Ciencia y Sociedad

Erradicar mitos para abordar al Tdah rápido y con seriedad

El 13 de julio fue el Día Internacional del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, que prevalece en la edad escolar y afecta en toda dimensión de la vida, pero le rodean nocivas falsas creencias como que es algo de voluntad o crianza y eso se vuelve barrera en su correcto abordaje y control.

Por: Natalia Quiero 16 de Julio 2022
Fotografía: Cedida, Contexto.

Dificultad para concentrarse, inquietud, conductas impulsivas. Es muy probable que en el aula haya al menos un estudiante con una o todas esas condiciones que caracterizan al Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (Tdah), que afectaría a 1 de cada 10 escolares (10%) y a más del 4% de la población global, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La última investigación hecha en Chile reveló una prevalencia similar y que “es más frecuente en infantes de 6 a 12 años”, precisa la doctora Carmen Gloria Martínez, psiquiatra infanto-juvenil del Cosam de Concepción y académica del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción (UdeC), quien agrega que “hay un pequeño predominio masculino sobre femenino”.

Una realidad que no se debe ignorar, porque las cifras son mucho más que un número y tienen el rostro de miles de personas con sus familias aquejados por las implicancias de las manifestaciones del Tdah y cuyas complejidades empeoran cuando predominan mitos que se traducen en estigmas y barreras para lograr adecuados desenvolvimiento, inclusión y control del cuadro. Bien lo sabe la doctora Martínez, porque lo ve habitualmente en su consulta y muchas veces en las propias familias, como también la constante necesidad de sensibilizar, educar y concientizar sobre este trastorno para erradicar falsas creencias, derribar obstáculos y mejorar el acceso a una atención tan oportuna como adecuada y del apoyo socioemocional a personas con Tdah y sus familias; propósito por el que cada 13 de julio se conmemora el Día Internacional de este trastorno.

¿Qué es?

Para afrontarlo adecuadamente, básico es saber que el Tdah es un cuadro clínico dentro de los trastornos del neurodesarrollo. “Se caracteriza por un patrón persistente de desatención, que puede estar acompañado de hiperactividad/impulsividad y habitualmente es de inicio en la niñez y suele perdurar hasta la adolescencia y adultez”, resalta la psiquiatra. Así, se reconocen tres subtipos del trastorno: el predominantemente desatento, el hiperactivo/impulsivo o el combinado. Predominancia que, afirma, “varía con el desarrollo: es más habitual diagnosticar cuadros de hiperactividad/impulsividad en la infancia que en la adolescencia, cuando por madurez hay más control inhibitorio motor”.

Datos indican que casi 80% de niños con déficit atencional continúan con síntomas en la adultez.

Trastorno y manejo

En el criterio diagnóstico un punto crucial para relevar la seriedad del cuadro, ya que Carmen Gloria Martínez sostiene que cuando déficit atencional e hiperactividad/impulsividad se manifiestan como condiciones que las personas logran regular y no producen mayor interferencia en el normal desenvolvimiento podría no catalogarse como trastorno, pero cuando se manifiestan como trastorno afecta las distintas áreas del desarrollo/funcionamiento, impactando negativamente el rendimiento académico, relaciones familiares e interpersonales y salud mental. Y en ello lo más preocupante: “en gran parte de los casos, cuando uno entrevista y evalúa a infantes, descubre que la autoestima está muy afectada, porque sienten que se les hace difícil mantener amistades y es complejo, ese motor interno que tienen y/o la dificultad para focalizar la atención hace que no sean tan efectivos para establecer relaciones con sus pares”, resalta.

Por ello es tan importante atender las señales y consultar para diagnosticar el Tdah y que cuando se presente se realice un abordaje multidimensional como su impacto, enfatiza la psiquiatra, que sea especializado, continuo y multimodal. Aclara que esto significa que debe intervenirse a nivel individual, familiar y en distintos ambientes donde se desarrolla el niño desde la psicoeducación, justamente, para educar respecto al trastorno y su manejo. En pacientes, los procesos terapéuticos incluyen la intervención de múltiples disciplinas.

También se requiere terapia con medicamentos que contribuyen a controlar los síntomas. “El tratamiento farmacológico es súper importante cuando hay un trastorno, porque se ve que les cambia la vida a las personas. Es muy distinto cuando estás en control de tus pensamientos, del flujo de las ideas y desde ahí poder relacionarse con otros, versus tener un montón de ideas en la mente y no poder priorizar, porque así se hace súper poco efectiva la relación con otros y los aprendizajes”, destaca.

 

Falta de abordaje del Tdah en la niñez, graves riesgos para la juventud y adultez

La necesidad de que el Tdah se aborde adecuadamente cuando es donde pone el acento la doctora Carmen Gloria Martínez, tanto por lo muy impactantes de las repercusiones en el funcionamiento presente de los escolares, como porque hay diversos riesgos futuros si no se accedió a atención (por problemas de acceso o porque síntomas eran leves) o porque no hubo adherencia a tratamientos, existiendo también diagnóstico tardío.

Los riesgos

Desde ahí, aclara que “en adolescentes tardíos (universitarios) todavía se manifiesta el Tdah, dificultando la vida universitaria, vinculación con otros o cumplir horarios” y que en dicha etapa y adultez es común que, desde la falta de diagnóstico y abordaje, las personas establezcan conductas compensatorias como tomar café en exceso (u otras bebidas estimulantes) porque ayudan a mantener la alerta y atención. Pero, fácil también “se provoca abuso, se produce insomnio y el déficit atencional empeora”, asegura la psiquiatra.

Además, advierte que en la juventud y adultez se puede comprometer la vida profesional, laboral y familiar. Peor es que además de afectaciones socioemocionales y vinculadas a estas, aparece el riesgo del consumo problemático/abuso de sustancias nocivas: “casi un tercio de las personas que no han accedido a tratamientos por Tdah cae en consumos de sustancias nocivas y habitualmente comienza en la adolescencia”, lamenta. Estilo de consumo que, recalca, es el paso a la dependencia y adicciones, tan graves como prevalentes enfermedades mentales.

Erradicar mitos

Por eso, Martínez releva que el Tdah se debe tomar con máxima premura y seriedad. Por eso es tan vital erradicar mitos que generan prejuicios, estigmas y barreras.

Una falsa creencia es que es una cuestión de decisión y voluntad del infante o de mala crianza, lo que se asocia a escepticismo o culpas frente al diagnóstico. Ahí lo básico de la psicoeducación. Al respecto, explica que, aunque no existe una conclusión sobre la causa exacta del Tdah, su origen tiene un componente biológico y también influye la genética/herencia. “Sobre eso, es un terreno fértil para que, si niños van viviendo situaciones adversas durante su desarrollo, el Tdah se manifieste con mayor o menor intensidad”, apunta, ya que evidencias indican influencia de factores ambientales o externos como dificultades durante el nacimiento, algún evento traumático en la niñez o problemas con el sistema nervioso central en momentos clave del desarrollo.

La incredulidad, que se percibe primordialmente en las propias familias, cree que suele estar alimentada porque en casa al ver televisión o estar frente a pantallas logran mantener atención y quietud a diferencia de la escuela, por lo que se atribuye el déficit atencional a flojera y la hiperactividad/impulsividad a desorden. Pero, la facultativa aclara que “la televisión (y pantallas) está diseñada para una atención uno a uno y a nivel neurológico generar que la persona quede atrapada, y diferente es poner a un escolar en una clase con treinta (o más) compañeros y distintos estímulos”. Por lo mismo, gran parte de la alerta proviene desde los profesores, porque en el aula se evidencia el trastorno en su esplendor.

En este sentido, la psiquiatra considera un problema que se dé reticencia a consultar, al diagnóstico y/o tratamientos por dificultades en la aceptación o temores y negación de usar fármacos. Más para desmitificar: “muchos padres piensan que con los medicamentos sus hijos estarán dopados, cambiarán o provocarán que consuman otras sustancias a futuros y está muy avalado que no es así”.

Género

Carmen Gloria Martínez sabe que el Tdah se ha asociado más a varones y en los diagnósticos hay predominancia masculina, pero asegura que no es una cuestión de género, que la diferencia no es significativa e, incluso, podría haber una cifra negra mediada por algo cultural, sobre todo en generaciones pasadas: “las niñas suelen ser más tranquilas, por lo que en ellas se diagnosticaba menos el trastorno o tenían predominancia del desatento y no hiperactivo”, afirma.

Y la evidencia estaría mostrando serias repercusiones en la salud mental futura, pudiendo vincularse el impacto en la autoestima de un déficit atencional sin abordaje en riesgo elevado de de trastornos mentales más complejos y graves. “Se ha visto que en la pubertad, mediado por el cambio hormonal, se acentúan las dificultades atencionales en las niñas. En la fase lútea del ciclo menstrual, hay mayor tendencia a poner atención a estímulos negativos y se generan más episodios de desánimo y tendencia a la depresión”, enfatiza.

Una razón más, específica para niñas, para que padres y profesores pongan gran atención en el déficit de atención.

Señales de Tdah

El diagnóstico de Tdah suele darse desde los 6 años, si bien síntomas aparecen antes no siempre alertan hasta el ingreso a la educación formal (primero básico), donde niños deben permanecer sentados, seguir órdenes estructuradas y desarrollar tareas más complejas.

Y por lo clave de diagnosticar oportunamente, es clave saber qué señales alertan desde edades tempranas y que detalla Andrea Cid, psicóloga del centro médico Integramédica (no necesariamente se presentan todas):

-Falta de atención y concentración (sobre todo en detalles);

-dificultad para permanecer en tareas o juegos y para seguir instrucciones;

-rechazo a actividades que requieran esfuerzo mental;

-movimiento excesivo e inquietud;

-hablar mucho e interrumpir conversaciones;

-conducta temeraria y/o agresiva.

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