Es común que una persona relacione una canción, grupo o ritmo en particular con sus vivencias. Recuerdos, emociones e incluso olores que se entrelazan y van configurando un camino conjunto a través de los años. ¿A qué se debe esto? Profesionales de distintas áreas dieron su visión.
Para la mayoría de las personas, hay música que se relaciona con muchos aspectos de su vida. Que la hace viajar, y la conecta con vivencias, con recuerdos e incluso con olores. Que la transporta a experiencias felices o tristes. Que la acompaña en momentos complicados, malos, y también en instantes positivos. Que la escucha en soledad o en grupo. Y aunque no se quiera, es común que música suene en espacios públicos, y de una u otra manera se puede conectar con alguien incluso sin que sea consciente.
Entonces, cada persona, o la mayoría, puede decir que tiene un soundtrack de vida. Canciones, grupos o intérpretes que se asocian a sus diferentes momentos y experiencias a través de los años, que se van conectando con las diferentes etapas. Para Nicolás Masquiarán, musicólogo y docente del Departamento de Música UdeC, “los mecanismos por los cuales la música se instala en nuestra memoria son sumamente complejos y todavía no están del todo estudiados. Pero podría apuntar al menos a dos factores que me parecen especialmente potentes. El primero es más consciente, y tiene que ver con su activa participación en la construcción de identidades: nos proporciona un medio para representarnos frente a la sociedad; nos la apropiamos y la usamos como agente declarativo. El segundo es inconsciente y mucho más elemental que la música en sí: la acción de los sonidos sobre el sistema límbico que, por autopreservación, va ‘mapeando’ los estímulos del entorno y nos vuelve proclives a aquellos que traducimos como positivos”.
Jaime Ancajima, docente de Universidad de Piura, de Perú, en su artículo titulado “Influencia de la música en los seres humanos”, que se publicó en agosto de 2020, afirmó que “la música es un lenguaje universal y del alma que es capaz de despertar emociones, sensaciones y recuerdos únicos. La música puede ser de cualquier cultura o país y en cualquier idioma, pero, aun así, es capaz de ponernos alegres o tristes o de hacernos llorar o bailar. La música hace esta magia en los seres humanos desde tiempos inmemoriales. En todas las épocas y civilizaciones ha existido esta forma tan particular de expresión, tan rica en estilos y géneros”.
En su escrito, Ancajima indicó también que “acudimos a la música por diversas razones: buscando contener sentimientos que nos abruman, para hallar un lugar donde puedan desbordarse libremente. Otras veces, nos reunimos para bailar y hacer que los ritmos musicales marquen el de la fiesta. También buscamos las melodías para tranquilizarnos, para estudiar o trabajar, y muchas otras razones”.
Stefanie Aeschlimann es psicóloga clínica y actualmente estudia un máster en musicoterapia en la Universidad de Barcelona. Sobre la relación entre las personas y la música, dijo que “siempre ha estado presente en el desarrollo de la humanidad, incluso se cree que los primeros lenguajes eran cantados, es decir que el lenguaje podría ser un derivado de la música. Todas las personas tenemos un sentido musical, hay cosas que puede suenen mejor que otras incluso cuando no hemos tenido ninguna formación musical”.
En ese sentido, agregó que “diversos estudios han avalado que la música afecta a nuestro organismo en distintos niveles. Tiene efectos fisiológicos, teniendo la potencialidad de afectar nuestra presión sanguínea, el pulso, el ritmo cardiaco, la respiración, activa nuestro sistema motor. Muchas veces, de forma incluso inconsciente, cuando escuchamos música seguimos el ritmo con nuestros pies o manos”.
La psicóloga explicó que “a través de electroencefalogramas se ha demostrado que la música activa y se involucra en distintas partes de nuestro cerebro, en ambos hemisferios. Puede evocar, provocar o fortalecer diversas emociones, somos capaces de distinguir si un ritmo es alegre o triste, aun cuando nunca la hemos escuchado anteriormente. Pero claramente somos más sensibles a nuestra música, la que hemos escuchado a lo largo de nuestra vida nos puede transportarnos a distintos momentos, experiencias y emociones”.
Además, señaló que “la teoría del sentimiento de Susan Langer plantea que la música es el lenguaje de las emociones y constituye una forma simbólica. Esto hace que podamos proyectar en ella nuestro propio mundo interno y hace al mismo tiempo que muchos resonemos con la música y la sintamos propia. Es una forma de comunicar sin palabras donde podemos, sin racionalizar, tanto sacar nuestras emociones o nuestro inconsciente por vía directa”.
Sobre si hay ciertos estilos que pueden relacionarse con determinados sentimientos o emociones, Aeschlimann afirmó que “las investigaciones han comprobado que reaccionamos de manera mucho más intensa a nuestras asociaciones personales con la música. Es decir, puede ser que una canción sea muy triste, pero si me recuerda un momento alegre de mi vida, sentiré felicidad. Hay música que debería ser estimulante por sus características, es decir que tiene un volumen alto, un ritmo rápido, irregular y marcado, notas agudas o medias, con una línea melódica de saltos bruscos y una armonía con algunos acordes, que posee las características que comúnmente se asocian a una música estimulante, como podría ser el heavy metal”.
En esa línea, destacó que “lo interesante del efecto de la música es que si bien para algunas personas podría ser un género estresante, para otros les resulta relajante. Es decir, si bien tendemos a asociar algunas características musicales con estados emocionales lo realmente importante es la experiencia subjetiva que cada uno tiene con la música”.
A muchas personas les pasa que, al escuchar una canción o grupo determinado, lo relaciona de inmediato con un recuerdo u otra cosa. ¿A qué se debe esto? La psicóloga destacó que “nuestra memoria es asociativa, es decir tendemos a emparejar elementos que están juntos a menudo. Es por eso que distintos sentidos nos evocan recuerdos, y lo particular de la música es que al estar asociada a tantas partes del cerebro es como si nos teletransportara inmediatamente a cómo nos sentíamos cuando escuchábamos esa música”.
Al respecto, agregó que “lo lindo de esto es que podemos evocar estados y recordar nuestra historia en términos musicales. Un ejercicio muy lindo que se puede hacer es ir recorriendo la música de nuestra vida. Que escuchaban nuestros padres cuando éramos niños, que canciones infantiles escuchábamos, luego en la niñez, adolescencia y así vamos viendo cómo nuestra música va cambiando, evolucionando junto a nosotros y nos permite hacer una especie de viaje a través de nuestra vida mediante la música”.
Mauricio Melo es uno de los músicos con más historia en Concepción. Integrante de bandas emblemáticas -estará junto a Santos Dumont en REC 2024- también es un “puente” para las nuevas generaciones que surgen en la ciudad, siempre dispuesto a colaborar. A su juicio, “se construye una línea de vida con la música, es así. Es la magia que tiene, su poder evocativo y emotivo. A mí, hay música que me trae a la mente hasta olores, canciones que escuchaba en la radio. Me pasa con varios temas que me transportan cuáticamente a ese tiempo de infancia. ‘La distancia es como el viento’ de Domenico Modugno me lleva a mi primera infancia y siento el olor de un perfume que usaba mi papá (ríe). No me acuerdo cómo se llamaba, tenía una tapa de madera…Ya ni existe. Es increíble eso, todos tenemos un soundtrack de la vida, aunque quizás para todos no es tan claro o reconocible”.
En ese sentido, agregó que “todos tenemos algún elemento que te sube el ánimo, te alegra. Yo tengo una playlist en Spotify que son puras canciones irlandesas, me encantan, me dan energía, con esa cosa optimista de los irlandeses, de luchar contra las adversidades. Un pueblo alegre. A otros les puede pasar con el punk rock, no sé, cada persona tiene sus propias melodías”.
Melo también aseguró que “para mí la música es inevitable…Vivo música, de ella, y prácticamente hago todo con música, por eso creo que es tan necesaria. Me ayuda a la existencia, a sentirse mejor, a ser mejor persona. Me pasa ahora que estoy viejo que me emociono, lloro (ríe). El otro día fui a ver a Congreso, tocaron ‘Vamos andando, mi amigo’ y me puse a llorar. Fue bonito eso, la verdad de las cosas”.