Editorial

La historia que no para de repetirse

Convenientemente alejados de octubre y del día de la raza, se puede examinar, con la debida mesura, la vieja polémica sobre el genocidio de los indios en América, a partir del descubrimiento inadvertido de este continente.

Por: Diario Concepción 26 de Noviembre 2016

Convenientemente alejados de octubre y del día de la raza, se puede examinar, con la debida mesura, la vieja polémica sobre el genocidio de los indios en América, a partir del descubrimiento inadvertido de este continente.

Con bastante soltura, para la historia blanqueada y sin ripios apta para escolares, la conquista de América ha sido descrita como muy beneficiosa tanto para los europeos como para los indios, partiendo de la base que los naturales de este lado del planeta pertenecían a un mundo salvaje, pagano y subdesarrollado y serían adecuadamente civilizados. Con la modernidad, las cosas cambian; las culturas indígenas no eran ni bárbaras ni idílicas, sino tan civilizadas e imperfectas como las culturas europeas de la época.

La Conquista, como se entendió en el siglo XVI, fue tan provechosa para Europa como cruel, destructiva y asoladora para el mundo indígena, un historiador comenta "el día que el indio descubrió a Colón, fue un mal día para el indio". Saliendo al paso de los clásicos que vieron la guerra contra los indios como legítima, favorecida por "el milagro de Dios", para el "bien y remedio de aquellas almas".

La verdad es que no hubo maldad, las cosas eran así, el más fuerte usaba a los más débiles hasta el límite posible, hasta deslomarlos y quitarles la vida, sin malos pensamientos, recurso indio desechable y conveniente. Eso, más las pestes traídas por conquistadores infecciosos y ausentes de aseo, que asolaron a pueblos completos. Mediante ambas causas desaparecieron entre 50 y 80 millones de indios entre 1492 y 1650.

Sin rencor, tanta fiera saña fue la culpa del tiempo y no de España, pasó en otras partes y puede volver a pasar, nuestra especie tiene un infinito potencial para deshumanizarse.

PROCOPIO

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