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Casi en pañales: así fue la primera vuelta olímpica de la UdeC ‘97 de Osbén

Germán Ortiz, capitán de ese joven equipo, recuerda el campañón que les dio el ascenso y las anécdotas de un lindo camarín, con Cuevas, Rosales, Campos, Burgos y los Quiñelén.

Por: Paulo Inostroza 10 de Mayo 2020
Fotografía: Revista Don Balón

“Uno ve a la UdeC ahora y es un club grande, que juega Libertadores. Es un orgullo, pero para que eso pasara nosotros hicimos el primer gran esfuerzo, cuando esto recién nacía”. Las palabras son de Germán Ortiz, capitán de ese “campeón olvidado”. No porque la gente no lo recuerde, al contrario. Pero sí porque cuesta encontrar fotos y sus nombres en Internet y los más jóvenes no conocen mucho sus caras. “En ese tiempo no era como ahora con la prensa y las redes sociales. Por eso, me gusta contar siempre esta historia”, sonríe el ex defensor.

Pero la hazaña de 1997 se gestó antes. Ortiz narró que “yo llegué el ‘94 y recuerdo que al año siguiente el club invirtió fuerte para subir, trajo algunas figuras de la división y fue un fracaso. Incluso, peleamos por no bajar. El ‘96 asume Mario Osbén en la banca y fuimos subcampeones, detrás del Morning, pero la Tercera es dura, sólo sube uno. Se mantuvo el 60 por ciento de ese equipo y llegó gente que aportó en todo sentido. Un buen grupo, joven. Era un equipo Sub 23”.

¿Y cómo era el “Gato” en la banca? “No era tan estratega, ni de tanta pizarra, pero sí te pedía claramente qué hacer. Siempre fue de pocas palabras. Yo lo tuve de compañero el ‘94. En ese tiempo era la atracción del equipo, corríamos por la universidad y los alumnos lo reconocían por su trayectoria. Mario imponía respeto, su imagen era muy potente”, advirtió.

Sumando puntos

El equipo fue tomando forma. Ortiz explica que “jugábamos siempre con un 4-4-2 y dos laterales que llegaban mucho en ataque. Eran Alejandro Burgos y Nelson Salcedo. Atrás nos marcaron muy pocos goles esa campaña, sobre todo, en casa. Y arriba todos anotaban y sabíamos que con uno o dos goles lo ganábamos. Además, era un equipo con mucha personalidad y, por eso, terminamos definiendo el título afuera, siempre con el público en nuestra contra”.

Como todos los torneos de la época, la definición del ascenso era un poco extraña. “Se jugaba Apertura y Clausura. Los dos primeros de cada semestre jugaban el cuadrangular final y subía uno. Nosotros logramos el boleto en el Apertura, pero había una cláusula para no perder ese cupo: tenías que estar entre los cuatro primeros del Clausura. Casi se nos va, fuimos cuartos. Pero en el cuadrangular nos prendimos”, rememora.

Incluso, lograron el título una fecha antes del final. Ortiz cuenta que “remontamos en San Fernando y ese 2-1 a Colchagua nos dejó con la primera opción. Después ganamos 2-1 en Calera, con un gol de Adiel Quiñelén y otro de Iván Campos. Recuerdo ese gol como si fuera ayer. Era el minuto 93’, engancha a Mansilla, a otro y no le pegaba nunca. Metió un puntazo y subimos. Viajaron tres buses de Concepción, todo el estadio era de Calera. Fue emocionante. Vi nacer al club, corríamos por los cerros, entrenábamos en cancha de tierra. Fue hermoso, aunque no dimensioné que estábamos haciendo historia”.

Fueron homenajeados hace un par de años en Collao, en un estadio muy distinto al que conocían. Un merecido aplauso para Roberto Cuevas, Roberto Torres, Juan Pablo Toro, Paulo Rosales, Francisco Fernández, Alfredo Gatica y Marcelo Valenzuela, entre otros. “Todavía hablamos por Whatsapp, jugamos algunos partidos. Recordamos anécdotas, como cuando salimos a correr a los cerros y el ‘Mago’ Saavedra se perdió. Lo vinieron a dejar los guardias en moto. Muy divertidos todos, unos más desordenados que otros, pero todos sabíamos que llevábamos el escudo de la universidad y lo hicimos bien”

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