La irrupción tecnológica ha cambiado las formas de consumo pero no el hábito de la lectura, explican especialistas. Concepción no escapa de estos procesos que se ven en todas partes y que aceleraron tras la pandemia.
Por Catalina Poblete Sánchez
La evolución del libro físico hacia los soportes digitales ha cambiado los hábitos de lectura, principalmente en la manera en que leemos y accedemos al conocimiento. Este fenómeno, lejos de disminuir el interés por la lectura, ha expandido sus funciones y ha impuesto nuevos desafíos a las bibliotecas del Gran Concepción: ¿cómo se puede equilibrar la tradición con la transformación tecnológica?
En pleno centro de la capital regional, la Biblioteca Municipal “José Toribio Medina” se mantiene como un lugar vivo y esencial para la comunidad. Con más de un siglo de historia, este recinto ubicado en Víctor Lamas #615 no solo custodia libros, sino que también alberga actividades culturales, exposiciones y encuentros que la convierten en un verdadero espacio de desarrollo creativo y social.
“El libro físico sigue siendo relevante, pero hoy convivimos con nuevas formas de lectura. El cómic, el manga, el fanzine y los libros visuales también son parte del nuevo lenguaje”, señala Boris Márquez, director de la Biblioteca Municipal.
Márquez admite que ha habido una baja en los préstamos físicos, especialmente desde la irrupción de las tecnologías digitales y destaca que esto no implica una pérdida de interés por la lectura, sino una transformación en los hábitos. “Hay una sana competencia con las tecnologías. Lo importante es que la lectura sigue siendo transversal, para todas las edades y clases sociales”.
El edificio, que recibe diariamente a jóvenes, adultos mayores y trabajadores de distintos sectores, no es solo un punto de retiro de libros, sino también un lugar para descansar, compartir, estudiar o disfrutar de un espacio para el ocio.
Según datos del director, en 2024 se realizaron más de 370 actividades, lo que equivaldría a poco más de una acción cultural diaria. “Esto habla de una biblioteca viva, donde pasan cosas”, afirma.
Con solo presentar su cédula de identidad y no tener deudas en otras bibliotecas públicas del país, cualquier persona puede llevarse hasta tres libros por 15 días.
En total, unas 30 personas trabajan en el recinto, entre bibliotecólogos, educadores y gestores culturales. “Este equipo multidisciplinario permite que la biblioteca no sea solo un archivo, sino un espacio vivo, en permanente evolución y con vocación de servicio”, explica Boris.
La Biblioteca Municipal también destaca por ser la única en el país que atiende de lunes a domingo y por contar con servicios poco comunes para bibliotecas tradicionales, como lo es un café literario y venta de libros. “Nuestro catálogo también ha cambiado. Somos custodios de mitos, pero también creadores de nuevas formas de leer y entender el mundo”, afirma el director.
Karen Jara, directora de Bibliotecas UdeC (Universidad de Concepción) aporta otra perspectiva: “Hemos observado una transformación importante desde la pandemia. Si bien el libro físico mantiene su lugar en áreas como las humanidades, el acceso digital ha crecido sostenidamente”.
Jara también destaca que los estudiantes priorizan la inmediatez de los recursos digitales, lo que implica nuevos desafíos en la lectura crítica y la evaluación de fuentes.
En ese contexto, desde la UdeC han reforzado la alfabetización informacional y la formación de usuarios independientes. “Fomentamos la lectura con clubes, cápsulas digitales y actividades culturales que buscan una relación placentera con el libro, más allá de lo académico”, señala Karen Jara.
Ambas bibliotecas coinciden en el punto de que leer es mucho más que acceder a información, sino también, es un acto de transformación personal y colectiva. “Cuando una biblioteca acompaña a una familia o a una comunidad en su camino lector, está sembrando oportunidades para imaginar y construir un mundo mejor”, reflexiona la directora del espacio universitario.