
Son habilidades del siglo XXI, consideradas esenciales para desenvolverse bien en todo ámbito en el presente y futuro, y por ello es fundamental ofrecer motivación y oportunidades para su desarrollo desde la niñez.
Desarrollo científico y tecnológico, inteligencia artificial (IA), cuarta y quinta revolución industrial, alta competitividad, crisis ambientales y sociales. Vertiginosos fenómenos vienen sucediendo los últimos años en múltiples ámbitos para cambiar al planeta y sociedad a niveles impensados, impulsando avances mientras se abren nuevos y cada vez más complejos desafíos.
Se necesitan personas e iniciativas capaces de desarrollarse en este mundo cambiante, complejo y desafiante, y para ello se han definido las habilidades del siglo XXI como esenciales para desenvolverse adecuadamente en toda dimensión, desde lo educativo y laboral a lo personal. Dos de estos pilares se promueven con el Día Mundial de la Creatividad e Innovación, que la ONU designó para el 21 de abril para fomentarles a distintos niveles como una forma para pensar y actuar frente a retos tanto nuevos como tradicionales, y así se valoran e incentivan en Chile y Biobío, para especialistas e instituciones.
Una necesidad
Y es que “la creatividad es la chispa inicial e ideas que surgen al explorar nuevas formas de mirar un problema, mientras la innovación es un proceso riguroso que va transformando estas ideas en soluciones concretas que puedan generar un impacto”, explica Gustavo Núñez, seremi de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (CTCI) para las regiones de Ñuble y Biobío.
Por eso cruzan todas las áreas del saber y quehacer, desde las personas a las instituciones. “En la ciencia la creatividad e innovación permiten abrir nuevas líneas de investigación, formular hipótesis distintas o encontrar caminos alternativos para resolver problemas complejos, también permiten dar respuesta a desafíos productivos junto con expandir y sofisticar la matriz productiva. En la vida cotidiana ayudan a adaptarnos, emprender y a resolver desafíos personales o comunitarios”, profundiza Jorge Carpinelli, director de Desarrollo e Innovación de la Universidad de Concepción (UdeC).
Así, sostiene, se configuran como motores para el avance científicotecnológico que genere conocimientos y soluciones que contribuyan al desarrollo y bienestar social. Entonces, son fundamentales para destacarse y proyectarse como talentos individuales, y para iniciativas e instituciones que aporten de forma concreta en comunidades y territorios. “En un mundo cambiante ser creativos e innovadores ya no es sólo deseable, es necesario”, asegura.
En este panorama lo cierto es que “creatividad e innovación son competencias inherentes al ser humano y a pesar de los avances tecnológicos, específicamente de la IA estos últimos años, son de exclusividad de nuestras funciones cognitivas ejecutivas y difíciles aún de imitar”, releva Cristian Espinoza, el director ejecutivo del PAR Explora Biobío que busca acercar la ciencia a escolares.
Virtuoso complemento
Y si se habla de creatividad e innovación es porque se complementan en un virtuoso círculo, necesario que gire en este mundo. Núñez afirma que “sin creatividad no tenemos el punto de partida disruptivo y sin innovación las ideas pueden quedar sólo en lo teórico”. Y Carpinelli añade que “la creatividad puede existir sin llegar a convertirse en innovación, pero difícilmente podemos hablar de innovación sin un momento creativo previo”.
“Siempre estamos formulando ideas (creatividad) en cualquier actividad, luego de una evaluación rigurosa de nuestra inteligencia aparecerá una que resuelva un problema o necesidad (innovación), pero si esta idea en el tiempo presenta problemas de ejecución vuelve la creatividad y se vuelve a repetir el ciclo”, complementa Espinoza.
Propias del intelecto humano y clave del éxito en la sociedad contemporánea, las habilidades del siglo XXI de creatividad e innovación se pueden y deben incentivar en los distintos espacios y niveles de desenvolvimiento a lo largo de todo el ciclo vital. ¿El desafío? Que haya motivación y oportunidades para la valoración y desarrollo del pensamiento creativo e ideas innovadoras, y desde la niñez.
Potenciar desde la niñez
“La creatividad es natural en niños y niñas, pero muchas veces el sistema educativo la limita en vez de potenciarla”, resalta Jorge Carpinelli, director de Desarrollo e Innovación UdeC. “Si logramos fomentar el pensamiento creativo y la curiosidad desde los primeros años estaremos formando generaciones más preparadas para imaginar soluciones a los desafíos del futuro. Y eso no es solo un beneficio individual sino una apuesta estratégica para el desarrollo y bienestar de una sociedad”, manifiesta.
En la niñez está en apogeo el desarrollo cognitivo y socioemocional, la neurociencia confirma que en las primeras etapas de vida es cuando más neuroplasticidad y creación de nuevas conexiones neuronales hay, y es cuando se construye una base sólida sobre la que sustentarse a lo largo del proceso formativo y vital.
Las evidencias corroboran que se puede y debe empezar cuanto antes. “Desde los 15 meses de vida una persona puede cuestionarse, observar, tratar de resolver, obtener conclusiones independiente si se verbaliza o no. En todas esas conductas observables se expresa la creatividad e innovación, que a medida que niñas y niños van creciendo van complejizando su ejecución cognitiva en paralelo al desarrollo de cualquier individuo”, explica Cristian Espinoza, líder del Explora Biobío.
En este sentido, el seremi de CTCI Gustavo Núñez enfatiza en la importancia de invertir en programas escolares que propicien la creatividad e innovación. Esto debe implicar tanto estrategias pedagógicas para cumplir objetivos en asignaturas formales, como ofrecer espacios extracurriculares para participar como ferias en establecimientos u otras instancias externas.
También se debe considerar en las instituciones académicas y el país, desde procesos formativos para nuevas generaciones de profesionales hasta valoración e incentivo a propuestas científicas y tecnológicas. En la misma línea nuevas ideas y formas de trabajo o negocios.
Para crear e innovar
A ese horizonte apuntan distintos procesos y programas para llegar a distintos grupos y niveles. El programa Explora del Ministerio de CTCI trabaja en comunidades escolares para promover un modelo de competencias científicas y transversales para fortalecer procesos formativos, desarrollo y oportunidades. “Concebimos que los procesos creativos y de innovación son parte importante del desarrollo de las competencias científicas en niñas, niños y adolescentes. Por ejemplo, en ‘actuar con curiosidad’ la generación de ideas parte con una pregunta, y esas ideas creativas se van mezclando, comparando, se descomponen y se vuelven a reconstruir en pos de resolver un problema a través de la formulación de una forma de resolución”, expone Cristian Espinoza, director ejecutivo del proyecto regional que ejecuta el Centro Interactivo de Ciencias, Artes y Tecnologías (Cicat) de la UdeC.
El modelo de competencias Explora permea a las distintas acciones que lleva adelante y abarcan a todo el ciclo educativo, siendo las principales el Programa de Indagación para Primeras Edades que trabaja en educación parvularia, y la iniciativa de Investigación e Innovación Escolar que llega a estudiantes desde primero básico a cuarto medio e incentiva que aborden algún desafío real y local con un proyecto científico.
Desde la institucionalidad pública en materia de CTCI y particularmente para la Macrozona Ñuble Biobío, Gustavo Núñez releva que “promovemos la creatividad y la innovación a partir del programa Startup Ciencia que lleva la creatividad e investigación científica a un nivel de innovación a través del desarrollo de base científica tecnológica, además lanzamos un Consorcio de Innovación Biobío-Ñuble”.
El Consorcio se presentó recientemente en el marco del evento Made Inn Conce 2025 y sus objetivos son “construir alianzas sólidas y efectivas entre startups, pequeñas, medianas y grandes empresas, universidades y centros tecnológicos, para sofisticar nuestra matriz productiva y convertirnos en referentes nacionales e internacionales en innovación”, detalla el seremi.
Y es así que en la academia también se avanza en la valoración e integración de la creatividad e innovación. La UdeC es claro ejemplo. Para ello Jorge Carpinelli destaca la existencia de la Oficina de Transferencia y Licenciamiento, IncubaUdeC, diversos programas de apoyo a proyectos con potencial innovador de académicos y estudiantes, e iniciativas como Ciencia 2030 e Ingeniería 2030 que buscan integrar la innovación en la formación y vínculo con la industria. “Poco a poco, la cultura institucional se está moviendo hacia una mirada más abierta a estos temas, otorgando valor y reconocimiento en la carrera académica de nuestra comunidad de investigación”, sostiene.