Editorial

Control de oradores interminables

Si no fuera por la soberbia, por nuestra insigne tendencia a redescubrir el hilo negro, hace tiempo que hubiéramos usado la experiencia de los otros, no importa cuán diferentes fueran las circunstancias, porque siempre puede resultar útil, mutatis mutandis.

Por: Diario Concepción 08 de Abril 2017

Si no fuera por la soberbia, por nuestra insigne tendencia a redescubrir el hilo negro, hace tiempo que hubiéramos usado la experiencia de los otros, no importa cuán diferentes fueran las circunstancias, porque siempre puede resultar útil, mutatis mutandis. Por ejemplo, cómo lidiar con las huecas declamaciones en tiempos de elección, o ante la inminente y compulsiva instancia de tomar decisiones, impulsados por discursos machacones e interminables.

Varios siglos antes de Cristo, en la Grecia clásica, especialmente en Atenas, la Grecia por antonomasia, todos los asuntos de Gobierno y de todas las causas se resolvían después de haber oído discursos, en esas condiciones, los que sabían hablar podían hacerse la América, sino fue así es porque todavía no nos habían descubierto.

Los oradores, aquellos que hablaban en público para persuadir y convencer a los oyentes o mover su ánimo, como reza la inefable RAE, pronunciaban discursos en la Asamblea para conseguir que el pueblo adoptara resoluciones relativas al gobierno interior, la guerra o la paz, o en causas jurídicas de los ciudadanos.

La asamblea eran los mismos ciudadanos, es decir no cualquiera, quedaban fuera los afuerinos, los recién llegados, las mujeres y los niños, la democracia era más o menos acotada, el demos griego era bastante selectivo.

Ganaba quien hablara mejor, pero con tiempo limitado- esa es la lección con la cual quedarse- con un reloj de agua, o con el orador parado en un trípode, pasado el tiempo, se le daba una gentil patada al trípode y santas pascuas y a votar; con piedritas blancas y negras para el sí o para el no. Tiempos felices, ahora las piedras son demasiado grandes y hay una irritante falta de trípodes.

PROCOPIO

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