Ciencia y Sociedad

Algas: fuente de vida dentro y fuera del mar que se debe conservar

De distintos reinos, colores y tamaños, de ínfimas a gigantes que forman bosques, cientos habitan Chile, todas tienen un rol ecológico vital y muchas están amenazadas.

Por: Natalia Quiero 28 de Mayo 2022
Fotografía: Erasmo Macaya | Algalab UdeC

El agua cubre 71% de la Tierra y el 90% del volumen total lo ocupa el océano, siendo el mayor hábitat del planeta. Mar que en mayo celebra su mes en Chile, donde cubre más de 6 mil kilómetros de costa de norte a sur y alberga múltiples ecosistemas donde vive tanta biodiversidad y no podría vivir sin la fuente de vida que son las algas, de las que se estima que hay más de 70 mil especies a nivel global y cerca de la mitad descritas.

Lo avala la evidencia actualizada y lo supo hace casi dos siglos Charles Darwin, quien plasmó “sólo puedo comparar estos grandes bosques acuáticos del hemisferio sur con los terrestres de las regiones intertropicales; sin embargo, si en cualquier país se destruyera un bosque, no creo que perecieran tantas especies de animales como aquí, por la destrucción de las algas marinas” en sus relatos de “Viaje del Beagle”, recordando su visita a los bosques marinos en la Patagonia Chilena-Argentina en 1832, formados por el alga gigante calabacillo, sargazo o huiro flotador.

Una de las decenas de especies presentes en la recién lanzada “Guía de Macroalgas Subantárticas” y en la “Guía Fotográfica Algas de Chile”, de descarga gratuita y de autoría del doctor Erasmo Macaya, ficólogo, fotógrafo y director del Laboratorio de Estudios Algales Algalab del Departamento de Oceanografía de la Universidad de Concepción (UdeC) e investigador de los centros Ideal y Esmoi. Y es que resalta que “en Chile se han descrito cerca de 800 especies de macroalgas: 450 a lo largo de Chile continental, 150 en Rapa Nui, 140 en el Archipiélago de Juan Fernández y en Antártica se han reportado cerca de 150”.

Diversidad y cualidad

Muchas comunes, algunas endémicas y otras microendémicas, dan vida a gran diversidad en que Macaya detalla que por tamaño hay microalgas (microscópicas) y macroalgas (visibles) y que distintas especies son de distintos reinos biológicos, donde algas rojas y verdes son del mismo de las plantas terrestres y que al Chromista pertenecen diatomeas, dinoflagelados y algas pardas. De las últimas, añade que pocas especies y de gran tamaño como calabacillo, huiro palo o huiro negro forman bosques marinos. También se conocen como bosques o praderas de macroalgas o kelp, cubren 25% de la costa global y se hallan de Arica a Magallanes.

En su diversidad no difieren en la cualidad de hacer fotosíntesis y tener vital rol ecológico. “Las algas son la base de las tramas tróficas, producen oxígeno que permite la respiración de muchos organismos acuáticos y absorben CO2”, destaca el investigador. Agrega que especies más grandes y bosques son zonas de refugio y hábitat para muchas especies como otras algas, vertebrados e invertebrados, por lo que albergan y promueven gran biodiversidad. Los bosques son barreras y atenúan el impacto de olas. “Varias especies pueden absorber contaminantes orgánicos desde el agua de mar”, añade.

Sustentar vida y economía

No se podría sostener la rica vida marina sin las algas ni imaginarla dentro o fuera del océano. Hace unos 3 mil 700 millones surgieron las primeras formas de vida en la Tierra, justo en el ambiente acuático donde evolucionaron y diversificaron. “La evolución y posterior desarrollo de organismos capaces de vivir en el medio terrestre fue gracias a la fotosíntesis y liberación de oxígeno desde las algas. Así la Tierra logró ser un hábitat adecuado para otras especies”, sostiene Erasmo Macaya.

Hoy, la mitad del oxígeno que se respira en el planeta se produce gracias a la fotosíntesis de organismos como algas y en los bosques del océano, que también provee recursos naturales que son fuente de alimento, medicina y sustento económico, como especies marinas que viven gracias a las algas y como estas lo han sido desde antaño.

Las algas están registradas en la historia desde tiempos remotos. Hay evidencia de su consumo en las culturas griegas, aztecas y orientales. En Chile, los pueblos originales las utilizaban, consumiéndolas preparadas a las brasas o luego de largos tiempos de cocción en agua”, cuenta la nutricionista Claudia Troncoso, académica de la Facultad de Medicina e investigadora del Centro Ciede de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc) y el Grupo Elhoc, quien ha estudiado las comidas tradicionales y cultura. “Hay registros, en especial del cochayuyo como parte de la comida tradicional chilena, con registro de Eugenio Pereira en su obra ‘Apuntes para la historia de la cocina chilena’ de su consumo durante los siglos XVII y XVII por parte de los españoles”, detalla.

Recolección y consumo que se mantiene en muchas comunidades indígenas y/o costeras del país, que supieron desarrollar en equilibrio con la naturaleza, aprovechando los recursos marinos, y la tradición hace que las algas sean parte del patrimonio alimentario y den identidad cultural que se sustenta en un gran valor nutricional.

Erasmo Macaya/Algalab UdeC

Algas y bosques marinos, del papel vital al estado de amenaza

Ancestrales y vitales, sin embargo, las diversas algas también padecen una diversidad de situaciones complejas y hasta contrapuestas en Chile; por un lado está el hecho de no ocupar los lugares preferentes en las elecciones e intereses gastronómicos actuales en el país y al mismo tiempo las praderas marinas padecen amenazas a su conservación.

Las realidades

El Instituto de Fomento Pesquero, en un estudio realizado en el año 2020 para Subpesca, reconoce un incremento en el consumo de alimentos marinos, aunque las algas siguen reconociéndose como los más bajo per cápita”, explica la nutricionista Claudia Troncoso para abordar la falencia en torno a su inclusión en la dieta y perder sus beneficios nutricionales y culinarios.

Y es que destaca que las algas comestibles, que son varias como cochayuyo, luche o achicoria de mar y se pueden comer crudas o cocidas, aportan vitaminas, minerales, antioxidantes y fibra, igual que los vegetales. Por eso, afirma que su consumo se enmarca en las 5 porciones diarias de frutas y verduras aconsejadas y los beneficios son similares, entre los que nombra regular el tránsito intestinal, aportar a la saciedad y al sistema inmune.

Además, el ficólogo Erasmo Macaya resalta que “a nivel global existe preocupación por las consecuencias que está generando el cambio climático en diversas poblaciones algales, con cambios en las distribuciones de especies y desaparición de extensas zonas con bosques marinos”, pero también pone el acento en que “en Chile todavía no tenemos ese problema. Se ha demostrado que actualmente la principal amenaza es la fuerte extracción de las praderas naturales”.

Ello se explica que las algas, especialmente las macroalgas pardas, que son las que forman bosques y entre las que más abundan en la costa del Biobío, tienen cada vez una importancia y valor comercial internacional más alto, al extraerse de estas un compuesto llamado alginato y que es de amplio uso en la industria de alimentos, farmacéutica, textil y cosmética. Algo que ha redundado en una desmedida extracción para exportarla como biomasa seca y que está disminuyendo, destruyendo y poniendo en riesgo la preservación de los bosques de kelp.

Sobre este fenómeno, el académico lamenta que “a diferencia de otros países, la extracción de las algas en Chile se basa casi exclusivamente de poblaciones naturales y no desde cultivos. Así, se genera un impacto negativo en el ecosistema, especialmente cuando la intensidad y frecuencia de extracción es alta”. Esa sería justamente la realidad y el grave problema es que los bosques marinos no son de fácil o rápido crecimiento, por lo que en la actualidad hay vastas zonas donde se ha mermado o hasta desaparecido estas praderas, explotadas con técnicas que se asumen como agresivas como el barreteo, y donde asegura que “será difícil recuperar las algas y su biodiversidad asociada”.

Erasmo Macaya/Algalab UdeC

 

Impulsar cambios

Se hace evidente que es necesario que existan cambios en torno a las algas, tanto en el patrón de su consumo por su importancia patrimonial, cultural y nutricional, como de recolección y extracción.

Para el primer ítem, Claudia Troncoso plantea que “desde la práctica, el sabor y aroma intenso de las algas merma su consumo, y otra limitante es la poca variedad de preparaciones culinarias con este ingrediente”. Ahí la clave, su consejo y lo que cree necesario para incorporar al patrón alimentario el consumo habitual de algas es, primero, ampliar la variedad en formas de preparar, donde pueden incluirse en platos tan variados como guisos, empanadas y ensaladas. Probar con la variedad e innovación culinaria es una llave maestra para un consumo más regular, el que sostiene que debería respetar las particularidades de las preferencias alimentarias e, idealmente, fomentarse desde la infancia, pues es en esta etapa donde se forman los hábitos más duraderos para la vida.

En cuanto a la recolección-extracción, Erasmo Macaya releva que se deben utilizar estrategias de manejo que sean sustentables y promover el cuidado de las algas con las praderas marinas, enfatizando que para que aquello se materialice realmente es necesario generar acciones diversas que incluyan a todos quienes están involucrados en la cadena productiva, desde la extracción a la comercialización y exportación. Capacitación en buenas prácticas y fiscalización de las normativas es crucial, aunque poco efectiva por la complejidad que impone una amplia zona costera como la chilena.
Pero, la base está en aumentar la sensibilización y educación a través de actividades para divulgar el conocimiento e importancia de las algas desde el punto de vista ecológico, económico y social, llegando a todas las comunidades con ello para que todos puedan valorarlas y aportar a su cuidado y conservación. “El conocimiento e investigación existe, lo importante es que se aplique en forma adecuada”, asegura como lo fundamental para impulsar los cambios necesarios para conservar algas y bosques marinos.

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