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Nahuel Reyes cuenta historia de sus tres oro llenos de significado

Representó por primera vez a Chile, 3 años después que su madre falleciera cuando viajaba a Córdoba con el mismo objetivo. Cada medalla en su cuello tiene un valor especial.

Por: Paulo Inostroza 02 de Mayo 2019
Fotografía: Cedida

El 28 de abril de 2016, una camioneta llena de sueños viajó rumbo a Córdoba. Arriba cuatro mujeres y un hombre que representarían a Chile en el Sudamericano Master de Remo. De pronto, impactaron un camión y los tres que ocupaban asientos traseros murieron instantáneamente. Una de esas personas: Esmeralda Zenteno, de apenas 41 años. El 28 de abril de 2019, Chile se titula campeón Sudamericano a nivel juvenil y tres de esos oros corrieron por cuenta de Nahuel Reyes. “Me traje las medallas que debían haberle dado a mi madre. Ella habría logrado muchas más”, cuenta el joven de 16 años.

Había viajado antes por el Club Llacolén, pero era su primera vez como seleccionado chileno. “Me costó mucho entrar al equipo. Postulamos hartos en mi serie, quedamos 8 preseleccionados y después sólo 4. Estar ahí ya es un sueño, compartir con las hermanas Abraham, con deportistas de gran nivel y ser uno más de ellos ahora que el remo chileno es potencia sudamericana. Todavía me cuesta creer que esto es verdad, que me puse el buzo rojo de Chile, los oros y ser campeones”, comentó emocionado.

Nació en Concepción, pero vive desde los 3 años en Santiago. Se trasladó cerca de la Laguna Aculeo, hoy prácticamente seca. Igualmente, entrena acá en la zona. “Allá no tengo agua”, cuenta justo después de practicar en el simulador. Y practica remo desde los 5 años, cuando su madre lo motivó a remar y remar, siempre mirando hacia el frente. “Ella fue mi entrenadora hasta los 5 años y todo lo que sé es gracias a sus consejos. Soy remero por ella y cada vez que compito es mi motivación para lograr cosas”, apuntó.

Nahuel recuerda perfectamente el accidente de 2016. Tenía apenas 13 años, pero nada ha salido de su cabeza, aunque se ve que lo hizo más fuerte. Y que Esmeralda nunca se ha ido de su lado. El prometedor deportista confiesa que “en todas las competencias voy con un jockey que me regaló cuando yo era chico, un par de años antes de ir al Mundial. No me lo saco nunca, pero en el Sudamericano de Río no me lo permitieron. Bueno, a veces pasa en las pruebas que compites por equipo por una cuestión de que todos vayamos uniformados. Como sea, metí el gorro en el bote. De cualquier forma, tengo que ir con ella. Es como una parte de mí”.

Si le preguntan sus objetivos, en lo inmediato piensa en la prueba de Matemáticas del colegio, en mejorar sus números, en la paz que le da el mar. También quiere ir al Mundial de Tokio, en agosto. “Algún día estar en los Panamericanos, los Juegos Olímpicos… No sé, te hablo como de un sueño. Bueno, todo esto es un sueño”. Luego se pone su jockey y sabe que no está solo. Nunca. Y que en su cuello, cerca del pecho, brilla algo que es de los dos.

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