Carta al director

Sobre la ciencia

Por: Diario Concepción 18 de Octubre 2018

En el último tiempo, mis colegas han realizado un esfuerzo mayor con el afán de explicar a los ciudadanos la importancia de revertir la forma en que el Estado de Chile posiciona a la ciencia dentro del tortuoso camino hacia el desarrollo del país. Quisiera complementar esta importante cruzada explicando por qué la ciencia debe ser uno de los objetivos más preeminentes en la búsqueda de ese escurridizo desarrollo. Para ello apelaré a textos que deben estar criando derméstidos, y otros ecdisozoos, guardados en alguna vieja estantería, los que citaré implícitamente para estimular la curiosidad del lector.

La ciencia, parte de la filosofía occidental, es la forma en que el hombre ha estado generando conocimiento relevante para comprender el Universo desde que se adquirieron esas extrañas costumbres de no aceptar lo que dice el viejo, el chamán o el sabio, sino que, dentro de un marco replicable y controlado, evaluar el decir. Lo anterior descartando ideas para poder avanzar en proponer nuevas, más apropiadas que las descartadas, para explicar aquello que nos extasía de la naturaleza.

Una breve disección conceptual del párrafo anterior dará como lista anatómica: ciencia, filosofía, universo, comprender. También algunas interacciones conceptuales de lo más atractivas: razón y fe; ciencia y tradición. Ahora pensemos en un país donde todos sus niños y jóvenes son expuestos al efecto de lo anteriormente listado, en grado medio-alto, durante su desarrollo como ciudadanos. No creo que sea pernicioso. Y es probable que los datos empíricos que podamos obtener de los “laboratorios” donde ya se ha implementado lo anterior sean muy alentadores.

He querido evitar en los párrafos precedentes la “aplicación” de la ciencia. Mucho de lo que hacemos los científicos, quizás tres cuartas partes, no tiene este fin último. Si bien aplicaciones espectaculares de la ciencia nos han dado un promedio de expectativa de vida de 80 años, antes de ver el resultado práctico de la ciencia debemos valorar la búsqueda del conocimiento porque sí, como un proceso humano maravilloso y único en la naturaleza.

De acuerdo a Bunge, conocer la edad del universo y entender cómo se originaron las especies de ratones de cola larga son valiosos en sí mismos, como clave para la inteligencia del mundo y del yo; y es eficaz en el enriquecimiento, la disciplina y la liberación de nuestra mente. La ciencia es uno de los baluartes en donde descansa el atávico pulso homínido de explorar el territorio y enseñorearse de sus mecanismos. Por lo tanto, debemos potenciarla fuertemente para que otros pulsos, aún más primitivos y de consecuencias realmente devastadoras al manifestarse, sean contenidos por un muro racional y objetivo. Se entiende entonces, que aquello que la gente dedicada a la política nos propone como “sociedad del conocimiento” quizás sea un poquitín aventurado si se dejan de lado los libros de filosofía y ciencia.

Enrique Rodríguez Serrano
Doctor en Ciencias Biológicas
Departamento de Zoología
Universidad de Concepción

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