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Rubén Espinoza: de Tomé a la cima de América

Por: Ángel Rogel 05 de Junio 2017
Fotografía: Isidoro Valenzuela M.

Hoy se cumplen 26 años del logro más importante del fútbol nacional a nivel de clubes, la Copa Libertadores que ganó Colo Colo. Dicho triunfo contó con un protagonista de esa tierra, nacido en la otrora ciudad textil: “el correcaminos”.

Transcurre el minuto 33 de la final de la Copa Libertadores de América 1991. Se juega en el Estadio Monumental de Santiago. Hay un saque lateral a favor de Colo Colo. El balón atraviesa la mitad de la cancha, pero Marcelo Barticciotto no logra capturar la bola. Rubén Espinoza, el pequeño y talentoso volante, parece no tener problemas para controlarla y enfilar rumbo al arco contrario, el de los paraguayos de Olimpia, el denominado “rey de copas”. A esa altura, desesperada, con el marcador en contra, la visita inicia un festival de codazos y patadas que ya le costó un expulsado.

Así las cosas, fue justamente una patada de Remigio Fernández (muy criminal, por lo demás) lo que impide que el 2 de los blancos cumpla con su objetivo. El árbitro Wright de Brasil muestra tarjeta amarilla al agresor, por un foul que sin dudas merecía roja. Los estoperoles del paraguayo se clavaron en el muslo izquierdo del chileno, quien yace en el piso adolorido, pero con un solo pensamiento en su cabeza: “este partido lo juego hasta el final”.

“Hay momentos en que las pulsaciones y la adrenalina están al máximo. Yo recuerdo que eso, a mí, me ha pasado dos veces: en la final del ’91 y en el terremoto de febrero de 2010, sacando a mi familia y mis hijos de la casa”, recordó 26 años después el actual gerente técnico de Ñublense, Rubén Espinoza, uno de los baluartes de la obtención del ahora mítico campeonato.

Nos acercamos a tres décadas del hecho y la hazaña no se ha repetido. Un escenario lejano considerando las actuaciones de los equipos chilenos en el campo internacional.

Fiesta popular

El logro de la Copa Libertadores se suele asociar sólo a un equipo grande y capitalino, pero fue una fiesta en todo el país. Recordado es, por ejemplo, el viaje a Paraguay de un grupo de parlamentarios hinchas de las universidades de Chile y Católica, como Alberto Espina, Jorge Arrate, Jaime Estévez y Andrés Allamand. Pero esa es otra historia.

La memoria también es frágil al olvidar a quienes estuvieron detrás de esa brillante campaña, a sus artífices, los jugadores. En ese sentido, la Región tuvo en Espinoza un representante muy destacado.

Fue goleador de ese equipo (con cinco goles, dos ellos decisivos ante Universitario para el paso a cuartos de final) y fue factor en la apertura del marcador esa lejana noche del 5 de junio (“Lucho Pérez… pared perfecta con el correcaminos de Tomé”, cantó Vladimiro Mimica, el emblemático locutor, “padre” de las actuales voces radiales y televisivas).

Junto con ello, y pese a la violenta falta mencionada al inicio de este escrito, Espinoza continuó en la cancha hasta el final, con un vistoso parche blanco en su pierna izquierda y tras un “amistoso” intercambio de improperios con el utilero Carlos Velásquez, quien recomendaba a Mirko Jozic, el DT croata de los colocolinos, la salida del volante.

“Tengo una marca en mi pierna hasta el día de hoy, seis puntos. Yo lo único que quería era seguir. Después sucedió lo de Gabriel (Mendoza), con quien conversé alguna vez y me dijo: ‘qué pena no haber jugado la final’”, recordó. El hombre de Graneros salió por una luxación en su hombro y lo reemplazó Leonel Herrera, autor del tercer gol de la noche.

Las revanchas del fútbol

Durante la vuelta olímpica, Espinoza fue foco principal de reporteros gráficos. La cima de América fue la gran revancha de Rubén. Un año antes había malogrado un penal que se tradujo en la eliminación de Colo Colo, a manos de Vasco de Gama, y el ‘91 lo coronó siendo figura del campeón. “Luego del partido contra Nacional nos convencimos que podríamos ser campeones”, recordó el volante, amigo de los procesos. De hecho, ese equipo -contó- se comenzó a gestar en 1986 con la llegada de Arturo Salah. Espinoza llegó el ‘88, tras campeonar con la UC.

A propósito de proceso, es particular la forma en cómo fue perfeccionando su pegada en los tiros libres. Estando en Universidad Católica, se quedaba 30 y hasta 40 minutos practicando y tenía que esperar su turno, tras Jorge Aravena, Osvaldo “Arica Hurtado” y Miguel Ángel Neira, puros “cracks” a la hora de enfrentar un balón detenido.

Es que la historia de Espinoza está llena de sacrificios, pero también de revanchas, donde ha vencido por su constancia. Oriundo de Tomé, su niñez la pasó en la población Carlos Mahns, donde todavía vive su madre. Cursó estudios en el Liceo Enrique Molina para lo cual, como muchos jóvenes tomecinos, se levantaba a las cinco de la mañana.

Su llegada al profesionalismo se comenzó a concretar tras defender a Cañete en un nacional juvenil de fútbol amateur. Fue refuerzo, luego de la eliminación de su querido Tomé. Ahí fue visto por Alberto Fouillioux, quien se lo quiso llevar a Colo Colo, pero Espinoza lo desestimó para terminar sus estudios. Un año después fue a visitar al ex delantero de Chile ‘62, cuando laboraba en la UC, justo después que en Santiago Morning le dijeran que se dedicara a estudiar. En el cuadro de la franja no dudaron y lo aceptaron. El resto es historia.

Fuerza grupal

Un día antes de nuestra entrevista, Espinoza conversó telefónicamente con Daniel Morón, el histórico portero del equipo popular. Por ello, más que sus dos goles ante Universitario, también recordó la tapada en la línea del “Loro”, a minutos del final del partido, tras un cabezazo del peruano “Balán” González. “Si no atajaba nada, no sé dónde sacó brazo”, dijo entre risas. Un licencia que se permite, considerando la relación que hasta hoy mantiene con aquel grupo de jugadores. Ese, dijo, fue uno de los secretos del éxito.

Ese equipo, a lo mejor, era inferior futbolísticamente a Boca, pero nosotros estábamos más fortalecidos como plantel. Por eso en los momentos adversos, sacábamos a relucir otras cosas. Nosotros con ese equipo, hasta el día de hoy nos juntamos, ayer conversé con Daniel (Morón). Marcelo Barticciotto es mi compadre, el padrino de mi hijo. Converso con Miguel Ramírez, Ricardo Dabrowski”, contó.

– ¿Qué siente cuando pasan los años y no hay otros equipos chilenos con la posibilidad cierta de obtener una Copa Libertadores?
– Me preocupa. Algunos lo toman, incluso, para la risa. ‘Siguen vendiendo humo, con la obtención de la Copa Libertadores’, nos dicen. Y no se trata de eso… Yo creo que este tema seguirá por mucho tiempo, a menos que los equipos se refuercen y piensen en objetivos. Pero hoy no se puede, porque los jugadores los trabajas, funcionan y se venden.

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