio laboral potencia la dignidad y bienestar personal, transformándose en un derecho individual, familiar y de las comunidades.

Por: Diario Concepción 04 de Mayo 2017

Las cifras del desempleo suelen ser observadas como indicadores estadísticos, más los respectivos análisis sobre el efecto que estos números tienen sobre la producción, sobre las ventas, o el crecimiento, indirectamente se puede deducir que tienen connotaciones para las personas. 

Debido a ese enfoque del problema, la información suele ser más bien lacónica; en la actualidad, más de 585 mil chilenos están sin ocupación asalariada. Según el INE, la última tasa de desempleo fue de 6,6% en todo el país, mientras que en el Gran Santiago llegó al 7%. Se puede añadir comparaciones con trimestres anteriores y dar cifras relativas al crecimiento del auto empleo, que si provienen del Gobierno suelen tener una intencionada, aunque cuestionable, connotación positiva, como un indicador de la capacidad de emprendimiento del trabajador chileno.

El factor más desatendido es el impacto que la situación de perder el empleo tiene sobre las personas, que al no ser examinado con atención las deja en condición de soledad, sin referentes para adaptarse a lo que suele ser una pérdida masiva.

Para la Organización Internacional del Trabajo, el acceso y mantención de un trabajo tiene por finalidad mejorar la calidad de vida de los seres humanos, siendo parte trascendente en su desarrollo personal. Esto implica que, junto con el progreso económico, el ejercicio laboral potencia la dignidad y bienestar personal, transformándose en un derecho individual, familiar y de las comunidades.

El trabajo tiene muchas otras funciones además de obtener una remuneración monetaria, vincula a la persona con sus pares, le otorga un papel que desempeñar y le hace parte de un colectivo respetable por parte de la sociedad. En ese entorno adquiere posicionamiento, dignidad y poder, un conjunto de situaciones que le da sentido a su vida y pertenencia a la comunidad donde vive.

La enumeración de esas circunstancias, parte de la cotidianeidad del trabajador, hace evidente el significado de la pérdida del trabajo, además de la pérdida de capacidad adquisitiva, la sensación de fracaso por haber sido desvinculado del mundo laboral.

Los expertos han descrito etapas por las que pasa una persona tras perder su empleo, desde el punto de vista psicológico: inicialmente, se puede ver una oportunidad para cambios positivos, con la natural preocupación por el futuro, aunque la mayoría de las veces puede haber angustia ante la ausencia de tales oportunidades, en otra fase se observa pesimismo y desaliento, especialmente cuando, a pesar a todos los intentos, no se encuentra un nuevo trabajo. Resurge con fuerza la percepción de fracaso, se pierde la motivación y hay conductas de pesimismo, indiferencia o ira.

En períodos de cesantía más prolongados, llega la apatía y el aislamiento, la persona se reconoce a sí misma como desempleada y pasa a vivir la situación de cesantía como un fracaso personal. Se aísla de quienes la rodean y comienza a evidenciar síntomas de vacío y falta de sentido, de desvalorización, tristeza y confusión, terminando en desesperación, como la palabra da a entender; la pérdida de esperanza. 

Si bien es cierto el apoyo de la familia y amigos es esencial para enfrentar esta situación, por sus implicancias demanda apoyo especializado, no siempre el trabajador puede encontrar sin apoyo su propia salida, es un aspecto que las autoridades del trabajo no deberían olvidar.

 

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