Ciudad

Las lecciones de #FridaSofía

Por: Diario Concepción 24 de Septiembre 2017
Fotografía: Gentileza ADN40 MX

No hay urgencia, presión ni sed por el “golpe noticioso” que amerite la renuncia a los valores más sólidos del trabajo informativo de calidad: claridad, precisión, chequeo de fuentes.

Por: Dr. Fernando Gutiérrez Atala

Luego del devastador terremoto que azotó la zona central de México el pasado 19 de septiembre, todo el orbe siguió paso a paso los acontecimientos, que con el pasar de las horas tenían unos protagonistas específicos: los potenciales sobrevivientes que permanecían atrapados entre los escombros de unas 38 construcciones derrumbadas. Lo más triste de todo, muchos eran niños y por ellos se movilizaban policías, militares y voluntarios.

El foco mediático estuvo centrado en la figura de Frida Sofía, una niña estudiante del colapsado colegio Enrique Rébsamen, quien desde las ruinas supuestamente logró comunicarse y pedir ayuda a los rescatistas. La historia regó como pólvora: se multiplicaron las declaraciones oficiales y extraoficiales, que los medios no tardaron en difundir. El hashtag #FridaSofia se convirtió en tendencia mundial y los titulares del orden “Frida Sofía, ya vamos por ti” fueron frecuentes. Televisa, El Universal, BBC y otros cientos que hicieron eco del caso, contribuyendo aún más a la expectación. No solo hablaron de ella funcionarios de primer nivel de la Marina (órgano encargado de la coordinación del rescate), sino el propio secretario de Educación, Aurelio Nuño, periodistas, presentadores, noteros y supuestos testigos del contacto.

México necesitaba un rostro de la tragedia y esta pequeña niña era la protagonista perfecta. Sin embargo, el jueves 21, el subsecretario de Marina, Ángel Enrique Sarmiento, declaró que estaban “seguros de que no fue una realidad” la existencia de la menor. Hecho un conteo, se concluyó con seguridad que los niños o habían fallecido, o estaban en los hospitales o sus casas. Las versiones eran confusas. La gran cadena Televisa publicó una aclaración donde aseguraron que toda la información que divulgaron sobre lo ocurrido fue obtenida de fuentes de la Marina o corroborada con ellos.
Era necesario asumir una realidad vergonzosa, pero evidente: una noticia falsa, una mentira, un rumor, una más de las fake news, la tan de moda “pos verdad” se apoderó rápidamente del “sistema mediático”. ¿Cómo puede suceder algo así? ¿Cómo puede tan rápidamente, sólo como fruto de la multiplicación sin control, asumirse un hecho falso como cierto?

Las lecciones de este caso son varias, quizás la más dura de todas es para los medios de comunicación: si bien la Declaración Universal de Derechos Humanos consagra en su Artículo 19 el derecho de toda persona a investigar, recibir y difundir información, en tiempos de proliferación de información cuestionable es esperable que sólo los sujetos organizados (medios) y por derivación los sujetos cualificados (periodistas) cumplan con el deber de satisfacer este derecho de manera recta y profesional. Una mentira jamás debería llegar a ser noticia ni marcar tendencia, por muchas redes ni posibilidades de divulgación que existan.

No hay urgencia, presión ni sed por el “golpe noticioso” que amerite la renuncia a los valores más sólidos del trabajo informativo de calidad: claridad, precisión, chequeo de fuentes. Olvidarlos no sólo pone en riesgo la confianza ciudadana en los medios, sino que corroe las bases mismas del funcionamiento social y la democracia, a las que un periodismo serio, sólido y fundamentado tanto bien les hace.

 

Etiquetas