
La mayor edad es principal factor de riesgo de esta enfermedad que en junio se concientiza, también impactan los hábitos nocivos y condiciones crónicas. Así, su incidencia va en alza y podría duplicarse a 2045. Aunque se sabe que la detección precoz salva vidas, se debe entender bien de qué depende la progresión y resistencia a tratamientos que afecta los pronósticos de tantos; reto que aborda una investigación UdeC.
Hallar el origen y/o cada mecanismo implicado en el desarrollo de una enfermedad potencialmente letal que impacta la calidad de vida y la salud pública es un desafío científico crucial; más si su incidencia va en alza: permite avanzar a más exitosos abordajes terapéuticos, la cura o prevención.
Es el caso de la patología oncológica en general y el cáncer de próstata en particular, el más incidente y segundo más mortal en hombres, del que en Chile cada año se reportan cerca de 10 mil casos nuevos y sobre 2.700 muertes, de acuerdo al Observatorio Global del Cáncer (Globocan). “Según datos de Globocan se estima que su incidencia se duplique al 2045”, advierte el doctor Iván González, investigador principal del Laboratorio de Lipoproteínas y Cáncer de la Facultad de Ciencias Biológicas (FCB) de la Universidad de Concepción (UdeC), quien dedica su investigación a comprender más esta afección.
Se explica porque “uno de los principales factores de riesgo es la edad y el envejecimiento poblacional incrementará el número de casos”, precisa el también director de Investigación de la FCB UdeC, donde es académico del Departamento de Fisiopatología. Es que hoy las personas cada vez viven más.
Además, se han atribuido los estilos de vida nocivos como dietas malsanas (gran consumo de productos ultraprocesados y con contenido de nutrientes críticos como azúcares o grasas, y en porciones excesivas) e inactividad física (la Organización Mundial de la Salud recomienda un mínimo de 150 minutos semanales de actividad física aeróbica) y condiciones crónicas como obesidad, de alta prevalencia en la población desde edades jóvenes, como factores de riesgo para varios cánceres y otras enfermedades.
Ante ello, este mes, en el marco del Día Mundial del Cáncer de Próstata el 11 junio, se busca concientizar e incentivar conductas de autocuidado y la pesquisa que permite llegar de forma oportuna al diagnóstico y acceder a tratamientos más exitosos, mientras desde la ciencia se busca avanzar en nuevas y mejores soluciones.
Esa meta guía al doctor González en la UdeC. Cómo progresa este cáncer y de qué depende su progresión y la resistencia a la castración, terapia de primera línea que busca reducir los niveles de testosterona que puede estimular el crecimiento de células malignas, son grandes interrogantes que busca responder una investigación de más de una década de desarrollo y relevantes resultados que se profundizan con un proyecto Fondecyt Regular en ejecución.
La premisa es que al conocer bien los mecanismos implicados se puede identificar cómo intervenir e inhibir el avance. La relevancia es vital: “la resistencia limita las alternativas terapéuticas para los pacientes”, afirma.
Sus resultados abordan el rol del colesterol, específicamente el tipo LDL (liproteína de baja densidad) conocido como “malo”, asociado al riesgo cardiovascular y la formación de placas ateroescleróticas.
“Las células de cáncer de próstata resistente a la castración dependen del colesterol, porque son capaces de fabricar su propia testosterona, incluso cuando el tratamiento de privación de andrógenos está presente”, explica. Las células tumorales captan el colesterol contenido en las LDL o en las oxLDL y lo utilizan para sintetizar su propia testosterona, detalla.
“En mi proyecto Fondecyt Regular 1231911 estamos investigando cómo el microambiente tumoral es capaz de oxidar las lipoproteínas LDL y generar localmente un incremento de oxLDL”, destaca. “Con este conocimiento esperamos demostrar cómo las células de cáncer de próstata obtienen el colesterol necesario para fabricar sus propias hormonas y continuar avanzando”, resalta, “si entendemos cómo lo hacen podríamos identificar formas de inhibir estos procesos”.
El desafío científico que aborda con su proyecto actual tiene su origen en 2011, en la tesis de pregrado en bioquímica que el investigador Iván González realizó en base a las evidencias de una tesis de doctorado que demostró que el receptor LOX-1, importante en enfermedades cardiovasculares, estaba sobreexpresado en el cáncer de próstata.
Y con su estudio determinó que “ese receptor era importante para la migración de células de cáncer de próstata, lo que es relevante porque las células tumorales migran para invadir otros tejidos y generar metástasis”.
En su tesis de doctorado en biología molecular y celular en la UdeC profundizó la función del LOX-1 y la lipoproteína de baja densidad oxidada oxLDL, hallando que “eran importantes para la progresión del cáncer de próstata, ya que promovían la invasión y metástasis, la angiogénesis y el crecimiento tumoral”.
Luego, realizó una pasantía en la Universidad de California y con el grupo de investigación descubrieron que el receptor estaba sobreexpresado en etapas en que el cáncer de próstata se vuelve resistente a los cruciales tratamientos hormonales –privación de andrógenos (testosterona) o castración-, y también en la resistencia a las drogas utilizadas para tratar este cáncer.
Al respecto, destaca que “los mecanismos moleculares que inducen la resistencia son similares a los que inducen la progresión de las patologías cardiovasculares, donde LOX-1 y oxLDL están involucrados”.
Entonces, vino el proyecto de investigación Fondecyt de Iniciación, donde determinó que LOX-1 y oxLDL aumentan la resistencia a los tratamientos del cáncer de próstata. “Además, identificamos un nuevo mecanismo que podría ser un blanco terapéutico para prevenir dicha resistencia”, releva.
Con eso se avanzó hasta el Fondecyt Regular vigente en que ahonda aún más en los procesos fisiopatológicos para una comprensión más global.
Para ahondar en el potencial de impacto de su investigación y evidencias que ha ido acumulando y profundizando cada vez más, el doctor González plantea que si la progresión del tumor prostático depende del LDL y su oxidación para generar testosterona se podría intervenir este proceso fisiopatológico, complementando las terapias oncológicas con estrategias similares a las que se usan para reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, apuntando al objetivo de disminuir los niveles circulantes en sangre y organismo de la lipoproteína.
Un pilar que destaca en estas acciones es el cambio y/o mantención de hábitos saludables, con el pilar de llevar una alimentación equilibrada y nutritiva, que evite los excesos y nutrientes críticos como las grasas saturadas (entre otros), junto a la práctica regular de actividad física. Ello promueve distintos procesos fisiológicos beneficiosos para mantener la salud.
Añade que “existen fármacos como las estatinas que reducen los niveles de LDL en circulación, por lo que podrían utilizarse como complemento a los tratamientos de primera línea en cáncer de próstata”.
En estas evidencias también hay gran potencial para generar consciencia y promoción de la salud desde las acciones de autocuidado personales.
Dentro de una gran diversidad y complejidad que caracteriza al cáncer como patología, en que el doctor González destaca gran carga de individualidad en los procesos de progresión y respuestas a tratamientos, “se sabe que si el cáncer se detecta en forma temprana, en estadios donde aún está localizado, es menos heterogéneo y responde mejor a las terapias, y por eso es fundamental evitar factores de riesgo y lograr un diagnóstico temprano”, sostiene.
Entre los factores de riesgo para la salud y este cáncer hay inevitables como ser hombre, la genética y la edad; otros se pueden modificar porque se asocian a las conductas como tabaquismo, sedentarismo, dietas malsanas y consumo excesivo de alcohol, y también acceder a chequeos periódicos en la adultez como método de pesquisa.
“Nuestra investigación busca generar conocimiento para demostrar que una lipoproteína considerada mala como LDL también juega un rol en cáncer, y que a través de una dieta saludable y el ejercicio físico podríamos reducir el riesgo de progresión hacia estadios más agresivos”, cierra.
A mayor edad hay mayor riesgo de que se presente el cáncer de próstata, en aumento notorio posterior a los 50 años y que crece exponencialmente entre la sexta y séptima década de vida. El antecedente familiar y la presencia de condiciones crónicas como la obesidad aumentan el riesgo de desarrollar esta enfermedad.
Y el ideal es diagnosticar en fases iniciales, cuando está localizado y las terapias pueden ser más exitosas, incluso curativas, aunque es un periodo asintomático. Eso hace crucial a la pesquisa, posible al acudir regularmente a chequeos urológicos con enfoque preventivo, materia donde especialistas reconocen un gran desafío sociocultural en el que avanzar, permeado por falta de consciencia y educación que generan prejuicios, temores y barreras en los hombres, según plantea el doctor Ernesto Maturana, oncólogo del Instituto del Cáncer de RedSalud. Esto se debe sobre todo a los exámenes necesarios para detectar anomalías y orientar estudios.
Ante ello enfatiza que los varones “a partir de los 50 años, o desde los 45 si tienen antecedentes familiares, se realicen controles urológicos periódicos que incluyan la medición del antígeno prostático específico y tacto rectal”. Además insta a “conversar estos temas que son relevantes con la familia y amigos, ya que es importante que se genere la cultura de prevención”.