Deportes

De las pesebreras de Mediocamino a hijo ilustre de Nueva York

Por: Samuel Esparza 28 de Abril 2021
Fotografía: Cedida

Esta semana se cumplieron 60 años del nacimiento de uno de los mejores deportistas chilenos de la historia. Pequeño de estatura, pero gigante en su legado, José Santos marcó un antes y un después en la hípica nacional.

Nacido en Avenida Colón -a pasos del Club Hípico- en el seno de una familia de siete hermanos, fue su padre, Manuel Santos Muñoz, quien inculcó la pasión de los caballos a todos sus hijos, primero como jinete y después como preparador.

Por eso no fue extraño que cuatro de ellos abrazaran la carrera de jockey (problemas de salud evitaron que los otros dos siguieran los mismos pasos). Y si bien todos destacaron con más de 2 mil carreras ganadas, fue uno el que brilló en una dimensión fuera de serie.

José, el mayor de los hermanos, consiguió lo que ningún otro chileno logró jamás: convertirse en ídolo del circuito estadounidense, el más competitivo del mundo. En esas pistas ganó la friolera de 4.083 carreras (superó las 5 mil contando los triunfos en Chile y Colombia), y entre 1986 y 1990 fue campeón de Estados Unidos, lo que le valió ser declarado “Hijo Ilustre de Nueva York”. En 2003 ganó el Derby de Kentucky y el Preakness Stakes (premios grado 1), quedando a un triunfo de obtener la Triple Corona de la hípica estadounidense, montando a ‘Funny Cide’ (fue tercero en el ‘Belmont Stakes’).

Conquistas que en 2007 le permitieron ingresar al Salón de la Fama de la Hípica de Estados Unidos y adjudicarse además el premio George Woolf Memorial, otorgado por sus pares, y que destaca al jinete de mayor calidad humana y dedicación.
Como si todo lo anterior fuera poco, sus montas produjeron ganancias por más de 186 millones de dólares, lejos el más ganador entre los deportistas criollos.

Lazos de familia

De los cuatro hermanos jinetes, sólo uno permanece en Chile. Se trata de Pedro Santos, el menor de todos, y quien hace cuatro meses regresó desde Santiago a Mediocamino, donde ejerce como preparador de caballos.

“Somos gente de hípica, de toda la vida. Desde chicos mi papá nos llevaba al Club Hípico donde lo veíamos montando primero y después como capataz. Nacimos en las patas de los caballos como se dice y además sacamos la estatura ideal para el deporte. Así que José, Manuel, Luis Alberto y yo tuvimos la suerte de ser jinetes. Y fíjese que todos buenos, yo gané 2.882 carreras en 31 años, y así todos”, cuenta sobre esta hermandad en las pistas.

Sobre José, dice que todos sabían que llegaría lejos, aunque nadie se imaginó que tanto. “Cuando uno parte, siempre tiene la ilusión de tratar de ganar carreras y nosotros, gracias a Dios, tuvimos la suerte de ser bien competitivos. Partimos muy chiquititos todos, el mismo José era menor de edad cuando debutó con 15 años, un dirigente le dio permiso. Y duró poco en Chile, al año se fue a Colombia y en 1983 partió a Estados Unidos; de ahí ya no regresó más”, relata.

Y añade, “José es el deportista que más alto ha dejado el nombre de la hípica chilena, el que tiene mayor trayectoria. Ganó los premios más importantes de Estados Unidos, está en el salón de la fama y creo que pasará harto tiempo para que aparezca alguien tan grande como él”.
A juicio de Pedro, la virtud de su hermano está en haber rendido al máximo en el más alto nivel posible. “Nosotros nacimos para esto, tenemos el físico parecido, tenemos la pasión y tuvimos la posibilidad de dejar en lo más alto el apellido Santos. Pero José fue un paso más allá, destacó entre lo mejores y fue el mejor de todos”, sentencia.

José Santos se retiró en 2007 (tenía 46 años) tras una lesión en la espalda producida por un grave accidente mientras competía. Radicado hace años en Miami, hoy vive tranquilo trabajando como vendedor en una empresa de alimentos para caballos, luego de haber ejercido como agente de jinetes. “Lo hace para estar activo y para seguir ligado al rubro. Este deporte nos ha dado todo, desde el saco de porotos que recibió mi padre como primer pago por ser cuidador de caballos, hasta las cosas que hemos ganado después; por eso uno no quiere nunca dejarlo”, cierra Santos.

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