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Matilde Vicencio toma impulso para saltar y dar el gran golpe

Se retiró un año, ya más grande estuvo en una preselección y le dolió no quedar en la lista final. Pero ella es pura perseverancia y el vóleibol siempre fue más fuerte. La pasión de su vida.

Por: Paulo Inostroza 05 de Abril 2021
Fotografía: Cedida

Cursa su último año de Enseñanza Media y tiene clarísimo qué quiere después. Quiere estudiar Sicología, sueña con irse a España y sabe que no soltará el vóleibol por nada del mundo.

Matilde Vicencio, a los 17 años, es de esas que se propone una meta y va por ella. Mira la red y sabe que puede saltar más alto, mirar al otro lado y remachar con éxito.

¿Y cómo partió en esta disciplina? La alumna de Cuarto Medio en San Ignacio cuenta que “mi papá es súper deportista. Siempre ha estado muy metido en el básquetbol y es profesor de Educación Física. A todos nos inculcó que el deporte era importante. El 2011 jugué harto fútbol, pero de manera bien recreativa. El 2014 ya me metí en el vóleibol, por iniciativa propia. Llegué a un taller del colegio, sola. Nunca fui muy tímida, llegué no más”.

Ahí conoció a sus primeros maestros. “Marcelo Rabanal fue mi profesor desde que empecé hasta el 2019 y me enseñó este deporte, pero además fue muy importante porque como a los 12 años me retiré. No sé, era chica, me aburrí. En clases de Educación Física me trataba de convencer para que volviera, me motivó. Eso fue clave. También estuve en el Alemán con Jorge Fachini y en el equipo de la UdeC con Guillermo Jiménez. Todos importantes”.

Juega de punta, aunque de más chica era central. Matilde expresó que “me gusta atacar, es mi faceta favorita, y de la disciplina rescato que es muy de equipo. Sólo podemos ganar si estamos todas bien, debemos funcionar juntas y ayudarnos. Es muy sicológico”.

Pandemia y Nacionales

El 2017 y 2018 fueron a los Nacionales Escolares y en esa última experiencia fueron terceras. “El nivel es altísimo. Por la Liname me ha tocado viajar a San Felipe, Santiago, la Copa Castro en Chiloé y La Serena. También he viajado un par de veces afuera. A Perú fui como refuerzo de un club de Los Ángeles y he jugado dos veces Araucanía”.

El 2018 le tocaron los Juegos en Puerto Natales y el 2019 en Argentina. Matilde recuerda que “ese primer año el profe llamó a mi papá para que fuera a entrenar, pero yo pensé que todavía no era mi momento. Me pusieron en los partidos de preparación, anduve bien y me dijeron que iba. Fue inesperado porque era prácticamente el equipo del Alemán. Después fue lindo competir en el extranjero, lo considero un gran logro”.

También de manera bien inesperada, confiesa, llegó a la Liga A1 de vóleibol, donde comenzó a hacerse un espacio. Y apareció la pandemia. “Entrené siempre en casa, para no retroceder tanto, y en fase 2 logramos juntarnos con las compañeras. No con normalidad, pero fue bonito. Se extrañaba practicar con ellas y no con la pared. Ahora mi hermano y yo estamos con un PF en casa y me siento más liviana, para volver de buena forma”.

Acota que estuvo en una preselección, el 2017, pero no quedó en el corte final y sostiene que “eso me desmotivó un poco y por eso nunca me he hecho muchas expectativas con representar a Chile, aunque claro que sería un sueño, para cualquier deportista. Sí me he fijado como meta entrar a la universidad acá, ojalá tener una beca para ayudar económicamente a mis papás y luego irme a España, vivir allá y jugar vóleibol. Estoy enfocada en eso y quiero siempre jugar este deporte que me apasiona. He vivido hartas cosas jugando”.

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