Deportes

Felipe Aedo: entre rugby y generación dorada del basket

Es conocido como parte del quinteto estrella de su casa de estudios, con Silva y Mijares, pero también ha jugado finales de Adesup con la ovalada y fue figura en Natación. Hoy solo pide que la pandemia no mate esa “familia” que formaron bajo el aro. Que les dé un día más.

Por: Paulo Inostroza 07 de Junio 2021
Fotografía: Adesup

No puede decidirse entre el básquetbol y el rugby. Por eso, Felipe Aedo juega ambos deportes al ciento por ciento. Lo mismo que alguna vez hizo con la Natación, deporte que no siguió en la Udla solo porque no existía una rama. A sus 26 años no para ni quiere parar. Paralelamente, está en su último semestre de Educación Física.

Antes, sacó el título de personal trainer en Aiep. Actualmente, está en Cabrero, esperando que la pandemia le dé un día más con sus compañeros. Con su otra familia.

De sus inicios, recuerda que “hice la Básica en una escuela municipal de Cabrero y ahí participaba en todo lo que fuera atletismo. Me inscribía en cien metros, carrera con vallas, salto largo… Estaba en todas. El fútbol nunca me llamó mucho la atención, pero después hice kickboxing, descenso. Básquetbol y rugby es donde he competido más. Los dos con la misma pasión”.

De cómo llegó al básquetbol, repasa que “de niño me gustaba hacer algunos trucos con la pelota y me encontré un grupito que jugaba, estaba mi hermano. Yo fui el más constante, mejoré con el tiempo. Entré a una escuelita de la UdeC que funcionaba en el Enrique Molina, pero no duré mucho porque tenía que viajar de Cabrero y era demasiado. Una vez me quedé sin bus para la vuelta, quedé tirado, me tuvieron que venir a buscar de allá lejos. Me salí. Después jugué en Yumbel y, en una gira a Puente Alto a los 17 años, fui campeón de un concuros de clavadas”.

¿A qué jugador le gustaba mirar por TV? “Derrick Rose, siempre. Era rápido, eficiente, hacía que todo se viera fácil, tiene un manejo de balón increíble. Yo soy alero, a veces conductor y si falta un pivot voy igual aunque no soy tan alto para el puesto. Cuando llegué a la universidad, el profe Linco (Lincoyán Vilacura) me enseñó que a veces es mejor menos espectáculo y más eficiencia. Él nos reta harto para corregirnos, pero se agradece”.

Del braceo a la bandeja

Felipe estaba cómodo en el agua y recuerda que “con Aiep gané regionales de Adesup en natación. En la Udla había solo taller de natación y un compañero me dijo que hablara con el profe Linco, porque les dije que también juego básquetbol. Yo soy súper disperso y debo ser uno de los que más reta el profe, pero lo respeto mucho. Es una persona que sabe mucho, que siempre está para sus jugadores, apasionado y un amante de la perfección. Eso busca y por eso es exigente. Trabaja con Marcelo Tapia, que es un tremendo preparador físico y son como papás para el jugador”.

No es el primero de este equipo que se refiere al grupo como “una familia” y añade que “por lo mismo, no es fácil para los de afuera entrar en el grupo. Nos cerramos un poco, sin darnos cuenta, pero después los recibimos bien. Nos gritamos harto entre nosotros, los partidos de entrenamientos son duros, nadie quiere perder”.

Y analiza uno a uno a los cracks de este equipo. “Diego Silva es un jugadorazo, seleccionado chileno, tremendo. Sergio (Mijares) es una gran atleta y tiene una mentalidad distinta a todos, quiere ganar siempre, en todo momento. El Toto (Manuel Zúñiga) es un base de mucha calidad, de finales, y si hubiera medido un poco más quizás dónde habría llegado. Compartimos departamento dos o tres años y es un gran amigo también. Una vez, en Viña, le hizo un tapón a un poste de 1,90 y la gente no entendía nada. Decían: de dónde salió este chico”, relata entre risas.

¿Punto final?

Cuando habla de los nacionales, piensa en los jugados y en los que no pudieron ser. Aedo comenta que “acá se armó una linda rivalidad con la UdeC, que es un equipo en su mayoría profesional. También se dan buenos partidos contra Alemán. Ese año que le ganamos Adesup a la UdeC sentíamos que estábamos para cosas grandes en el Nacional y nos descalificaron contra la U. de Chile, por un tema reglamentario, bien discutible. Lloré. Jugamos tan bien que el técnico de ellos no sacó ningún titular y llegaron reventados a jugar justamente con la UdeC. Ellos pasaron y fueron campeones”.

Después los pilló el estallido social. “Ahí paró todo, estábamos listos para Punta Arenas. La lata es que fue en nuestro mejor momento porque ya nos conocíamos perfectamente, nos habíamos hecho fuertes, el grupo estaba unido y todos con un convencimiento grande. Después vino la pandemia y siento que ahora se desarma. Muchos terminamos la carrera, como yo, el Gonzalo Ortiz, que es el más grandote del equipo”, sentenció.

En ese escenario, advierte que “en Cabrero juego un poco entre amigos, pero todos los días sueño con un entrenamiento más con los compañeros de la Udla. Ni siquiera un partido. Era tanta alegría, tanto webeo… Extraño mucho eso”.

Etiquetas