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Marlen Ahrens y su hazaña olímpica: La penquista que lanzó más fuerte que un rayo en tierra de canguros

En Melbourne 1956 hizo historia al convertirse en la única chilena en lograr medalla en unos JJ.OO. Su estampa no se olvida, menos su grandeza que cruza generaciones.

Por: Samuel Esparza 27 de Abril 2020
Fotografía: EL LANZAMIENTO QUE dio a Marlen Ahrens la plata en Melbourne 1956

Su pasión desde siempre fueron los animales, y los caballos llenaron sus sueños de pequeña. Quiso el destino que en tierra de canguros marcara para siempre la historia del deporte chileno, al nivel que aún se le recuerde por su proeza en Melbourne 1956, donde se convirtió en la única chilena en colgarse una medalla olímpica.

Marlen Ahrens es la mejor deportista que tuvo el país. 100% penquista, paseó su nombre en las pistas más importantes del mundo. Su brazo forjado en hierro conquistó títulos y su estampa de mujer triunfadora se ganó corazones que aplaudieron a rabiar cada logro con su garrocha. Apellido insigne que no se olvida ni se extingue, más bien, rejuvenece con el tiempo; que no tiene fecha de vencimiento, más bien, se vuelve infinito para cada nueva generación que gusta del atletismo.

Tan lejos como su estrella

Su bitácora de vida dice que nació el 27 de julio de 1933 en Concepción y su nombre en honor a Marlene Dietrich marcaría también su carácter y grandeza.

Firmeza de espíritu necesaria para pararse al lado grandes atletas de la época y salir indemne. La checa Zatopekova, campeona olímpica cuatro años antes y las soviéticas Nadezhda Konyayeva (campeona mundial del momento) e Inese Jaunzeme, miraron de reojo cómo esa tarde del miércoles 28 de noviembre de 1956, una espigada rubia con la tricolor en el pecho lanzaba la jabalina tan lejos. Fueron 50,38 metros que le valieron medalla de plata y ser, todavía, la única mujer nacional en trepar a un podio olímpico.

Jorge Grosser, campeón y formador de campeones, aún recuerda cuando siendo un joven seleccionado chileno de atletismo se topó con ella en un torneo. “La conocí en un campeonato Chile-Argentina en 1964, en Santiago. Yo era más chico, nuevo todavía y ella una consagrada, pero recuerdo que le ganaba a todas fácil. Una mujer alta para la época, longilínea y de trazo largo, con un aura especial. Como si esa medalla de plata aún brillara con ella”.

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