Ciencia y Sociedad

Abuso de alcohol: escenario actual puede favorecer exceso durante los festejos

Académico UdeC cree que debe haber más ahínco a beber con responsabilidad en las Fiestas Patrias de 2021. Tras largos meses de mucho estrés para toda la población, que como estado puede llevar a consumir bebidas alcohólicas en altas dosis, ello también puede impulsarle sentir relajo después de tanto agobio. Más si están muy disponibles los brebajes.

Por: Natalia Quiero 17 de Septiembre 2021
Fotografía: Archivo

No sólo asados, choripanes, empanadas y dulces típicos como los pajaritos o empolvados caracterizan a las “Fiestas Patrias”. Las celebraciones suelen tener como infaltables a los brebajes alcohólicos y para el festejo dieciochero hay algunos típicos como el “terremoto”, ponche o chicha que le hacen compañía a los siempre populares vino, cerveza y destilados. Con la algarabía es también común que se beba más de la cuenta y por eso en estas fechas se vuelve lamentablemente típico el aumento de accidentes viales y consultas en urgencias por intoxicaciones etílicas agudas (IEA).

Es cierto que durante 2020 la incidencia fue menor por las restricciones necesarias dada la crítica situación sanitaria de la Covid-19, ya que se limitó la realización de eventos masivos como ramadas y los aforos en reuniones sociales privadas y así los desplazamientos de personas, pero la realidad actual es más favorable por estar en un momento de más control de la patología y también para facilitarse las celebraciones grupales y el exceso en el consumo de alcohol, lo que obliga a poner más ahínco en la sensibilización para que los festejos de este fin de semana no se opaquen por las nefastas consecuencias de una ingesta masiva de alcohol, manifiesta el doctor Luis Aguayo, jefe del Laboratorio de Neurofisiología de la Facultad de Ciencias Biológicas y director del programa Neurociencia, Psiquiatría y Salud Mental (Nepsam) de la Universidad de Concepción (UdeC).

Estrés como impulsor

El académico es uno de los investigadores de la UdeC que durante muchos años ha desarrollado una línea de estudios enfocada a entender de qué manera el alcohol afecta al cerebro y alza la voz de alerta avalado por la ciencia. Tras un año y medio viviendo con la Covid-19 y actualmente con más flexibilidad por la mejoría en una crisis sanitaria que tuvo diversas repercusiones de índole social y emocional, cambiando la vida normal, obligando al aislamiento y transformándose en un factor altamente estresante para toda la población, está en ese estrés la alarma.

La evidencia demuestra que el malestar emocional y las afecciones de salud mental pueden favorecer una ingesta de alcohol y otras sustancias nocivas para aplacar las sensaciones que rápidamente puede volverse problemática, pero también resalta que “muchos estudios han comprobado que cuando se ha vivido alto estrés, más por largos periodos como hemos vivido, si hay posibilidad de consumir alcohol se va a consumir mucho más”. Por eso, por ser escenarios más relajados y en el contexto del festejo donde no faltan las bebidas alcohólicas, se proyecta que aumente la incidencia del abuso del alcohol de manera aguda, advierte.

Mayoritariamente negativo

Es una proyección preocupante y un comportamiento grave, pues el doctor Aguayo sostiene que “el alcohol tiene un sinnúmero de efectos en diferentes órganos del cuerpo que pueden producir grandes complicaciones”, si bien reconoce que muchas investigaciones coinciden que en bajas dosis podría ser beneficioso, por ejemplo, beber una copa de vino al almuerzo tiene efectos antioxidantes que favorecen la salud cardiovascular. Pero esa porción es el sinónimo de baja dosis y lo cierto es que “el alcohol se consume mayoritariamente en altas dosis y mayoritariamente tiene efectos negativos: en el hígado, en el sistema cardiovascular, en los huesos y en el cerebro”, sostiene, los que por un consumo excesivo agudo pueden darse en el corto plazo, pero cuando es regular son repercusiones de mediano y largo plazo, muchas devenidas en patologías crónicas o irreversibles que afectan mucho la calidad de vida de quien bebe y su entorno y que también son potencialmente letales.

De ahí que nuestras “Fiestas Patrias” en general y particularmente este 2021 son una instancia crucial para enfatizar el llamado a beber con responsabilidad para evitar conductas que pongan en riesgo la salud, bienestar y propia vida y la de otros, en el contexto de una promoción y prevención que debe iniciar tempranamente y debe ser tan permanente como lo es la presencia e ingesta de las bebidas etílicas en lo cotidiano, pues es la droga más aceptada socialmente y de más fácil alcance de la población de todas las edades, donde diversos informes indican que en Chile su consumo regular inicia entre los 13 y 15 años de edad.

Consumo de alcohol y riesgos que esconde su inicial efecto placentero

El comportamiento en el consumo abusivo de alcohol se explica por la acción que produce como sustancia inhibidora del funcionamiento cerebral, generando distintos cambios y parte de estos han llevado a acuñar el término “lubricante social”, para referirse a este, destaca el doctor Luis Aguayo. Cuando se bebe, al inicio, activa lo que se conoce como circuito del placer y provoca que se secreten endorfinas, gatillando sensaciones como alegría o desinhibición, lo que estimula la sociabilización.

Pero asevera que allí el peligro, porque lleva a consumir más y en cortos períodos y se abre la posibilidad de que se configure la conducta de mantener una ingesta problemática que dé paso a la dependencia. Es que el alcohol también es una sustancia adictiva que genera que se acostumbre y necesite su estímulo el cerebro, órgano vital comandante de las emociones, comportamientos y múltiples funciones fisiológicas. Así aparece el alcoholismo o trastorno por consumo de alcohol, problema de salud pública nacional, pues lo presentarían más de 260 mil mayores de 18 años en Chile (Ministerio de Salud).

Como toda adicción es una patología crónica y por ello su manejo implica un abordaje que debe ser permanente y que es complejo, porque inciden múltiples variables socioemocionales y hasta ahora no existe un fármaco específico para tratarlo, resalta el investigador que junto a su grupo participan de un proyecto internacional que mira el horizonte de aportar a cambiar esa realidad, pues buscan identificar cómo la acción del alcohol interfiere con proteínas fundamentales para funcionamiento cerebral y si pueden modificarse para un potencial uso terapéutico, como una aproximación a la terapia génica.

Del placer a los riesgos

Comprender la magnitud de las implicancias individuales, familiares, sociales y sanitarias del abuso de alcohol precisa de desentrañar un entramado de efectos que se relacionan con su activación del circuito del placer, pero que nada tienen de placenteras.

En lo inmediato, el doctor Aguayo dice que entre más se bebe y más rápido, mayores efectos a nivel cerebral y van mutando de la felicidad hacia mermas en la capacidad de razonar y tomar decisiones, en la respuesta motora y reflejos y regulación de las emociones, llevando a pérdida del control y cambios en conductas que podrían ser más violentas o de riesgo como conducir en estado de ebriedad. El abuso también puede llevar a pérdida de consciencia.

Esas consecuencias hablan de un nivel de intoxicación que podría avanzar hacia una IEA cuyos efectos como alteraciones en el sistema cardiorrespiratorio o la regulación de la temperatura, por afectarse zonas cerebrales a cargo de dichas funciones, pueden conducir a graves y letales consecuencias. Se suma la carga al funcionamiento de órganos como hígado o páncreas.

Y los daños del alcohol son acumulativos, por lo que su abuso regular lleva a alteraciones de largo plazo y hasta irreversibles como la cirrosis hepática, que puede causar la muerte. También pasa en el cerebro. “Es un órgano muy moldeable y consumir permanentemente alcohol de forma nociva va a producir alteraciones permanentes”, advierte el académico con énfasis en hombres y mujeres más jóvenes, donde más se evidencia una ingesta excesiva ocasional, pues precisa que “el cerebro termina de desarrollarse cerca de los 25 años: si alguien consume antes de esa edad y excesivamente, algunas neuronas morirán y otras serán dañadas, lo que producirá un impacto para su futuro”.

Además, el alcohol tiene alto contenido calórico, por lo que una porción puede contener el mismo aporte que una comida sin los nutrientes, por lo que su consumo reiterado lleva a aumentar la masa grasa y peso corporal, y sobrepeso y obesidad aumentan el riesgo cardiovascular. Y las patologías al corazón y vasos sanguíneos son la primera causa de muerte en Chile y el mundo.

Consumo responsable

Por la masiva aceptación del alcohol, su fácil acceso, el inicio precoz del consumo y los incontables peligros que esconde el abuso, para Luis Aguayo la realidad de la que hay que hacerse cargo es asumir que la sustancia está muy presente desde hace siglos, por lo que no se podrá erradicar su consumo y hay que aprender a convivir saludablemente con esta, por lo que la clave es enseñar a beber bajo parámetros de responsabilidad y cuándo se empiezan a patentar los distintos riesgos. El reto es hacerlo desde las etapas escolares y no dejar de llegar a ningún público, pues hay personas que comienzan la ingesta más tardíamente o que por determinados eventos llegan a abusar de la sustancia.

La base del consumo responsable está en la baja dosis y afirma que “esto significa no consumir más de una cada hora”. Una dosis es beber una copa de vino, un vaso o lata de cerveza o 50 ml de destilado. Ello no implica recomendar que cada hora del día se beba una dosis; de hecho es lo que no se debería superar a diario, sino orientar cómo hacerlo si se está en un festejo. Este periodo dará tiempo a que el alcohol se metabolice sin afectar al cerebro ni otros órganos, pues cuando se beben más dosis y rápidamente la concentración de alcohol en el cuerpo sube y empiezan a producirse los distintos efectos negativos. Que, claro está, en la medida que hay consciencia que se están presentando indican que es momento de dejar de beber.

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