Ciencia y Sociedad

Científicos locales avanzan en resolver preguntas sobre las varazones

El Biobío es la región que registra más eventos en Chile, que han aumentado sustancialmente desde 2006. Esfuerzo está en dilucidar influencia de factores naturales y humanos, y tolerancia de especies.

Fotografía: Cedida

Las varazones de organismos marinos en la costa no han sido infrecuentes a lo largo de la historia local y, según la experiencia, están siendo más comunes y a la comprensión del fenómeno apunta un equipo interdisciplinario de las universidades de Concepción (UdeC), del Bío-Bío (UBB) y del Instituto Milenio de Socio-Ecología Costera (Secos), mediante el desarrollo de una serie estudios para hacer un análisis histórico de varazones en las últimas dos décadas en miras a indagar en su relación con eventos climáticos naturales y antrópicos, generando más profunda información científica. Se ha comprobado que la Región del Biobío registra la mayor cantidad de varazones en Chile y 90% han ocurrido en verano.

Factores influyentes

Si bien las varazones se han asociado causas antropogénicas (humanas) como contaminación oceánica, también hay factores naturales implicados como presencia de microalgas nocivas, enfermedades, desorientación natural de animales que se mueven hacia la costa o eventos de surgencia o afloramiento, que son comunes en la costa del Biobío. En estos eventos, aguas más profundas, frías, de mayor acidez (bajo pH), con poco oxígeno y muchos nutrientes emergen hacia la superficie, y justamente a ello se han vinculado parte importante de las varazones masivas, pero no hay análisis científicos rigurosos para establecer la relación causa-efecto. Hasta ahora.

Y es que uno de los trabajos demostró que las varazones se han incrementado de forma exponencial desde el año 2006 y en las comunas de Coronel, Tomé y Arauco han sido más recurrentes, predominadas por la sardina común y anchoveta, seguidas por jaibas y algunas especies de moluscos. “Varios de estos eventos de varazones han estado asociados con eventos de surgencia o afloramiento de aguas con bajo oxígeno, condiciones que se dan después que soplan fuertes vientos provenientes del sur, como lo que ocurre en los meses de verano”, explica Sebastián Sepúlveda, quien ha desarrollado el estudio en su tesis de pregrado como estudiante de Ingeniería Ambiental UdeC bajo la guía de los doctores Cristian Vargas y Luisa Saavedra de la Facultad de Ciencias Ambientales, además de la doctora Luisa Farías del Departamento de Oceanografía de la UdeC, junto al doctor Gonzalo Saldías de la UBB. Una evaluación más detallada del grupo mostró que casi 80% de las varazones ocurren cuando soplan vientos del sur o sur-oeste.

El estudio se complementó con datos sobre concentraciones de oxígeno en el agua registradas por varias plataformas oceanográficas como una boya instalada al norte de la bahía de Concepción por el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia, donde colabora Farías.

Percepción

En este contexto, por primera vez se hace una evaluación interdisciplinaria para saber la percepción de comunidades de pescadores y acuicultores sobre las varazones, releva Cristian Vargas, asegurando que “tienen la impresión de que estos eventos han incrementado en frecuencia, pero parecieran ser de menor magnitud, generando importantes impactos por pérdidas en el turismo, prohibiciones para salir de pesca, olores desagradables, entre otros efectos, lo que ocasiona importantes implicancias económicas para los afectados”. Además, alto porcentaje de la comunidad piensa que podrían asociarse a contaminación de las aguas costeras producto de las actividades industriales que se realizan en la región.

Probablemente puede haber una mezcla de factores forzantes como contaminación y los eventos de surgencia”, sostiene, ya que un organismo afectado por contaminantes puede ser mucho más sensibles a efectos acumulativos que podrían generar las aguas de más acidez y menos oxígeno que ocurren durante la surgencia. “Y eso amerita ser estudiado en terreno y el laboratorio”, asevera.

De hecho, en el marco de un proyecto Fondecyt Regular que desarrolla junto al doctor Antonio Cuevas, han desplegado instrumentos que miden distintas variables en áreas de manejo de diferentes zonas del Golfo de Arauco para caracterizar condiciones ambientales y hacer pruebas de laboratorio que podrían ser cruciales para dilucidar el grado de vulnerabilidad. “Necesitamos conocer cuán tolerantes son las diferentes poblaciones de organismos marinos que se distribuyen dentro del Golfo de Arauco a los bajos niveles de pH y oxígeno que experimenta la zona. Pero, más interesante, saber si tienen el potencial de soportar dichas condiciones durante periodos más extensos de días bajo futuros escenarios de cambio climático”, explican.

Observar e integrar

Por la recurrencia, percepción e impactos de las varazones, los investigadores reconocen lo cada vez más necesario de tener sistemas de observación del océano no sólo lejos de la costa y con fines científicos: asociados a caletas y centros de cultivos para usar datos en toma de decisiones y contribuir a mejorar la capacidad de adaptación de pescadores y acuicultores a los cambios.

En este escenario, Luisa Saavedra realiza un estudio financiado por un Fondecyt Iniciación que contempla el uso de sensores para monitorear variables ambientales como salinidad, pH o temperatura dentro de una concesión acuícola en Coliumo. Mismo sector donde en febrero pasado hubo una varazón masiva de sardinas y anchovetas.

Para el grupo, además, la sustentabilidad costera requiere de estudios integrados del océano que consideren muchas variables y factores influyentes, además de esfuerzos inter- y transdisciplinarios junto con la co-producción de conocimientos, donde no sólo la ciencia levante información para responder preguntas y resolver problemas, y se consideren los saberes ancestrales y comunitarios en la comprensión y solución.

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