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De alfa a omicron, tres historias desde la primera línea contra el coronavirus

Diario Concepción conversó con tres profesionales de la salud que están en el trabajo más intenso de la crisis, desde el comienzo de la pandemia, cuando ni siquiera sabíamos de variantes ni de la duración de la emergencia.

Por: Sebastián Henríquez 12 de Diciembre 2021
Fotografía: Cedida

Desde marzo del año pasado han transcurrido 21 meses de pandemia.

Es un largo tiempo, y a pesar de las medidas que se han tomado, la emergencia no recede.

Hay comunas que han bajado en la escala que maneja el plan Paso a Paso, y el Ministerio de Salud informa que hay 197 camas UCI disponibles.

Cuando no se disipaba la sorpresa que representa la variante Delta, se conocieron las noticias del arribo de la variante Omicron, ubicada once puestos más atrás en el alfabeto griego, con que la Organización Mundial de la Salud denomina las variantes.

Omicron, encima, llegó a Chile el mismo día de su detección en Sudáfrica. Tiene 32 mutaciones respecto de la vertiente original del Covid, una de ellas justamente en la proteína con que el patógeno logra acceder a las células humanas para replicarse y que es la que usan las vacunas.

Diario Concepción conversó con personal de salud que ha estado en la trinchera desde que llegaron a la zona los primeros casos.

Un kinesiólogo, Javier Salas, pionero en el rol de su disciplina en la rehabilitación respiratoria, y que antes del arribo del coronavirus tenía experiencia con las crisis que desataron la H1N1 o la gripe porcina.

Daniela Silva, también kinesióloga, que tiene el rol preparar a los pacientes que pasan de cuidado intermedio a la UCI. A los que se recuperan y regresan, los recibe también Daniela para apoyar su rehabilitación.

Este medio conversó además con Marcos Hernández, médico internista, que comenzó a trabajar en la UCI del Hospital Regional justo cuando comenzó la pandemia, en diciembre de 2019.

Son historias tan diferentes como sus protagonistas, pero tienen algunas cosas en común.

Primero, mantienen de alguna forma el optimismo, a pesar del cansancio y del tiempo transcurrido.

Y, lo más importante, insisten en el rol de las vacunas como prioridad para enfrentar la pandemia.

“Hemos tenido que volver a reconvertir camas”

El primer paciente Covid que llegó a la UCI del Hospital Regional, en marzo de 2020, llegó grave, con un compromiso respiratorio que no se conocía.

Rápidamente, se decidió conectarlo a un ventilador mecánico, un procedimiento que es de alto riesgo, porque aumenta significativamente las posibilidades de contagio.

Como no se sabía nada más del coronavirus que las apocalípticas imágenes que entonces llegaban de Italia y China, Javier Salas, el kinesiólogo a cargo del procedimiento, le dijo a sus colegas.

“Si me pasa algo, despídeme de mi familia”.

Han pasado 21 meses desde entonces, y el experimentado profesional, ha visto la primera ola de Covid, la segunda, la actual alza de contagios.

Todas las variantes pasaron por Javier Salas, que ve con preocupación lo que se avecina.

“Llevamos una tercera ola, diariamente dos o tres personas llegan a la UCI y hemos tenido que volver a reconvertir camas”, cuenta.

“Hemos recibido pacientes jóvenes sin vacunas, 35 y 45 años, pacientes con doble dosis y casi nada de dosis de refuerzo, lo que nos dice que el periodo de inmunización no es muy largo, que hay que reforzarlo, y que en estas fechas, hay que seguir extremando las medidas sanitarias”, añade.

“La variante Delta es más contagiosa, nosotros tuvimos algunos Delta, más de alguno falleció, aunque la gravedad es la misma… Ahora viene Omicron, que tiene 32 mutaciones, y eso puede hacer que incluso sea resistente a las vacunas, que ofrezca menos inmunidad”, relata.

“No me gusta lo que viene. Nosotros los chilenos hemos sido siempre de reacción no de acción, el concepto de prevención no existe mucho, y muchas personas no se hacen responsables de prevenir, actuamos frente a los hechos… el personal está agotadísimo, siente que no hay una retribución en días de descanso, en condiciones laborales, remuneración… estamos valorizados, pero no se si reconocidos”, finaliza.

“Lo bueno es que la pandemia nos vino a enseñar que los profesionales de la salud dan el ancho antes recuerdo que pedíamos recursos para contratar profesionales… y nos decían que no. Hubo recursos en pandemia para contratar más, no le faltó un ventilador a nadie, me saco el sombrero por los colegas, en turnos de 12 horas, con pacientes de alta complejidad”, asevera.

Kinesiólogo hace más de veinte años, Salas mantiene algo de optimismo. “Hay otra valoración de mi rol”, dice.

“Aprenderemos a convivir con esto”.

“Todos los días, desde marzo de 2020, han sido marzo de 2020, hasta ahora”.

Esta es una frase con que Marcos Hernández bromea con sus colegas en la UCI del Hospital Regional.

Es médico internista, tiene 35 años y dos de ellos los ha pasado en el punto neurálgico de la emergencia en el Biobío.

Llegó en diciembre de 2019, en Chile las noticias las acaparaban dos fenómenos: el estallido social y la eventualidad de elegir un cuerpo que redacte una nueva constitución; y también las imágenes de una rara enfermedad china, provocada presumiblemente por una persona que comió sopa de murciélago, una de las exquisiteces que ofrecía el mercado de Wuhan, una ciudad en el centro del país asiático.

Una excentricidad, sin duda, hasta que comenzó a recibir reportes de colegas en Europa y Asia.

“Nos advertían que la cosa estaba complicada, y de que era cosa de tiempo que llegara esto a Chile”, cuenta.

“Empezamos a preparar las capacidades de todo el mundo, un tema bien tenso, porque no sabíamos cómo prepararnos, empezamos a recibir pacientes de Santiago, y después llegó la ola local”, relata.

“Nadie pensaba que a dos años íbamos a estar así, como si se hubiera parado el tiempo. Tuvimos que poner una pausa en cuanto al desarrollo personal, a hacer especialidades, proyecciones, vacaciones viajes, todo quedó en un constante standby”, afirma.

“A veces uno veía cercana la posibilidad, pero a veces había nuevas olas y empezaba todo de nuevo”, añade.

Para el especialista, la sociedad va a tener que convivir con el Covid. “Omicron nos enseña que vamos a tener que empezar a convivir con esto, afortunadamente el tiempo y la preparación nos dan más herramientas”, afirma.

“Con ómicron, hay que empezar a aceptar que es un diagnóstico más dentro de lo que estábamos acostumbrados a manejar, e insistir que las herramientas que tenemos ahora, que son buenas como la vacunación, tienen que seguir manteniendo”, sostiene.

Sobre Omicron, Delta, y las otras variantes, Hernández dice que no sabe cómo diferenciarlas en lo cotidiano.

“Trabajo en una UCI, acá llegan las personas que están graves, independiente de la variante que esté detrás del contagio”, resume.

“No vienen clasificados, los pacientes vienen todos graves”, acota.

“Eso sí, hay algo en común, acá están llegando en su gran mayoría pacientes no vacunados o esquema incompleto, la vacuna es una herramienta muy buena”, argumenta.

“Se nota la diferencia con las vacunas”

Hasta que comenzó la pandemia, el rol del kinesiólogo estaba asociado a la terapia rehabilitatoria después de una operación quirúrgica o tras una lesión deportiva.

Músculos, huesos, en definitiva.

Nada que pudiera relacionarse con la respiración.

La pandemia, que cambió tantas cosas, modificó también la percepción sobre este oficio.

Todos los hospitales debieron reforzar su planta de kinesiólogos, que cumplen un rol fundamental porque son los encargados de entubar a los pacientes graves, para conectarlos así a un ventilador mecánico.

Como los pacientes pueden pasar semanas conectados a este invasivo sistema, el monitoreo está a cargo de un kinesiólogo.

¿Y la rehabilitación después? También.

Ahora sabemos que la respiración también es un juego de músculos y huesos, una dinámica escondida dentro de la caja toráxica, análoga al movimiento de una rodilla.

Este redescubrimiento motiva a Daniela Silva, kinesióloga del Hospital Higueras, donde se desempeña en el servicio de medicina física y rehabilitación.

“Nosotros evaluamos qué equipo es mejor para enfrentar el Covid, y si el paciente empeora, y tenia compromiso respiratorio, se lleva a la UCI, donde hay otros kinesiólogos”, cuenta.

“Llegó un momento en que se nos acabaron las camas UCI, y tuvimos que asistir a las entubaciones en sala, cuando fue el peak de mayo, hasta agosto, teníamos 34 entubaciones en camas básicas cada día”, relata.

“Después de la UCI, el paciente viene de vuelta débil, sin fuerza, no es capaz ni de lavarse las manos”, añade.

“Se nota la diferencia con las vacunas, lo notamos en septiembre octubre, cuando bajaron los casos, porque los que llegan vacunados con Covid positivo, son síntomas mucho más leves, y notamos drásticamente el cambio”, cuenta sobre el efecto que tiene, en su cotidiano, la vacunación.

“Y los que llegan sin vacunas, salen convencidos de que tienen que hacerlo”, acota.

“El más joven tenía 20 años, antes de la vacunación, y nos sirvió para romper el estereotipo de la persona que se iba a ver más afectada.”, cuenta.

“Yo veo la diferencia, en personas en situación de riesgo, pero lo que más impacta es la vacuna, que es una buena medida preventiva, pero sin olvidar el lavado de manos, el uso de mascarilla, esas cosas que son básicas y que ayudan un montón”, finaliza.

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